San Pablo y las mujeres
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Nuria Calduch-Benages. San Pablo y las mujeres
AUTÉNTICAS MISIONERAS. EN LA IGLESIA NACIENTE
FEBE, MUJER DE LUMINOSA CARIDAD
PRISCILA, UNA MUJER EN PRIMER PLANO
JUNIA, LA APÓSTOL
LIDIA, GUÍA DE LA PRIMERA IGLESIA DOMÉSTICA EN FILIPOS
EVODIA Y SÍNTIQUE, «LAS QUE LUCHARON POR EL EVANGELIO A MI LADO» (Flp 4,2-3)
LA ESCLAVA POSEÍDA
LA PROFECÍA. DE LAS HIJAS DE FELIPE
TRIFENA Y TRIFOSA
¿MUJERES DE DIÁCONOS. O DIÁCONOS MUJER?
VIUDAS: LA CARIDAD ES LO PRIMERO
EL FEMINISMO DE SAN PABLO
BREVE BIBLIOGRAFÍA. EN LENGUA ESPAÑOLA
AUTORAS Y AUTOR
Notas
Contenido
Отрывок из книги
NURIA CALDUCH-BENAGES
No hay dos sin tres: he aquí el tercer volumen de una trilogía dedicada a las mujeres en la Sagrada Escritura. El primer volumen, Mujeres de la Biblia (2018), estuvo dedicado a las figuras femeninas más relevantes del Antiguo Testamento; el segundo, Mujeres de los evangelios (2019), hizo un repaso por las mujeres que seguían a Jesús; finalmente, el tercero, San Pablo y las mujeres (2020), indaga sobre aquellas amigas, hermanas y apóstoles que colaboraron activamente en la misión evangelizadora del Apóstol. Además de estas mujeres –de sobra conocidas–, hemos querido dar espacio a una figura femenina anónima que siempre ha recibido escasa atención por parte de los estudiosos: la esclava poseída y curada por Pablo, según cuenta Lucas en Hch 16,16-19. Nuestra atención se ha dirigido también a tres grupos de mujeres que, aunque no son mencionadas en las cartas paulinas, jugaron un papel importante en la Iglesia primitiva: las profetisas (las cuatro hijas núbiles de Felipe, Hch 21,6), las diaconisas (1 Tim 3,11) y las viudas (1 Tim 5,3-16).
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Desafortunadamente, sabemos lo que sucedió después. Así lo cuenta Adriana Valerio: «Este protagonismo femenino, sin embargo, se vio pronto olvidado y ocultado. En las comunidades pospaulinas, de hecho, al alejarse la inminente llegada del fin del mundo, se afirmó cada vez más una organización jerárquica regida por varones, gracias también a un lento proceso de clericalización, del todo ausente en Pablo» 4.
La mujer, por tanto, desaparece de la escena poco a poco, en silencio, sin que nadie note su ausencia. La vocación de la mujer, sin embargo, no es ni el silencio ni la invisibilidad. Está llamada a ser una presencia activa, empeñada y vivificante en una Iglesia que hoy más que nunca necesita del «genio femenino» para poder anunciar el Evangelio con transparencia y coherencia de vida.
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