Manifiesto Redneck
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Jim Goad. Manifiesto Redneck
Índice
NOTA DE LOS EDITORES
AGRADECIMIENTOS
1. LOS NEGRATAS BLANCOS TAMBIÉN TIENEN SENTIMIENTOS
2. EXISTENCIA FEUDAL LAS RAÍCES DE LA EUROBASURA
3. UNA HISTORIA RÁPIDA DE LA CLASE BAJA BLANCA ESTADOUNIDENSE (Y UNA HISTORIA AÚN MÁS RÁPIDA DE LOS GOAD)
4. LA VISTA DESDE FUERA. DE CÓMO LOS REDNECKS SE CONVIRTIERON EN EXTRAÑOS
5. TRABAJAR DURO
6. OCIO DURO
7. REZAR DURO
8 ¿QUÉ TIENEN DE MALO LOS INCITADORES AL ODIO, LOS LOCOS POR LAS ARMAS Y LOS EXTREMISTAS PARANOICOS QUE SE NIEGAN A PAGAR IMPUESTOS?
9. YO Y LOS NEGROS
10. VARIOS ARGUMENTOS DE PESO PARA LA ESCLAVIZACIÓN DE TODOS LOS PROGRESISTAS BLANCOS
Notas. CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
Bibliografía
Отрывок из книги
De cómo los hillbillies, los hicks y la basura blanca se convirtieron en los chivos expiatorios de Estados Unidos
Jim Goad
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Emparedada consanguíneamente entre Color Me Blood Red y Blood Feast, estaba la epopeya de la venganza redneck, Two Thousand Maniacs! La película transcurre en la mítica localidad sureña de Pleasant Valley (población: 2.000 habitantes), que se dice que fue diezmada por los victoriosos soldados de la Unión en 1865. Cien años más tarde, los lugareños masacrados se resucitan a sí mismos y capturan a seis yanquis como ofrenda sacrificial para los fastos del centenario. Mientras los yanquis murmuran en sus habitaciones de hotel acerca de la misteriosa hospitalidad de los habitantes de Pleasant Valley, «rústicos Daniel Boone» y «pretenciosas Daisy Mae», un hayseed en bombachos llamado Rufus se extasía ante lo «finamente» que se había comportado al principio una de las chicas norteñas. «Para esta noche, no le va a quedar nada de toda esa finura, Lester», le babea a su compinche. En efecto, esa misma tarde, le cercenan a la chica el brazo con un hacha… y luego, al caer la noche, lo asan a la barbacoa en un festival29 a ritmo de banjo. Atan los miembros de su novio a cuatro caballos que desgarran su larguirucha complexión en cuatro direcciones. Al día siguiente, espachurran a otra mujer yanqui bajo un enorme pedrusco conocido como «La Roca Tambaleante». Obligan a su novio a meterse en un barril atravesado con puntas de clavos y lo hacen rodar por una colina hasta que muere perforado. Mientras miraba la gigantesca y sangrienta pantalla rebosante de todas aquellas carcajeantes caricaturas redneck, le dije a mi hermano: «Me recuerdan a la gente de donde vive la abuela».
Me estaba refiriendo a la abuela Goad, nuestra abuela paterna, que se parecía mucho a la abuela Clampett de los Beverly Hillbillies30 y se vestía casi igual. La abuela vivió y murió en Windsor, Vermont, mi conexión directa con la basura campestre. La gente de Windsor también me recordaba a los personajes de Petticoat Junction, Green Acres o cualquiera de las telecomedias cracker que proliferaron en los años sesenta. Pero detrás de las risas enlatadas hervían las presiones económicas. Desde que el abuelo Goad, el borracho del pueblo, abandonó a la abuela con cuatro hijos que alimentar, ella salió adelante cocinando para leñadores. Pensar en su dulce de mantequilla de cacahuete, su panceta, sus bollos de mermelada y su salsa «amarillenta» aún hace que mi boca serrada se haga agua. Lo más probable es que nunca vuelva a probar una comida como esa, porque nunca volverá a existir gente como esa.
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