La herida de la literatura
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Miriam Beizana Vigo. La herida de la literatura
La herida de la literatura
Prólogo
I
A Melilla
Septiembre
La herida
Resaca literaria
II
¡Bosa, bosa!
Fósiles en la playa
Ausencias
Extraterrestres y dimensiones
III
Mamá
Helga Rivera
La clase de literatura
Una amiga
IIII
La casa verde
La escritora transparente
Albóndigas
El tiempo de las cerezas
V
Fiesta
Fiesta II
Fiesta III
La resaca
VI
Los rasguños
Doscientas noches
Gripe
Gripe II
VII
Mi abuela
Qué mentira
Caballo, moneda, manzana
Al respirar
VIII
La enfermedad
Los libros ya no están
Escritora lesbiana
Sin pelo
IX
Carrusel
Lolita
Suicidio
Antía
X
En el barco
Habitación de hotel
Calle Larios
Habitación de hotel II
XI
Caza de brujas
Trescientas tres veces
La cárcel de mujeres
Feliz Janucá
XII
Nada
«Mujer»
La Boca del León
La niña que olvidó su nombre
XIII
Melancolía
Final I
Final II
Agradecimientos
Traducción de fragmentos en gallego
Отрывок из книги
Miriam Beizana Vigo nació en A Coruña en 1990. En 2016 inauguró con David Pierre la web literaria A Librería, también participó en el podcast #CaféLibrería y en la web Hay una lesbiana en mi sopa. Ha publicado tres obras narrativas: la bilogía compuesta por Marafariña (2015) e Inflorescencia (2018) y la novela corta Todas las horas mueren (2016). También ha publicado diversos relatos, entre los que destacan «El tren» (autopublicado en Lektu, finalista en el XI Certamen de Cuentos Interculturales Melilla en 2017), «DOR» en Actos de F.E. (Editorial Cerbero, 2018) y su relato «A Raíña», finalista en el I Premio Misteria de LES Editorial (2019).
Escribe mensualmente en su web miriambeizana.com.
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«Mamá», ronroneó Letra.
Desfallecí al pensar en ella y ahí, al fin, el llanto apareció como la catarsis del alma, que nada tenía que envidiar al hecho de escribir. Vomité lágrimas sobre la almohada, ante la perversa mirada de Letra, que no daba crédito a mis aspavientos repugnantes. Me aferré a las sábanas sudadas, envuelta por el olor que desprendía mi cuerpo después de varios días sin ducharme. Los latigazos de nostalgia fueron cada vez más intensos y la pena hacia mí misma fue putrefacción en mi sentido común. La cama iba haciéndose más y más grande. Yo cada vez más y más pequeña, a la inversa, como volviendo a ser un bebé.
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