Ruta de las abejas
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Jorge Galán. Ruta de las abejas
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Отрывок из книги
El viento frío llenaba todo el valle. Lobías Rumin caminaba a través de un sendero de tierra seca flanqueado por pinos y trataba de decidir qué haría esa noche, cuando se celebraba la llegada del solsticio. Días atrás, había decidido que la fiesta sería la ocasión perfecta para acercarse a Maara. Lo tenía todo preparado. La invitaría a un vaso de sidra, bailaría con ella, le hablaría de los zorros que habían visto cerca del lado sur del bosque, por el puente de Mor; ella se asustaría, le confesaría que su casa estaba más allá del puente, y entonces él se ofrecería para acompañarla hasta allí. Pero todos esos pensamientos, que habían endulzado sus noches durante el último mes, se echaron a perder el día que su tío Doménico Rumin le dijo: “Éste es un país de locos, Lobías, acabo de ver a la Maara esa de la mano de un energúmeno desgraciado como Emú. ¿Qué piensan estos jóvenes? Si ése es un bueno para nada”.
Desde entonces, Lobías se sentía tan desanimado y sombrío que no hacía más que considerar la posibilidad de quedarse en casa y beber una jarra de infusión de hojas de lumbra, lo que sería suficiente para dormir durante días. Lobías sabía que el viejo Emulás, un carpintero vecino suyo, había dormido una semana entera después de beber una jarra de aquel té, y cuando despertó, según dijo, había soñado con un viaje hasta un bosque de grandes árboles donde vivían unas hadas tan amables como buenas cocineras. Para sorpresa de todos, a pesar de que el viejo Emulás había dormido todo ese tiempo, había engordado notablemente, para lo cual nadie poseía una explicación.
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—Ahora mismo —dijo Lobías y se acercó hasta la pared, a una repisa donde se hallaban dos vasos de madera. Mientras lo hacía, volvió a preguntar cuál era la forma correcta de lanzarse por un abismo.
—No lo sé —dijo Nu—. No sé nada de abismos. Pero sí sé cómo encontrar un camino en la oscuridad de la niebla.
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