Jodorowsky: el cine como viaje
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José Carlos Cabrejo. Jodorowsky: el cine como viaje
Índice
Prólogo. De genealogías y viajes
Introducción
Capítulo I. Años 50 y 60: la infancia de un cine pánico
Fando, Lis y la búsqueda de Tar
Qué bonito es un entierro
El día de los vampiros
Capítulo II. Años 70: las misas de medianoche
El topo que busca el sol bajo la tierra
Los maestros del revólver
El apocalipsis de los freaks
La montaña de la inmortalidad
Over the rainbow
La ciencia ficción del espíritu
Quemar los cuerpos y el dinero
This is maya
De la montaña a la duna
Capítulo III. Años 80 y 90: el elefante y el fénix recorren el arcoíris
La sangre de la Santa
Explorando la slasher movie
Experimentos de alquimia
Buscando la redención
Volviendo al arcoíris
Capítulo IV. Las últimas décadas: la danza de la poesía
La autoficción del demiurgo
El árbol de la vida
Lo artificioso
Persona o la máscara
Los freaks de Tocopilla y Santiago
Las artes y la literatura
La sabiduría de la fe
La pasión según San Jaime
La vía del tarot
Y la nave va
Referencias
Filmografía de y sobre Alejandro Jodorowsky
Índice de películas
Índice onomástico
Отрывок из книги
Prólogo. De genealogías y viajes, por Udo Jacobsen
Introducción
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Pero retorna el conflicto entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la mirada “imaginaria” de Fando y la mirada “realista” de Lis comparable a la del hidalgo caballero que percibe el sonido de caballos, clarines y tambores donde el escudero capta, a diferencia, balidos de ovejas y carneros, en un pasaje del capítulo XVIII de la primera parte del Quijote de Cervantes. “Mira las flores”, dice Fando, a lo que Lis responde: “No hay flores”. Al final del primer canto se lee: “Y Tar estaba dentro de su cabeza”, y es un cartel que justamente señala a la invisible Tar como un paraíso que solo existe en la mente.
Llama la atención en la película que todas las secuencias de maltrato físico o psicológico entre los personajes se den en aquel espacio de vacío y arena. Ella está dispuesta a seguir mintiendo y simulando que está rodeada por un campo de flores y bellos árboles, y él la coge de las piernas violentamente y la arrastra por la arena. Esa repetición del romance sadomasoquista, del acto de llorar, de pedir perdón, de afirmar que no se tiene a nadie más en el mundo y, por otro lado, del acto de amenazar con el desamparo, con la huida, con encadenar a quien se ama como si fuera un animal, nos coloca ante un amor fou, tan reivindicado por el surrealismo, y que además tuvo numerosas encarnaciones en la historia del cine antes de la aparición de la opera prima de Jodorowsky.
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