Á(r)mame
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Luz Larenn. Á(r)mame
1. Audrey. Presente
2. Audrey. Un mes antes
3. Juliet. Un mes antes
4. Audrey. Presente
5. Juliet. Un año antes
6. Audrey. Un año antes
7. Juliet. Un mes antes
8. Audrey. Presente
9. Juliet. Un año antes
10. Audrey. Un mes antes
11. Audrey. Presente
12. Juliet. Un año antes
13. Audrey. Un año antes
14. Audrey. Presente
15. Audrey. Un año antes
16. Juliet. Un año antes
17. Audrey. Un año antes
18. Audrey. Presente
19. Juliet. Un año antes
20. Audrey. Un mes antes
21. Juliet. Un mes antes
22. Audrey. Presente
23. Audrey. Un año antes
24. Juliet. Un año antes
25. Audrey. Presente
26. Juliet. Un año antes
27. Audrey. Presente
28. Juliet. Un año antes
29. Audrey. Presente
30. Juliet. Un mes antes
31. Audrey. Presente
32. Juliet. Un año antes
33. Audrey. Un año antes
34. Audrey. Presente
35. Juliet. Un mes antes
36. Audrey. Un año antes
37. Audrey. Presente
38. Juliet. Un año antes
39. Audrey. Presente
40. Juliet. Un mes antes
41. Audrey. Presente
42. Juliet. Un año antes
43. Audrey. Un año antes
44. Audrey. Presente
45. Juliet. Un mes antes
46. Audrey. Un año antes
47. Audrey. Presente
48. Juliet. Un mes antes
49. Audrey. Un año antes
50. Audrey. Presente
51. Juliet. Un mes antes
52. Audrey. Presente
53. Audrey. Presente
54. Audrey. Seis meses más tarde
Bonus track
Отрывок из книги
No había manera de que alguien me enviara un mensaje tal sin conocerme. Lo releí buscando encontrarle el sentido. A esa altura ya ni siquiera podía pensar. Miré alrededor; claramente esa persona sabía dónde me encontraba y haciendo qué, así que debía de estar más cerca de lo que me imaginaba. Decidí responderle: <¿Quién eres?> y enseguida obtuve respuesta:
/editorialelateneo
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Su trato era cálido, nada parecido a lo que hasta ahora había visto en la pantalla, bueno, y en la captura de mi padre, aunque era demasiado pequeña como para recordarlo con nitidez.
De hecho, noté que su trato era opuesto al de mi área de estudios, donde abundaban los hombres. Mientras que la mitad de ellos se creía Sigmund Freud reencarnado en el siglo XXI, la otra mitad se consideraba Jacques Lacan. Y por supuesto que de osar aspirar a formar parte del grupo selecto antes debía hacerme de una carrera colmada de premios con pie de mármol –jamás acrílico– y reconocimientos por mis tantos descubrimientos. Para los hombres, desde siempre, esto había sido más sencillo. Bastaba con saber qué hilos mover, así fuera jugando al golf.
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