Отрывок из книги
En mis fantasías de niña yo fui una asesina implacable, convencida de que la muerte, o al menos la desaparición de mi vista y mi presencia de aquellos que a mi escaso e ignorante modo de ver representaban el dolor y la miseria, librarían al mundo de sufrimiento y fealdad, alcanzando además, los que así partieran, la gracia eterna a la diestra de Dios Padre.
Cómo iba entonces a saber que tan funesta idea era, y sería, la forma más habitual de sepultar lo diferente.
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No añora los recuerdos, no suelen ser de alegría. Entonces para qué, a qué convocar dolores y ausencias que le son tan familiares, como los pies doloridos o el peso del sacón gris sobre la espalda y los años. Tanto como que siempre estuvieron. No distingue entre ella, todo eso y su soledad. Sola, solitaria. No sabría de otro modo. Cuando vienen como ráfagas los fantasmas los ahuyenta, fijando sus sentidos en lo que tiene ante sí.
Los delicados firuletes de los enrejados, el empedrado pulido de pasos a través del tiempo. Pasos finos de suavísimos gamuzados, cabritillas, suelas nuevas. El color de la tarde… hasta el color es distinto cayendo sobre esta calle, etéreo, límpido, sin una partícula de polvo. Todo es puro, perfumado, finísimo. Calmo. Con la calma del tiempo detenido más acá de las urgencias de la común y cotidiana vida de todos.
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