La independencia de Escocia
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Michael Keating. La independencia de Escocia
1. Estado y nación
¿El final de Gran Bretaña?
Explicación compleja
Estados, naciones y sistemas de gobierno
2. Entender la Unión
Estado y Unión
Integración funcional
Construir la organización política
Imperio y monarquía
Forjar la nación
La economía de la Unión
Gestionar la Unión
La ideología y doctrina de la Unión
Reconstruir Escocia
3. La extraña muerte de la Escocia unionista
La Unión cumple 300 años
La reinvención del territorio
La economía política de la Unión
Clase social y cambio social
El Estado del bienestar
El final del club de gobierno
Transnacionalismo e integración europea
Identidades cambiantes
Partido, clase y nación
La ideología de la britanidad
El apoyo a la independencia y a la Unión
¿El final de la Unión?
4. La independencia
¿Puede Escocia separarse?
Negociar la independencia
Repartir activos y pasivos
Ciudadanía
La Constitución de Escocia
La dimensión europea
La dimensión de la seguridad
Otras uniones
Elegir uniones
5. La economía política de la independencia: Estados grandes y naciones pequeñas
Ganadores y perdedores
Política macroeconómica
El Estado de la competición
La concertación social
Más allá de la economía
6. Futuros constitucionales: Estado y nación en el siglo XXI
Perspectivas sobre la Unión
Federalismo
Soberanía–asociación
Uniones cambiantes
7. Más allá de la devolución: el cambio evolutivo
Asuntos fiscales
El Estado del bienestar
Política regulatoria
La cuestión de West Lothian
Reconstruir el centro
¿Una Constitución escrita?
La dimensión exterior
La dimensión europea
El futuro de la Unión
8. Escocia y el futuro de la Unión
Отрывок из книги
La independencia de Escocia
El autogobierno y el cambio de la política de la Unión
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En la mayor parte de países de Europa, existe la tendencia a escribir sobre historia, sociología o política desde dentro, es decir, describir y analizar el Estado y la nación en sus propios términos, en vez de situarlos en un todo más amplio. Esto se une a la atención desmedida por los tipos ideales del Estado-nación «normal», lo que lleva a la tendencia recurrente del excepcionalismo, mediante el cual el país propio se convierte en un caso atípico, que no se amolda a las reglas «normales» del desarrollo nacional. Generalmente, se asegura que este o aquel país no tuvo una revolución burguesa, o se caracterizó por una gran diversidad interna. El Reino Unido no es inmune a esta tendencia, aunque en los últimos años los historiadores han hecho progresos en cuanto a relacionar las historias de las «islas británicas» (Pocock, 1975; Kearney, 1995; Davies, 1999), situándolas en un contexto europeo (Scott, 2000). Ningún desarrollo en ningún país puede corresponderse con los tipos ideales, ya que se trata de meras generalizaciones de la suma de las experiencias individuales, pero esto no nos condena al excepcionalismo. Las teorías de la ciencia social pueden utilizarse para interpretar los casos, reconociendo su especificidad histórica. El Reino Unido puede ser muy diferente a Francia, pero su experiencia histórica tiene elementos comunes con, por ejemplo, España.
La historia es importante en otro sentido que la ciencia política ha olvidado: se muestra como un campo de lucha y un medio para interpretar y dar sentido al presente. Los historiadores saben que muchas veces su agenda está moldeada por las preocupaciones del presente, y, por ejemplo, los argumentos históricos sobre la Unión de 1707 suelen depender de las actitudes hacia la Unión en 2008. Muchas veces la historia se parece a un cuarto trastero lleno de objetos que pueden airearse, recuperarse y restaurarse para fines actuales, y la historia escocesa no es una excepción. Ya hemos comentado la tendencia de algunos observadores a asumir que la Unión nunca existió porque actualmente se está debilitando. Existen infinidad de teorías sobre el viejo Estado escocés y sobre si pudo lograr, en algún momento, una verdadera soberanía, y también sobre la vocación europea de Escocia a lo largo de la historia. En parte, la evolución de la Unión en los últimos trescientos años ha dependido de las representaciones cambiantes de su objetivo original. Las ambigüedades y los silencios (por ejemplo, en torno a la cuestión de la soberanía) han proporcionado combustible a los debates legales y constitucionales.
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