Un océano de luz

Un océano de luz
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Описание книги

Esta obra esta´ dirigida tanto a quienes acaban de emprender el sendero contemplativo como a quienes ya tienen una pra´ctica madura de la contemplacio´n. Esta pra´ctica va progresivamente elevando el alma, libera´ndola de los obsta´culos que introducen confusio´n en nuestra identidad y, por tanto, confusio´n sobre el misterio que denominamos «Dios».A lo largo de una vida de silencio interior brota la flor de la consciencia: la vi´vida realizacio´n de que nunca hemos estado separados de Dios ni del resto de la humanidad, al mismo tiempo que cada uno va convirtie´ndose en aquello para lo que fue creado. En la contemplacio´n nos hacemos silencio ante Dios, de modo que el «ante» desaparece. Aquellos cuyas vidas les han llevado a la tierra del silencio lo saben.

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Martin Laird. Un océano de luz

PREFACIO

AGRADECIMIENTOS

PENSAMIENTOS CON MIL BRAZOS. CONTEMPLACIÓN Y CONDICIÓN HUMANA

UN SILENCIO QUE BRILLA COMO EL SOL. LA CANCIÓN DE LA UNIÓN

ECOS LEJANOS DE CASA. MENTE REACTIVA

UN ESPLENDOR TENUEMENTE ILUMINADO. MENTE RECEPTIVA

UN OCÉANO DE LUZ. MENTE LUMINOSA

NUESTROS HUÉSPEDES INDESEADOS. DEPRESIÓN Y SUS AMIGOS

Notas

Contenido

Отрывок из книги

In memoriam

Dorothy S. Laird

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Durante décadas, Agustín buscó a Dios donde Dios no podía encontrarse: fuera de sí mismo, en la conquista, la carrera, la ambición. Solo cuando Dios le hace caer en un letargo (Gn 2,21), algo inmensamente creativo ocurre. Agustín se despierta en Dios y contempla lo que solo el ojo interior puede contemplar: las huellas de Dios como una luminosa inmensidad. Que mientras caminamos hacia Dios, que hace que salgamos a buscarlo, descubramos nuestro propio silencio arraigado y despertemos en Dios, que nos ha encontrado desde la eternidad.

El 11 de octubre de 2012, el 104º arzobispo de Canterbury, el Dr. Rowan Williams, se dirigió al Sínodo de los obispos en Roma 20. En un discurso inspirado e inspirador, Williams recordó a los obispos la absoluta centralidad de la contemplación para la viva humanidad en Cristo. «La humanidad en la que nos transformamos en el Espíritu, la humanidad que queremos compartir con el mundo como fruto de la labor redentora de Cristo, es una humanidad contemplativa» 21. Williams continuó diciendo algo que seguramente sorprendió a algunos de los obispos: «La contemplación está lejos de ser solo un tipo de cosa que hacen los cristianos: es la clave para la oración, la liturgia, el arte y la ética, la clave para la esencia de una humanidad renovada capaz de ver al mundo y a otros sujetos del mundo con libertad, libertad de las costumbres egoístas y codiciosas y de la comprensión distorsionada que de ellas proviene» 22. Y siguió diciendo: «Para explicarlo con audacia, la contemplación es la única y última respuesta al mundo irreal e insano que nuestros sistemas financieros, nuestra cultura de la publicidad y nuestras emociones caóticas e irreflexivas nos empujan a habitar. Aprender la práctica contemplativa es aprender lo que necesitamos para vivir de una manera verdadera, honesta y amorosa» 23. En esta desafiante afirmación que Williams dirigió a los obispos católicos reunidos en sínodo, podemos escuchar los ecos distantes de Merton. Sin una humanidad moldeada por la contemplación «no tendremos nada que ofrecer a los demás. No les comunicaremos nada más que el contagio de [nuestras] propias obsesiones, agresividades, ambiciones egocéntricas y falsas ilusiones sobre fines y medios» 24. La cultura del marketing y la publicidad impregnan nuestra cultura e invaden nuestra vida espiritual. La práctica de la contemplación no está lejos del alcance de su avidez. La avidez espiritual y las fuerzas de la economía de mercado convierten la espiritualidad en general en una industria, en un producto que se coloca en una estantería y que se vende bien. Y, lo que es aún más triste, esta cultura afianza la habitual convicción, ya profundamente arraigada, de que estamos separados de Dios como de un objeto. Y, por tanto, creemos que necesitamos una estrategia espiritual, como la práctica de la contemplación, para adquirir algo que, para empezar, ni siquiera habíamos perdido del todo; y, una vez adquirido –o eso pensamos–, lo hacemos nuestro. Una vez que es nuestro tratamos de controlar el aspecto que creemos que debe tener una vida espiritual. La espiritualidad queda absorbida en una empresa «egoica» y muy atractiva. Rowan Williams afirma este asunto con gran audacia. «Es una cuestión profundamente revolucionaria» 25.

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