Carlos V en Cerdeña

Carlos V en Cerdeña
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Описание книги

Esta edición de sesenta y nueve cartas inéditas conservadas en el Archivo General de Simancas, la Biblioteca Nacional de España y la Real Biblioteca de Madrid permite arrojar nueva luz sobre los vínculos y conflictos de la aristocracia y el alto clero de la isla de Cerdeña con las cortes de Carlos V y Felipe II. Esta correspondencia, intercambiada entre Jerónimo de Aragall, Antioco Bellit, Jaime Montanyans, Antoine Perrenot de Granvelle y otros destacados personajes de mediados del siglo XVI, comprende el periodo entre 1541 y 1570.

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Nicoletta Bazzano. Carlos V en Cerdeña

ÍNDICE

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

«Gaudeat Sardinia»: Carlos V en la isla y en el Mediterráneo

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La posesión de la isla era una pieza importante del mosaico que la Corona aragonesa estaba construyendo dentro del Mediterráneo. Cerdeña era, de hecho, un núcleo estratégico fundamental para el diseño de la «ruta de las islas» o «ruta de las especias», un camino privilegiado que conectaba, a través de las posesiones mallorquinas, Aragón y Cataluña con Sicilia, atada a la Corona tras la revuelta de las Vísperas sicilianas y la paz de Caltabel·lotta (1302), y a los ducados de Atenas y Neopatria, conquistados a principios del siglo XIV durante las Cruzadas.56 Una presa codiciada, pues, ya sea como escala o como mercado, sobre todo para la marinería comercial catalana decidida a desafiar a las grandes potencias marineras italianas, Pisa, Génova y Venecia, y a extenderse en las aguas mediterráneas.57 Por eso, a pesar del largo conflicto, las relaciones comerciales entre sardos y catalanes durante la tardía Edad Media se intensificaron, hasta alcanzar un notable nivel durante el reinado de Fernando el Católico.

Bajo Fernando el Católico se definió de manera duradera la arquitectura institucional, que tuvo una marcada impronta catalana. La ausencia del rey, como en los otros reinos de la Corona, fue suplida por el nombramiento de un virrey, un alter ego del soberano que ejercía con poderes judiciales, ejecutivos, legislativos y militares y a cuya autoridad todos los súbditos del reino estaban llamados a obedecer como al propio soberano. El representante del rey era responsable del orden social en tiempo de paz y capitán general del ejército en tiempo de guerra, a él competía el control de la administración de justicia y, con la ayuda del tesorero general y del maestro racional, la gestión del patrimonio real.58 El papel de virrey se configuraba así como una verdadera ficción jurídica transitoria. En la isla, como en muchos otros dominios de la Monarquía, la potestas ordinaria que se confería al virrey participaba de la potestas regia, y podía ser controlada por el rey, único poseedor de la potestas absoluta, en última instancia con el poder de revocar la representación, es decir, de destituir al ministro. Para desempeñar el cargo de virrey de Cerdeña se llamaba, generalmente, a un miembro de algún importante linaje aragonés, catalán o valenciano, que había tenido la oportunidad de probarse al servicio del monarca. En el caso sardo, los virreyes, gracias también a la larga duración de su mandato, estaban destinados a consolidar el vínculo entre los grupos sardocatalanes y la corte y a reforzar el consenso con respecto a un soberano, como Carlos V, cuyos intereses inmediatos podían estar más vinculados a los asuntos de otras partes de Europa.59 Originarios del reino eran, en cambio, los dos gobernadores territoriales, el uno responsable del norte de la isla, el llamado Cabo de Sassari y Logudoro, y el otro del sur, al mando del Cabo de Cagliari y Gallura. La administración de Cerdeña estaba a cargo de un fiscal real, responsable de la gestión ordinaria y extraordinaria del patrimonio real. A su lado operaban el maestro racional, que controlaba la contabilidad pública, y el receptor del reservado, el colector de las rentas del patrimonio real. A partir de 1487, junto con el virrey en el gobierno político, se encontraba el regente de la Real Cancillería, una emanación del vicecanciller del Consejo de Aragón. El regente servía de enlace entre el reino y la alta burocracia cortesana.

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