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La forma más sencilla para medir la distancia entre los objetos es el método geométrico. La distancia de las estrellas fue una incógnita desde los comienzos de las observaciones de los astros. A pesar de que el método geométrico fue bien conocido desde hace miles de años, medir la distancia de los astros no fue una tarea fácil debido a la falta de instrumental adecuado. Medir un ángulo de paralaje debido al movimiento de la Tierra alrededor del Sol sería el juicio definitivo para aceptar el modelo heliocéntrico, y descartar definitivamente el modelo geocéntrico. No obstante, sin tener la evidencia, y sobreponiéndose a presiones religiosas, el modelo heliocéntrico fue ampliamente aceptado por muchos filósofos influenciados por las ideas de Galileo y Copérnico. La justificación científica del modelo heliocéntrico no esperó el descubrimiento del paralaje de las estrellas. Otro fenómeno hasta el momento desconocido fue determinante para justificar el modelo, la aberración estelar. Así fue que las observaciones realizadas por Bradley y Molyneux demostraron el movimiento de la Tierra alrededor del Sol en 1727. Los desplazamientos debido a paralaje son muy pequeños, y no fueron medidos hasta principios del siglo XIX por el astrónomo Friedrich Bessel. En la era espacial, telescopios fuera de la atmósfera terrestre, miden paralajes de estrellas variables y supernova. Las características del brillo de estas estrellas permite que se transformen en monolitos de distancia cósmica, lo que permite medir el tamaño del Universo.