Lo que callan las palabras

Lo que callan las palabras
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Описание книги

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué los azulejos reciben ese nombre si suelen ser de los más variados colores, o por qué la chaqueta también se llama americana, o cómo surgen las palabras yuyu o chuchería? Recuerda el autor la cara de asombro de una alumna cuando contó en clase algo tan obvio como que el boquerón se llama así por el tamaño de su boca en comparación con el de su cabeza, y eso que sus padres tenían una pescadería.
En este libro se pretende dar contestación a preguntas que nos surgen cotidianamente sobre las palabras, lo que significan, su origen e historia. No es un diccionario etimológico por más que se pretenda escudriñar algo de la verdad que encierran y que habitualmente no se manifiesta; etimología significa, precisamente, lo verdadero de las palabras. Aquí se busca a través del origen de cada una de ellas, la explicación de su forma actual y significado, de las relaciones que mantienen con otras voces.
El mundo de las palabras resulta fascinante. Conocerlas sirve para enriquecernos, para saber algo más sobre el léxico y sobre nosotros mismos. Esta obra viene a des velarnos las huellas que el paso de los años ha ido dejando en la lengua y por qué y cómo se han originado las palabras que utilizamos en nuestro hablar cotidiano.

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Manuel Alvar Ezquerra. Lo que callan las palabras

Índice

La prodigiosa vida de las palabras. La razón de este libro

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Bibliografía

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Portada

Dedicatoria

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ángel Gracias a la implantación de la religión, la palabra ángel es bien conocida en nuestra lengua, siendo la primera acepción que registra el diccionario académico ‘en la tradición cristiana, espíritu celeste criado por Dios para su ministerio’, y del mismo ámbito también es la segunda ‘cada uno de los espíritus celestes creados, y en particular los que pertenecen al último de los nueve coros, según la clasificación de la teología tradicional’. De estos valores derivan los siguientes que pone para la voz ‘gracia, simpatía, encanto’, ‘persona en quien se suponen las cualidades propias de los espíritus angélicos, es decir, bondad, belleza e inocencia’. Sin embargo, en su origen el término significaba otra cosa, aunque del valor original no ha quedado nada en nuestra lengua. Procede del latín ANGĔLUM ‘mensajero, ángel’, que, a su vez, viene del griego ánguelos ‘mensajero, enviado’, compartiendo etimología con evangelio. El ángel, es, pues, el mensajero, el que viene a transmitirnos los designios de la divinidad, y el que la sirve, además de cuidar de nosotros mismos. Sebastián de Covarrubias (1611) dijo: «ángel, en el rigor de su significación vale tanto como nuncio o mensajero, y es nombre griego ánguelos, angelus, nuntius. Y porque los espíritus celestiales hacen la voluntad de Dios, y por su mandato vienen a la tierra con mensajes, tienen este nombre, no por naturaleza, sino por oficio y ministerio [...]. Angelical, cosa de ángeles. Agua de ángeles, por excelencia, siendo de suavísimo olor».

anguila La anguila es, según la larga y enciclopédica definición académica, un ‘pez teleósteo, fisóstomo, sin aletas abdominales, de cuerpo largo, cilíndrico, y que llega a medir un metro. Tiene una aleta dorsal que se une primero con la caudal, y dando después vuelta, con la anal, mientras son muy pequeñas las pectorales. Su carne es comestible. Vive en los ríos, pero cuando sus órganos sexuales llegan a la plenitud de su desarrollo, desciende por los ríos y entra en el mar para efectuar su reproducción en determinado lugar del océano Atlántico’. La voz con que la nombramos procede del latín ANGUILLAM, que, a su vez, es un derivado diminutivo de ANGUIS ‘culebra’, por medio del adjetivo ANGUINUS ‘parecido a la culebra’, lo que nos está remitiendo a la forma semejante que tienen ambos animales, por más que la anguila sea acuática, lo que habría producido una forma *anguin(o)la, que daría la forma antigua anguilla, después anguila. Sebastián de ­Covarrubias (1611) habló de ella: «anguilla, pez conocido, que por la mayor parte se cría en el agua cenagosa y de ella entienden se produce, pues no hay anguilla macho ni anguilla hembra, y si una se engendra de otra es de la vascosidad o graseza que dejan estregándose en los peñascos que están debajo del agua. Presupuesto que no se ha hallado ninguna que tenga huevos como los demás peces, ni otra cosa de que pueda ser producida o engendrada la prole [...]. Los que con facilidad quiebran sus palabras y se quitan de ellas con delgadezas y sutilezas son comparados a las anguillas lúbricas y deleznables, que presas se escurren de entre las manos [...]. Los que para medrar inquietan las repúblicas son comparados a los pescadores de anguillas, los cuales, si no enturbian el agua, no pueden pescar ninguna, por lo cual se dijo a río vuelto, ganancia de pescadores para significar un hombre apartado de todos los demás, sin trato ni comercio alguno; pintaban la anguilla con el mote Sibi soli natus [nacido por sí solo], porque la anguilla, como nace del cieno y bascosidad, no reconoce padre ni madre, ni pariente. El profano, el encenagado en vicios, indigno de ser admitido al orden sacro y ministerio eclesiástico, comparaban al anguilla, que por ser sin escamas era contada entre los peces inmundos, y vedada a los judíos por tal. Viniendo a su etimología pone más horror por tener nombre de culebra, no porque lo sea, sino por lo mucho que le semeja, y así anguilla dicitur ab angue, quod specie anguem repraesentet, graece enchelys [anguilla se dice de angue, porque se parece a una serpiente, en griego enchelys]. El golpe que el cómitre da con el rebenque se llama anguillazo, porque tiene el tal azote forma de anguilla y porque antiguamente los romanos azotaban sus hijos con anguillas, según refiere Palmireno [...]».

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