Palmeras de la brisa rápida
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Juan Villoro. Palmeras de la brisa rápida
PALMERAS DE LA BRISA RÁPIDA
ANTESALA “¡DETENGAN EL LABERINTO!”
ACERCAMIENTOS. VELOCIDAD CRUCERO: 850 KM/H
CUARTO 22
PASEO EXPRÉS
LOS AEROPLANOS DEL CALOR. DE LA CASTA DIVINA A LA CASTA BEDUINA
PAISAJES DE LA MENTE
LAS CARAS DEL ESPEJO
MURALES
MISA EN CATEDRAL: CONQUISTA ESPIRITUAL DE ESTAS CRÓNICAS
EL ANTIGUO SIGLO XX
LOS NOMBRES DE PILA Y LOS HERMANITOS
EL JUEGO DE LAS ESTATUAS Y LOS PILOTOS
PASAJEROS EN TRÁNSITO I. TIPOLOGÍA DEL MAYAB
LOS TROVADICTOS
CORRIENDO PARA ESTAR QUIETO
LA PARTIDA DEL REY MAGNETIZADO
LEJOS DE MÉRIDA. LA CIUDAD DE LOS BRUJOS DEL AGUA
HACIENDAS HENEQUENERAS
EL CIELO VACÍO
PIRÁMIDES, PIRÁMIDES, PIRÁMIDES
HOTEL NEFERTITI
COMPETENCIAS: LA CARRERA DE LOS JUGOS Y LA TROVA ALKA-SELTZER
BAJO LAS ASPAS. EL ACECHÓN DE MAYO
BOQUITAS ENFURRUÑADAS
LA CULTURA CAUTIVA
SEÑAS DE VIDA
SÚPER SAN FRANCISCO DE ASÍS
EN LA ACERA
LA PELOTA CALIENTE
EL PÁJARO ASTRÓLOGO
LOS MAYAS EN BROOKLYN
PASAJEROS EN TRÁNSITO II. LA COFRADÍA DE SAN BRUNO
EL CORREO DE DIENTES Y LA CAMISA DE CUATRO MINUTOS
UNA GRECA EN LA ITALIANA
LAS ASPAS, TODAVÍA. PAVO HUIDO
MISS UGANDA
RECUERDO FUTURO
EQUIPAJE
LA CASA JUNTO AL FLAMBOYÁN
ENVÍO
ÍNDICE
PALMERAS DE LA BRISA RÁPIDA
Отрывок из книги
JUAN VILLORO
A Estela Ruiz
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La única amiga de mi abuela era la señora Villa, una italiana (sus elaborados prejuicios le hubieran impedido tratar a alguien que se apellidara como el Centauro del Norte), casada con un ex piloto de Mussolini que se mantenía jovencísimo gracias a una dieta de miel.
Además de la señora Villa, Italia tenía otras virtudes: era el país de la ópera y no era España. Y es que la abuela había emprendido una cruzada antihispánica. Aunque el Cid merecía su aval moral para decapitar moros, los españoles del dúplex (mi abuelo y mi padre) sólo podían ser objeto de intriga. En aquellos días primarios, me convenció de que España era el país donde la gente no se cambiaba de camisa. Ella era fanática de la limpieza; los jabones que pasaban por sus manos cobraban otra consistencia, como si hubieran servido a un regimiento, y tenía no menos de tres polveras en servicio. El caso es que una de nuestras complicidades consistía en contar los días que mi padre llevaba con la misma camisa. Es obvio que alguien que creció en un internado jesuita, donde había que romper el hielo en el aguamanil para lavarse la cara, no podía tener la misma relación con el agua que una dama del trópico, pero mi abuela aprovechaba cualquier oportunidad para que la vida de la casa se volviera interesante, es decir, sospechosa.
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