"Mi historia es otra historia más, tan sencilla y delicada como la de cualquier otro inmigrante italiano. Pero con tantas ansias de superación que es lo que termina por diferenciar a unos de otros y con la satisfacción de haberlo logrado. No por el reconocimiento público, ni por la superación al semejante, sino por la superación a sí mismo. Me daré por satisfecho si puedo dejar en claro que me he superado porque así lo siento cada mañana y cada noche y sigo intentando hacerlo día a día" (Miguel Bornaschella). "La vida me tenía reservada su confianza para llevar a cabo este relato. No solo eso, sino la oportunidad para repreguntar, el espacio necesario que me ha dado para poder inmiscuirme en sus sentimientos y poder conocer no solo lo necesario sino todo lo que la curiosidad demandaba para completar el panorama. Gracias a unas y otras he podido situar ante mis ojos una historia tan emocionante que no creo que la pluma tenga la habilidad de detallar con la fidelidad necesaria" (Alberto Miramontes).
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Miguel Bornaschella. La satisfacción de haberlo logrado
Agradecimientos
Palabras del escribiente…
Prólogo
I. Montaquilla, el pueblo natal
II. El germen de la emigración
III. El mundo del otro lado del océano
IV. Crecer del otro lado del océano
V. La cultura del trabajo y otras costumbres italianas
VI. Los primeros trabajos
VII. El principio del largo recorrido laboral
VIII. El ejercicio del comercio y el modelo americano
IX. La empresa propia
Primer retorno a Italia
X. Los dos paraísos no existen
XI. La familia propia
XII. Despejarse y seguir
XIII. Volver a empezar (otra vez)
XIV. Un nuevo comercio internacional
XV. La calma después de la tormenta
XVI. Nuevos rubros
XVII. El viaje a la inversa, cincuenta años después
XVIII. Los nietos
XIX ¿La última aventura?
Índice
Отрывок из книги
Miguel Bornaschella
LA SATISFACCIÓN DE HABERLO LOGRADO
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En otra habitación dormía toda la familia. Y en otras dependencias tenían su lugar para guardar las herramientas para trabajar la tierra, su establo, en general habitada por la vaca, la mula y el caballo, estrictamente uno y uno, la vaca para el suministro de la leche, y el caballo y la mula para tirar del carro y labrar la tierra. Había también un espacio para guardar todas las conservas de las cosechas procesadas y de los animales, de las cuales se retiraba económicamente lo necesario para comer o para comerciar cuando hiciera falta. Era habitual ver también trapiches donde se molían las aceitunas y se producía el aceite, o se fabricaba el vino.
No había límites entre una familia y la otra y todos conocíamos sus secretos, sus conversaciones, sus alegrías y sus tristezas. A los oídos de unos y otros llegaban todas las conversaciones, un poco por la proximidad inevitable y otro poco por la costumbre de hablar con bramidos que retumbaban entre los enormes muros. Sin embargo las comodidades de la casa eran las suficientes. Por un lado, porque sí y además porque no se conocían otras. Había llegado la energía eléctrica pero además de la luz por las noches, no había otros aparatos para conectar.