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El deseo de lo femenino debe, entonces, armarse de nuevo como tentación, tender la mano, tomar y morder la manzana, comérsela toda, pues el deseo de la mujer ha sido deseo de saber, y con ello ha conspirado anímicamente y con gran imaginación contra las estructuras fosilizadas y los sentidos coagulados de una historia que se ha construido como ley, hierro, cárcel, piedra, encierro, muerte; es decir, de una historia que no ha amado el cambio y la transformación constante, porque solo ha amado el poder y el dominio, en nombre de un preservar que ha tomado el cuerpo como su impulso primordial. Dado que lo que urge ser reconocido es aquello que nos reconecte imaginariamente con el mundo con el fin de salir de la inmovilidad y de la fascinación por la muerte, la guerra y la destrucción, nos conduciremos por las imágenes desde donde habla la incesante conspiración de un mundo nuevo —nuevas relaciones, matices y perspectivas—, un mundo en el que nuestro habitar se abra a su constante posibilidad parturienta, que no es más que incesante configuración imaginaria de mundos posibles, de realidades verosímiles. Marta Cecilia Vélez Saldarriaga