Discursos III
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M. Tulio Cicerón. Discursos III
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias del discurso
2. Los hechos
3. El orador
4. El discurso
5. Análisis del discurso
6. La transmisión manuscrita
7. Nuestra edición
8. Bibliografía
EN DEFENSA DE PUBLIO QUINCIO
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias del discurso
2. Los hechos
3. El discurso
4. Análisis del discurso
5. La transmisión manuscrita
6. Nuestra edición
7. Bibliografía
EN DEFENSA DE QUINTO ROSCIO, EL CÓMICO
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias del discurso
2. Los hechos que se juzgan
3. El orador
4. Aulo Cecina
5. El discurso
6. Análisis del discurso
7. La transmisión manuscrita
8. Nuestra edición
9. Bibliografía
EN DEFENSA DE AULO CECINA
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias externas
2. Contenido de la Ley Agraria
3. El orador
4. Los discursos
5. Análisis de los discursos
6. La transmisión manuscrita
7. Nuestra edición
8. Bibliografía
ACERCA DE LA LEY AGRARIA227 (I)
ACERCA DE LA LEY AGRARIA (II)
ACERCA DE LA LEY AGRARIA (III)
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias del discurso
2. Cicerón en esta época
3. El personaje acusado
4. El proceso
5. El discurso
6. Análisis del discurso
7. Transmisión manuscrita
8. Nuestra edición
9. Bibliografía
EN DEFENSA DE LUCIO FLACO
INTRODUCCIÓN. 1. Circunstancias del discurso
2. Los hechos
3. El discurso de Cicerón
4. Síntesis del discurso
A) Réplica de Atratino:
B) Réplica a los testigos:
5. Valor del discurso
6. La transmisión manuscrita
7. Nuestra edición
8. Bibliografía
EN DEFENSA DE M. CELIO
ÍNDICE ONOMÁSTICO
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Corría el año 81. Y, aunque el primero de junio de este mismo año se había dado por terminada la matanza1, en Roma persistía la pesadilla de las proscripciones silanas. No debe olvidarse que Sila «se mantuvo en el poder supremo hasta acabar sus reformas legislativas», que «se hizo él mismo elegir cónsul en el 80» y que fue «en el año 79 cuando no quiso ser elegido de nuevo, renunció espontáneamente al poder dictatorial y se retiró de todos los asuntos de la política»2. Está claro que el momento era del todo propicio para los oportunistas sin escrúpulos que, al amparo del partido vencedor, quisieran gravar a un enemigo particular que no tuviera una adecuada protección. Pero es también probable que en la época del Pro Quinctio la atmósfera de desorden se hubiera mitigado un tanto, que la injusticia tratara, al menos, de enmascararse con una apariencia de legalidad. Seguro que existía ya cierto pudor. De otra suerte se hace difícil creer que Cicerón se atreviera a denunciar con tanta energía la injusticia de un pretor protegido por Sila. Hubiera sido superfluo y peligroso.
En estos momentos la tribuna de los oradores romanos estaba en manos de un gran orador, Quinto Hortensio Hórtalo, a quien Cicerón admira e imita y de quien se considera un simple discípulo.
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Sólo me queda responder a la objeción de que nadie lo 87 defendió en juicio. Contra esta acusación he sostenido que fue defendido elocuentemente, no por un extraño ni por un calumniador o malvado sino por un caballero romano86, pariente y amigo suyo, el mismo precisamente que antes acostumbraba a dejar el propio Sexto Nevio como procurador; que, si bien apeló a los tribunos, no por eso estaba menos dispuesto a admitir el juicio; que la influencia del procurador en nada había disminuido el derecho de Nevio; por el contrario, él con su autoridad, entonces fue simplemente superior, ahora apenas nos deja respirar.
He preguntado cuál fue la razón de que no se vendieran los 88 bienes, dado que Nevio los poseía conforme al edicto. Después he preguntado también por qué de tantos acreedores no hubo entonces ninguno que hiciera lo que hizo Nevio ni hay ahora quien lo acuse sino que todos luchan a favor de Quincio, sobre todo en un proceso como éste en que los testimonios de los acreedores se consideran de tanta importancia para la causa. Después me he valido del testimonio del adversario que no hace mucho tomó como socio a un hombre del cual, según ahora se propone, quiere demostrar que entonces no contaba ya ni en el número de los vivos. Después he puesto de manifiesto aquella increíble rapidez o, mejor, aquella audacia; he demostrado que era preciso, o bien que en dos días se hubiera recorrido un camino de setecientos mil pasos o bien que Sexto Nevio había enviado agentes a tomar posesión de los bienes muchos días antes de hacer la demanda para que le fuera lícito poseerlos.
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