Mientras haya bares

Mientras haya bares
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Описание книги

Mientras haya bares es la lógica transgresora alimentada por todos los libros que  Juan Tallón ha subrayado a lo largo de su vida. Ningún estilo, autor o época le son ajenos y las huellas que han dejado sus lecturas se confunden con su propia existencia, con ese gusto de cultiva la frase lapidaria y la comparación desconcertante. Por las páginas de  Mientras haya bares discurren la literatura, el cine o las anécdotas de personajes insólitos contadas con el sarcarmo y la lucidez de una mirada acostumbrada a ver más allá de lo evidente. Un recorrido literario en el que  Tallón muestra el oficio de uno de los mejores escritores de su generación.

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Juan Tallón. Mientras haya bares

Nota sobre el autor y el libro

Nota del editor

Mientras haya bares. Los crímenes de la letra J

La identidad de la ropa interior

Instrucciones para dejar de leer un libro

El hombre que abrió los telediarios

La droga linda

Amor por la ferretería

Prohibido tirar libros al retrete

Yo siempre llevo la droga encima

Hegel y los negocios decadentes

Peine en el bolsillo

No empecemos

A hostias en la oscuridad

El gin-tonic es Dios

Sesión vermú

Cabeza contra puerta de armario

Mándame verbos, Ernest

El escritor debe seguir caminos de perdición

Las erratas se sigilosan

Escupir de lado

Yo soy así y soy de aquí

Matar es una cosa muy personal

Todos somos Mary Cheever

El libro es un chirimbolo yonqui

No la chupes tanto

Amago de infarto

La sorpresa fue mayúscula

Yo nunca olvido un bigote

La última batalla del bebedor

Matarratas con hielo

Bragas en el tendal

A reírte de tu madre, chaval

Una victoria de mierda

Yo salí con una traficante

Creo que me voy a morir

Permanezcan borrachos

Los típicos idiotas

Bares mugrientos

La belleza del cero profundo

Camarero, lo de siempre

Últimas tardes de fútbol y bata

El mundo se derrumba

Por qué no soy del Real Madrid

¿No me tomarás por puta?

Las atroces etiquetas de Zara

Jueves por la noche

Puntual, pero no muy puntual

Continúen durmiendo

Era poco matarlo

Un buen café siempre está asqueroso

Come pan

Mi revólver y yo

Si se mueven, mátalos

Los calzoncillos de ayer

Aquellos pelos producían desazón

La felicidad de los relojes

¿Qué fue del sifón de toda la vida?

Yo quería ser taxidermista

Directamente desde el bar

«¡Vamos a morir todos!»

Tocata y fuga en re menor

El Post-it amarillo

Kennedy contra Faulkner

Camarero, la última

Bocadillo de nocilla y chorizo

Golpe de Estado en la Academia

Chef contra camarero

Fue bonito

«Mr. Tallón, el crepúsculo»

El ostracismo hipnótico

Levántate, que son horas

Tratamiento de la calvicie

El ladrón de lápices

Pírrico huevo frito

Escribir en Nueva York

Yo me encargo

«Volveremos a vernos, cabrones»

No toques ese cajón

El despertador baldío

Me vuelvo al bar

Aquellos tiempos se fueron a la mierda

«Yo no hago nada»

Una fiesta de verdad

Los calcetines de ayer

Haga una mudanza

Pase, pase, por favor

Bah, pajas mentales

Fascinación por el váter

Cabezas cortadas

Besos para escribir

Cigarros en la mano

Míster, ¿qué?

Un libro no trata de nada

Razones para madrugar

La librería muerta

Mi guerra está en el bar

Las comas mal puestas

Lindo olor a gasolina

Adiós, editor mío

La máquina de escribir fuma

Lentísimamente

Instrucciones para tratar con un libro

Borracho ocasional

Cuándo será lunes

Diga «no»

La cabeza que no lee

El insomnio me mata

Uff, qué resaca

Huyamos de aquí

Haga una lista

Mientras haya bares

Adoro los prólogos

Gente de pocas palabras

Empezar siempre

El mejor escritor del mundo

La columna vacía

La vespa de Cortázar

«Al habla Thomas Pynchon»

Muerte de un escritor

Gafas de sol

Bares inmundos

Cocaína y prostitutas

Los malos

Cobrar una deuda

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En una época dorada de su vida, esta transcurrió entre los bares y la literatura. Leía y bebía, o bebía y escribía. Este libro es una película de esos días, y de cómo veía el mundo por entonces. Los textos son el jugo destilado de ese tiempo en el que el alcohol y los libros se mezclaban en días y en noches ininterrumpidamente. Son el rescate de esos lentos y a la vez vertiginosos días que se plasmaron a lo largo de los años en el hueco efímero de los periódicos El País, El Progreso y Jot Down, y en el océano insondable de internet, descartemoselrevolver.com. Puestos ahora uno detrás de otro, comprueba que forman algo así como las huellas de una vida. Por eso este libro.

Juan Tallón parece escribir como si respirara, con esa naturalidad que tienen los que lo han leído todo y han extractado la esencia primordial de la lectura, mezclándola con la vida que discurre con la lentitud de los que se toman la molestia de mantener vivo el asombro. Asomarse al momento en que las vidas aparentemente tranquilas comienzan a torcerse, o cómo ciertos elementos, al entrar en contacto con otros, se transforman en algo inesperado, casi siempre inquietante. Hay una heroicidad oculta en su aparente facilidad para construir historias. Relatos que se sumergen en el absurdo, en el desastre que nunca termina de llegar del todo, tal vez porque aprendimos a convivir con él, que indagan con humor y una elegante distancia acerca de la huida, el fracaso, la muerte, la incomunicación o los procesos creativos.

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Cada día entiendo menos esa obsesión por decir «yo soy así y yo soy de aquí». ¿Por qué hay que ser algo en concreto, y toda la vida, y vivir con gloria esa manifestación abstracta? Personalmente considero que el verbo ser constituye una maldición. La vida, decía Benjamin Constant, consiste en salir de las cosas. En la medida en que quedamos ensimismados dentro de ellas comienza la obsesión. Luego, solo es cosa de tiempo ponerse serios, pensar en lo que representamos, en lo que somos, en la patria... Salir de las cosas, cuando comenzamos a adoptar su forma, evita dolores de cabeza. En esencia, se trata de huir de la identidad para buscar acomodo en lo extraño, hasta que ese asiento se vuelve común, y hay que huir de nuevo a lo desconocido. Uno debería poder ser hoy un artista abstracto, opinaba Andy Warhol, y la semana siguiente figurativo, o pop. Incluso, en determinados momentos, no deberíamos ser nada. Ni tener una familia. Ni pertenecer a un país. Estar solo con tu abrigo y tu chica. O tu chico. O tu perro Tobby. El Portnoy de Philip Roth lo exponía a su estilo cuando decía que «la minga era lo único que podía considerar mío en este mundo». Todo lo demás era un hostil desierto.

Un día le oí contar a Rodrigo Fresán que Chris Shaw, ingeniero de sonido de Bob Dylan, se acercó a este después de un concierto, y refiriéndose a la interpretación que acababa de hacer de It's Alright, Ma (I'm Only Bleeding), quiso saber si alguna vez la había vuelto a tocar como en la versión original. Dylan respondió: «Bueno, ya sabes, un disco no es más que un registro de lo que estabas haciendo ese día en particular. Y a nadie le gustaría vivir el mismo día una vez y otra, ¿no?». Esta es la idea. ¿Por qué hay que ser algo concreto todo el tiempo? La identidad, que consiste en ser algo eternamente, aburre.

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