Matador

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Автор книги: id книги: 1997165     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 581,84 руб.     (5,67$) Читать книгу Купить и скачать книгу Купить бумажную книгу Электронная книга Жанр: Философия Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9788418552205 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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Mario Alberto Kempes, «Matador», máxima estrella y goleador de la selección albiceleste que ganó el Mundial de Fútbol 1978 y del Valencia CF campeón de la Copa del Rey del 79, Recopa y Supercopa de Europa, decidió contar su versión de una historia que se jugó dentro y fuera del campo y que, después de cuarenta años, todavía genera polémicas.¿Fue Argentina un justo campeón del mundial del 78? ¿Cómo fueron sus despedidas del Valencia CF? ¿Cómo fichó por el Hércules CF?Kempes, mito en el Valencia CF y héroe olvidado o poco valorado en la medida de su enorme legado deportivo en Argentina, desnuda también en esta autobiografía las sensaciones de un hombre que defendió las camisetas que vistió.El «Matador» –hoy comentarista estrella de la cadena deportiva ESPN de Estados Unidos– repasa su extensa trayectoria futbolística desde sus inicios, vistiendo a lo largo de su carrera, las camisetas de, entre otros, Instituto de Córdoba, Rosario Central, Valencia, Hércules, River Plate -hasta un club de fútbol-sala-, y su trayectoria nómada como técnico en Bolivia, Venezuela, España, Italia y destinos tan exóticos como Albania e Indonesia. ¡NO DIGA KEMPES, DIGA GOL!

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Mario Kempes. Matador

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A mi familia

Poco a poco, todos los jugadores regresamos a un camarín donde se respiraban alegría y seriedad. Los abrazos y felicitaciones eran cálidos aunque moderados, casi respetuosos. No se había disparado el éxtasis que suele desbordar a los campeones. Todavía no caíamos en el momento que estábamos viviendo. Había terminado el partido, habíamos ganado, sentíamos la algarabía que agitaba las paredes del Monumental pero no éramos conscientes de lo que habíamos conseguido. Flotábamos sobre una nube. Quizá, si nos hubiéramos quedado un ratito más en la cancha celebrando con la gente en las tribunas, algo que en la Argentina es imposible, tal vez nos habríamos dado cuenta antes. Habíamos consumado un éxito que nunca había logrado una selección albiceleste, un triunfo de «la nuestra» basado, esencialmente, en futbolistas de clubes argentinos. El único jugador que había llegado desde el exterior era yo.

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En esa época me enganché con el cigarrillo. Mi viejo tenía tres camiones y, ese verano, una de las parejas de choferes me invitó a acompañarlos a Jujuy, a recoger una carga que luego debía llevarse a Buenos Aires. Ni bien el vehículo se puso en marcha, el copiloto me dijo: «Tenés que fumar». Paramos a cargar combustible en la estación de servicio que estaba a las afueras de Bell Ville y ahí nomás compré mi primer paquete de cigarrillos. Caí como un tonto. No paré hasta el 2014, cuando me operaron para destaparme varias arterias coronarias. Al principio, fumaba uno o dos cigarrillos por semana a escondidas de mi padre. En esa época, lo más perjudicial, además de la tos horrible que me afectaba, hubiera sido un castañazo del viejo. Ese vicio me acompañó casi toda la vida. Durante mi etapa como futbolista profesional, a cada entrenador que tuve yo mismo le avisé que fumaba y le ofrecí que decidiera si durante las concentraciones podía prender un cigarrillo en la mesa, después de comer, o hacerlo en privado dentro de mi habitación.

Con 16 años, más estilizado tras haber pegado el primer «estirón», pasé a jugar de «diez», según la antigua disposición táctica 4-3-3, por sugerencia del técnico de Bell, Fidel Montemartín. En mi estreno en la máxima categoría de la Liga Bellvillense, el torneo de 1971 salimos campeones. Teníamos un equipazo coronado con un 9 muy particular: un veterano zaguero central, Eduardo Fernández, capitán del equipo, a quien el técnico Montemartín pasó al ataque porque se estaba haciendo veterano y le costaba cubrir las espaldas de sus compañeros, en especial las de los marcadores de punta.

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