El código del capital

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Katharina Pistor. El código del capital
Prefacio
I. El imperio de la ley
II. Codificar la tierra
III. Clonar personas morales
IV. Acuñar deuda
V. Cercar el código de la naturaleza
VI. Un código para el globo
VII. Los amos y maestros del código
VIII. ¿Un nuevo código?
IX. El capital manda por ley
Отрывок из книги
La idea de este libro me ha acompañado por largo rato. Me vino por primera vez cuando, en el otoño de 2007, el sistema financiero global empezó a deslizarse hacia el abismo. La velocidad de la crisis dejaba poco tiempo para pensar a profundidad, pero, una vez que pasó el ojo de la tormenta, junto con muchos otros empecé a tratar de descubrir qué podría explicar la impresionante expansión del sector financiero en las décadas recientes y qué podría explicar su caída. Junto con otros colaboradores de distintas disciplinas me propuse desentrañar la estructura institucional de diferentes segmentos de los mercados financieros, uno por uno. Para mí la parte más reveladora de nuestros hallazgos fue lo familiares que resultaban los elementos básicos del sistema financiero, a pesar de los vistosos activos creados más recientemente y de la complejidad sin par del sistema. Ahí donde escarbábamos un poco más hondo encontrábamos las instituciones que están en el corazón del derecho privado: las leyes sobre contratos, propiedad, garantías, fideicomisos y trusts[1], empresas y sociedades y quiebras y concursos. Entre todas impulsaron la expansión de los mercados de activos financieros, pero, según se vio después, también fueron determinantes en su colapso. Cuando los dividendos reales que dejaban esos activos empezaron a caer por debajo de los dividendos esperados los tenedores de activos hicieron valer sus derechos legales, ejecutaron sus garantías, ejercieron sus líneas de crédito, hicieron valer contratos de recompra y protecciones legales ante las quiebras y, al hacerlo, ayudaron a hacer más profunda la crisis. Algunos lograron salir a tiempo, pero muchos más se hallaron con activos que nadie tomaba, excepto los bancos centrales de ciertos países.
Habiendo identificado los módulos centrales de nuestro complejo sistema financiero, empecé a rastrear sus raíces en el tiempo. Investigué sobre la evolución de los derechos de propiedad y de los simples instrumentos de deuda; sobre las muchas formas de promesas y garantías que se usaron para respaldar las obligaciones garantizadas con deuda; sobre la evolución de los derechos de uso, de los fideicomisos y de las personas morales, y sobre la historia de las quiebras y concursos mercantiles; sobre la coyuntura crítica en la que se toman decisiones de vida o muerte en lo económico. Mientras más leía, más me convencía de que lo que había empezado como una investigación sobre las finanzas globales me había llevado a la fuente de la riqueza, a la hechura del capital.
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[18] Ibid. El énfasis es nuestro. La segunda fuerza detrás de la mano invisible es más familiar. Los individuos que persiguen sus propios intereses, según Smith, elegirán de entre muchos proyectos aquél que tenga más valor, “sea en dinero o en otros bienes” y lo harán en forma más efectiva que un rey, consejo o senador.
[19] Para ver más detalles, revisar el capítulo 7.
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