Memoria de la escritura
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Es usual que las memorias se escriban en primera persona del singular y que se ciñan a la vida de quien las escribe y a lo sucedido. Este texto se acomoda parcialmente a tal género porque, además de recuerdos personales, contiene crónica histórica, novela de formación y artificio literario. Está escrito en segunda persona creando una tensión entre quien lleva la voz narrativa y quien vivió. La vida se vive en presente, en forma secuencial, cada instante una sola vez, siempre hacia delante y no se puede modificar lo ya vivido. Quien lleva la voz narrativa y es responsable de la escritura, por el contrario, siempre puede corregir y organizar secuencias buscando efectos estéticos o intereses particulares. Puede, además, callar, sobrepujar, seleccionar o complementar.
Por eso, más que el relato de una vida, ofrecemos aquí una reflexión sobre los procesos de escritura y sobre la profesión de escritor. En el trasfondo, como elemento imprescindible de la vida de las personas, esbozamos la realidad histórica colombiana de buena parte del siglo XX y algunos años del XXI. – Álvaro Pineda Botero
Отрывок из книги
Arena la tierra más anónima,hechas de arena las columnas del desparaíso “De la arena”, Bernardo Atxaga
El hombre se borraría,como en los límites del marun rostro de arenaLas palabras y las cosas, Michel Foucault
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En el siguiente mes de febrero regresaste a San Ignacio. La experiencia fue idéntica a la del año anterior: perdiste –por segunda vez– primero de bachillerato. Jorge entró en cólera y reprochó tu “vagancia”. Nunca lo habías visto tan descompuesto; la bicicleta fue confiscada, querías huir. Entonces te refugiaste en el zarzo. Era un espacio oscuro, oloroso a polvo, que en la parte más honda recibía un tímido rayo de luz por una claraboya. Allí estaban en cajas las viejas revistas de tu padre. Nunca las habías hojeado, a pesar de que siempre estuvieron a la mano. En Life encontraste, para tu sorpresa, fotos en blanco y negro de cadáveres, ciudades destruidas, regimientos, tanques de guerra, aviones de combate, que revivieron y acentuaron las impresiones de tu primera niñez. Fue una toma de conciencia dolorosa. En L’Illustration, lo más atractivo eran las láminas a color, de página entera, de pintores impresionistas franceses. Algunas mostraban lindas muchachas desnudas. La sorpresa también fue inmensa. Nunca habías visto desnudo y completo un cuerpo femenino y, de repente, en el propio hogar, develabas sus secretos. La exaltación de los sentidos y la mezcla de valores –guerra, poderío, tristeza, tragedia, de un lado; sexualidad, arte, belleza, de otro– no podía ser más perturbadora. Mamá llamaba para que fueras a almorzar, y hacías lo imposible para prolongar el retiro. Cuando descendías por fin, ya el subconsciente estaba condicionado por lo terrible y lo sublime, como para que desde allí fuera fraguando a través de los años lo que llegarías a ser con la edad.
Te volviste taciturno y te aficionaste a las revistas. En la barra intercambiaban cómics de la Pequeña Lulú y Tarzán. Luego leíste una novela de Julio Verne. Creo que fue papá quien te la facilitó. Fue como una revelación; a partir de ese momento te pasabas las horas encerrado leyendo. Hay que recordar que no había televisión. No sería exagerado decir que en los siguientes dos años pasaron por tus manos todas las de Verne disponibles en las librerías de Medellín.
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