Gramática pura
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Juan Fernando Hincapié. Gramática pura
Отрывок из книги
Por siempre tirar del carro,
este libro está dedicado a mi querida hermana,Paula Hincapié
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Ya llegará el momento de ocuparnos de las abreviaturas que antecedieron a la definición de no tener una mujer malos bigotes. Es perentorio aprender a usar de manera correcta el diccionario, les repito constantemente a mis alumnos. Lo que sí quiero consignar, antes de olvidarlo, es una breve nota sobre la palabra almuerzo, que aquí usé al estilo colombiano, es decir, la segunda comida del día, entre el desayuno y la cena. En el país mexicano, y me temo que la Academia les siguió el capricho, el almuerzo es una comida que se toma a media mañana; la comida, entonces, vendría a ser nuestro almuerzo; y la cena nuestra comida. Es confuso pero ciertamente no difícil de dilucidar. ¿Quién tendrá la razón?
Sigamos adelante. Kirsten y yo, al menos por unos días, seguimos sentándonos hombro con hombro en la asignatura de historia de su país. Me hablaba, yo le contestaba, pero no había fluidez en nuestros intercambios. Faustino me acompañaba a la siguiente clase, yo se lo permitía. Además, almorzábamos juntos. Poco a poco superaba mis traumas con respecto al campesino coahuilense. Hacía todo lo que yo le decía. Lo que dirían mis amigas bogotanas donde nos hubieran visto juntos, por Dios. Sin duda éramos material de telenovela: la hija mimada del potentado y el primogénito de la empleada del servicio. Nuestras ropas, nuestra forma de caminar (él siempre un poco atrás de mí) y relacionarnos: todo daba cuenta de ello. Pero no importaba, la verdad era que no me importaba. En más de una ocasión me invitó a conocer su casa. Siempre me negué sin herir sus sentimientos. Se lo veía verdaderamente interesado en mis cosas, en mi vida. Los días en que descansaba de su trabajo —lavaba platos en un restaurante— me invitaba a salir. Yo alegaba tener compromisos con mi familia anfitriona; él entendía. Un día me propuso que nos comunicáramos en inglés, puesto que él había caminado hasta los Estados Unidos precisamente con la finalidad de perfeccionar el idioma. Accedí pero de inmediato tuvimos que volver al arreglo previo: para decirme que no quería el almuerzo institucional sino McDonald’s se tardaba media hora, de modo que yo comenzaba a regañarlo hasta que él mismo sugirió que volviéramos al castellano. Así dijo: al castellano, güerita.
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