Resumen del libro "Las trampas de la mente"
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Joseph T. Hallinan. Resumen del libro "Las trampas de la mente"
Capítulos
Introducción
Miramos pero no vemos
Nos importa el significado
Sesgos invisibles
Distorsiones de la memoria
Ilusión multitarea
Por encima de la media
Restricciones
Contexto equivocado
Conclusión
Отрывок из книги
Si agrupáramos todos los “errores humanos” que se presentan diariamente en el planeta y cuyas consecuencias son a veces catastróficas, veríamos que tienen mucho en común y que, normalmente, hay una causa más general y más profunda que hace que cientos de miles de personas cometan sistemáticamente los mismos errores. Tal vez el hecho de que un 70% de los accidentes aéreos esté ocasionado por “errores humanos”, o que esa cifra llegue hasta el 90% cuando se trata de accidentes automovilísticos o laborales, no dice tanto sobre la negligencia y el descuido de unos cuantos individuos, como de fallos sistémicos que nos incumben a todos y a los que difícilmente podemos escapar.
Buena parte de lo que sabemos acerca de por qué cometemos errores procede de aquellos campos en los que las equivocaciones se cobran vidas o cuestan mucho dinero: la medicina, el ejército, la aviación y la bolsa. Las abundantes investigaciones y los interesantes hallazgos que se han dado en estos ámbitos nos ofrecen muchas luces para comprender nuestros propios errores.
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De forma semejante, hay cosas que nuestros ojos se niegan a ver. Por lo general, somos ciegos ante aquellos cambios repentinos que suceden durante una breve interrupción visual. Dos investigadores de la Universidad de Cornell constataron esto de una forma bastante particular. Llevaron a unos “forasteros” al campus de la universidad para que les preguntaran a los peatones algunas direcciones y programaron el experimento de tal forma que durante el intercambio entre el forastero y el peatón se produjera una interrupción muy breve, de apenas un segundo, en la que dos hombres pasaran entre ellos llevando una puerta. En ese breve lapso, cambiaban al forastero, de modo que, al pasar la puerta, el peatón se encontraba frente a una persona diferente, que actuaba como si fuera la misma. ¿Qué sucedió? Únicamente siete de los quince peatones notaron ese cambio. Y no solo eso: cuando repitieron el experimento con la variable de que los “forasteros” fueran vestidos como obreros de la construcción, la tasa de percepción del cambio se redujo a uno de cada tres peatones. Los psicólogos sociales han constatado muchas veces que la forma en que tratamos a los miembros de nuestro propio grupo social difiere de la manera como tratamos a los miembros de otros grupos. Pues bien, parece que esas diferencias no solo afectan nuestro modo de comportamos ante los demás, sino también la forma en que los vemos (o los dejamos de ver).
En Hollywood son muy conscientes de este tipo de limitaciones y por ello emplean a expertos que se encargan de detectar los llamados “errores de continuidad” en sus películas: la camisa sucia que de repente aparece limpia, el vaso que súbitamente tiene más cantidad de líquido. Pero es tal la dificultad de detectar ese tipo de incoherencias que, a pesar de que existan esos “editores de continuidad”, las películas siguen siendo una fuente inagotable de sutiles errores que escapan a la mirada de todos. O de casi todos, porque hay páginas como
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