La fe en tiempo de crisis
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José Maria Castillo. La fe en tiempo de crisis
La fe en tiempos de crisis
Presentación
1. La fe de los ateos y el ateísmo de los creyentes. El problema
¿Cómo entendemos la fe?
La fe de los «ateos», según los evangelios
El ateísmo de los «creyentes»
De «lo original» de la fe a la fe «oficial» de la Iglesia
La situación actual de la fe
2. El centro de la espiritualidad cristiana. Un silencio sospechoso
Espiritualidad y forma de vivir
El centro de la espiritualidad cristiana
Encontrar a Dios en lo humano
Por una espiritualidad que toma en serio lo humano
3. Desobediencia civil. El problema
Jesús y Pablo
Lucha contra el sufrimiento y desobediencia
Proteger a los desprotegidos desobedeciendo
4. La humanidad de Jesús y la humanidad de Dios[2]
5. Ser cristiano en nuestra sociedad plural y laica. Introducción: la raíz del problema
El cristianismo «oficial» en la sociedad actual
Cristianismo, laicidad y pluralismo
Cómo vivir este cristianismo
Bibliografía
6 ¿Para qué tantos santos en la Iglesia?[3] Modelo de santos, proyecto de Iglesia
Canonizaciones y eclesiología
Primer milenio: una Iglesia de todos y para todos
La creciente concentración del poder
Poder religioso y poder político
Intereses económicos
El pontificado de Juan Pablo II
Conclusión
7. La ética es más importante que las creencias
Notas
Отрывок из книги
José M. Castillo
Esto supuesto, la pregunta, que muchos creyentes nos hacemos, resulta obvia: ¿de qué nos ha servido este año precisamente para mejorar nuestra fe, para superar nuestras dudas y para vivir con más coherencia nuestra condición de cristianos?
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Mención aparte merece el caso de Pedro. Este hombre, el primero siempre en las listas de los apóstoles, fue reprendido por Jesús a causa de su exigua fe (Mt 14,31). Y el mismo Jesús le llegó a decir que había rezado por él para que no le llegara a faltar la fe (Lc 22,32), cosa que desgraciadamente debió ocurrir, ya que el propio Jesús añadió enseguida: «Y tú, cuando te conviertas» (Lc 22,32), es decir, cuando vuelvas de tu descarrío (cf. M. Zerwick), «afianza a tus hermanos», lo que parece indicar claramente que los demás apóstoles también fallaron a la fe (J. M. Castillo, Los pobres y la teología, Bilbao, Desclée, 1998, p. 213).
A la vista de estos datos, puede parecer excesivo, injusto y hasta una cosa sin sentido hablar de «ateísmo» refiriéndonos a hombres que acompañaban habitualmente a Jesús, como era el caso de sus discípulos. A lo sumo, se podría decir de aquellos hombres que no eran «buenos discípulos». Pero ¿«ateos»?
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