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María Sierra. Holocausto gitano
HOLOCAUSTO GITANO
Índice
Presentación. Por Philomena Franz
Introducción. Una historia, muchas historias
1. Gitanos y antigitanismo: historias paralelas
Llegar a Europa en tiempos revueltos
El largo siglo XIX y los estereotipos románticos
El lugar de la ciencia
No solo en Alemania: el cerco se cierra en el siglo XX
2. El genocidio romaní bajo el nazismo
De números e intenciones
La llegada del nazismo al poder: discriminación, esterilización y encierro
El bloque científico-policial, un tándem crucial
Llega la guerra: deportación, trabajo forzado y expolio
Guetos y fusilamientos: la guerra se extiende al Este
De la fantasía de una reserva gitana a la orden de exterminio
El Decreto de Auschwitz
El Zigeunerlager de Auschwitz
El último círculo: niños y medicina racial
La resistencia y las resistencias, el lugar de las mujeres
3. De la negación al reconocimiento, un lento camino
«Persiguiendo a los supervivientes»
Reconocimiento de las víctimas y derecho a la memoria
El lugar de la historia: investigación y difusión
4. No ser escuchado ni creído: historias de supervivientes
¿De qué hablan las memorias de los supervivientes del holocausto?
En nombre de los gitanos
5 ¿Con qué lenguaje están escritos los recuerdos?
Palabras del presente para iluminar un pasado inaccesible
Aturdimiento: el principio y el final
Las escalas del miedo
El hambre impone prioridades
Lo que hiere: el dolor y los dolores
Ira y compasión
Nostalgia: los lugares perdidos
Sentirse culpable
De la desilusión a la desconfianza, pasando por la tristeza
Orgullo, valor, poder
Bibliografía y referencias. documentales
Créditos de las fotografías
Отрывок из книги
MARÍA SIERRA
Esta es una historia marcada por la separación y destrucción de familias, la esterilización de adultos y niños, la expoliación de bienes y privación de medios de vida, el trabajo esclavo, los experimentos médicos, el horror de los campos de exterminio y el asesinato en masa, todo ello por el hecho de ser gitanos.
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En esta obra hay secciones dedicadas al estudio filológico del idioma de los gitanos y tablas comparativas para demostrar su origen indio, con un tronco común con otros romaníes europeos, y rebatir otras teorías sobre la posible procedencia norteafricana. Hay también una sección en la que recoge, como buen folclorista, cantares y poemas supuestamente gitanos que no tenían un soporte escrito de conservación y por tanto corrían riesgo de perderse. Más allá de lo cuestionable, desde un punto de vista crítico, del rigor de ambas tareas, el caso es que respaldaron persistentemente la condición de experto gitanólogo que se le reconoció a Borrow en su tiempo y mucho después. Él se presentaba además como un observador avispado de la naturaleza gitana, un conocedor de sus costumbres e incluso secretos —gracias en parte a su conocimiento del romanés—. De hecho, en sus trabajos trenza información histórica, observación antropológica y entrevistas para ofrecer un cuadro detallado y verista de la población gitana. Eso sí, la simpatía por algunos personajes romaníes concretos y el interés genérico por la forma de vida gitana no moderaron un discurso muy duro sobre las inclinaciones colectivas de este pueblo. «Ya será mucho conseguir si transcurridos cien años salen del tronco gitano cien seres humanos que demuestren ser miembros útiles de las sociedades honradas y juiciosas». Es un «tronco degradado», advierte. Porque, según Borrow, los gitanos viven del engaño a la población no gitana, a la que odian intensamente y para la que constituyen un peligro. Los hombres son violentos y las mujeres lascivas. No tienen historia —interés por el pasado— ni religión. Es llamativo que, si bien a veces introduce matices propios de un observador agudo, las conclusiones generales no se modifican por ello: por ejemplo, registra casos de gitanos que trabajan en una serie de oficios concretos, pero afirma que ganarse la vida timando al resto de la sociedad es lo que hacen los gitanos de todo el mundo. La obra de Borrow está llena de afirmaciones universales que los datos detallados que él mismo ofrece contradicen o al menos ponen en cuestión, sin que eso le haga dudar de sus conclusiones tajantes.
La clave para entender esta incoherencia lógica está en la descripción física que, valiéndose de metáforas expresivas, realiza del pueblo gitano. Los rasgos característicos —piel oscura como de mulato, labios gruesos, pelo negro a modo de crines de caballo, dice— responden a un patrón universal invariable, «como si en lugar de humanos fueran una especie animal». No solo en los rasgos externos, sino también y sobre todo en las actividades a las que se dedican, que presentan una «llamativa semejanza en todas las regiones del planeta donde han llegado». Es una clave racial, que vincula la apariencia física con las inclinaciones internas; así, la contracción de sus labios al hablar o su «desagradable sonrisa» demuestran «de una manera evidente», «todas las costumbres de un pueblo bárbaro»; de igual manera que la tristeza es, «como en todo hombre salvaje», el rasgo dominante de su fisonomía. La clasificación de los pueblos en razas jerarquizadas culturalmente, que se estaba construyendo precisamente en el tiempo de Borrow, está detrás de esta forma de definir colectivamente a los gitanos. Aunque diversificando los casos y enfoques practicados en los estudios romaníes, generaciones posteriores de miembros de la Gypsy Lore Society siguieron utilizando la seguridad científica que les proporcionaba esta ordenación racial de la humanidad, sin que les pareciera incoherente con su entusiasmo folclorista por una forma de vida considerada en vías de extinción. Los estudios de David Mayall y Wim Willems a los que remito en la bibliografía son fundamentales para entender cómo se desarrolló este proceso.
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