Meditaciones de Marco Aurelio
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Marco Aurelio. Meditaciones de Marco Aurelio
MEDITACIONES
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN. Los soliloquios de un emperador
Bibliografía
Cronología
Libro I
Libro II
Libro III
Libro IV
Libro V
Libro VI
Libro VII
Libro VIII
Libro IX
Libro X
Libro XI
Libro XII
Отрывок из книги
Soliloquios y pensamientos morales
Soliloquios y pensamientos morales
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La obra que hoy conocemos como Meditaciones es, por diversas razones, una obra excepcional: no sólo, ni fundamentalmente, por su estilo elegante y culto; o por ser el único testimonio escrito de una de las figuras más relevantes del estoicismo tardío; sino, ante todo, por la exquisita sensibilidad que destilan esas notas cargadas de autenticidad y humildad; por la fuerza introspectiva de sus reflexiones reveladoras de su radical identificación entre filosofía y vida; por su penetrante comprensión del desvalimiento y pequeñez de la condición humana en boca, y tiene su mérito, de quien siempre estuvo en la cúspide de la pirámide; por su implacable compromiso moral que aflora en cada reflexión (Stuart Mill lo alabó como «el proyecto ético más perfecto del espíritu antiguo»). En definitiva, uno de los libros de más honda sabiduría y más noble humanidad de cuantos se hayan escrito, frecuentemente calificado como el gran «evangelio pagano»; un monumento a la introspección humana, uno de los más tristes y desoladores. Nada hay en ellas de las gestas del emperador que las redacta, nada de sus dificultades políticas o militares, sólo las desnudas reflexiones de un hombre obsesionado con la virtud y la muerte. Redactadas en segunda persona, rememora el diálogo socrático (autor, por cierto, que más veces aparece en su obra), aunque su interlocutor sea él mismo como venimos diciendo. Porque, su soliloquio es, como fuera para Sócrates y Platón toda reflexión, un diálogo del alma consigo misma, un refugio, una fortaleza a resguardo de las pasiones (VIII.48). De ese modo entendía él la filosofía, como un refugio frente a las disputas, las batallas y los problemas que el imperio le deparaba (VI.12). Sócrates fue el gran referente para los estoicos ante todo por dos razones (dos grandes núcleos, por cierto, del saber antiguo) implicadas en lo antes dicho: por comprender, en primer lugar, que la filosofía no podía ser sino una forma de vida (antes que un corpus teórico al estilo moderno); y, por otra parte, por su asunción de la muerte como destino, como un suceso natural inscrito en la propia condición moral humana: «también es una de las acciones del vivir la que ejecutamos muriendo» (VI.2).
Todavía se discute si estas reflexiones estaban pensadas para ser leídas por alguien. Por un lado, Marco Aurelio encabezó sus reflexiones bajo el inequívoco rótulo: Ta eis heautón (cosas para sí mismo), lo que da pie a pensar que no fueron pensadas para ser leídas por nadie; tampoco parece muy verosímil que el emperador escribiera determinados pasajes si hubieran estado destinados a su publicación. Pero, por otro lado, no es menos cierto que su cuidada redacción, el uso de la segunda persona y otros elementos formales bien pudieran indicar que sus reflexiones fueran redactadas para ser leídas por más personas, tal vez por su grupo reducido de amigos filósofos, o, tal vez, por su hijo Cómodo, quien tendría que sucederle y cuya orientación moral preocupaba a Marco Aurelio (poco tiempo pasaría hasta que Roma certificara sus temores). Respecto al mencionado encabezamiento de las Meditaciones, ha habido quien consideró que tal vez fuera añadido posteriormente al catalogar los legajos que dejó el emperador. No han faltado interpretaciones de todo tipo. En todo caso, la versión actual más acreditada y extendida es la que señala el carácter estrictamente personal de estas notas.
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