El cerebro y el arte moderno
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Osvaldo Fustinoni. El cerebro y el arte moderno
Advertencia al lector
Prólogo
Introducción
I. Siglo XIX. Del clasicismo al modernismo. Ver, pensar, abstraer
Ansias de escapar
Impensada irrupción
Los desasosiegos del maestro Johann
La luz por encima de todo
Ciñendo el color
Química y visión
Luz y luminancia
Centro y entorno
Color y contraste
Manchadores al tuntún
Provocador, precursor y autónomo
Guerra y viaje inspirador
Cuando huye el día
El impresionismo atomizado
Frenesí pictórico
Los monstruos de Vincent
Parcelar e idealizar: el loco Paul
Sintetistas y zahoríes
Iracundos del color
El prostíbulo y el cabaret
Todas las caras, todos los ángulos
II. 1900. Otras indagaciones y caminos. La mente y la conducta. Fin de siècle. Mística, lúes y enajenación
El hombre del norte
El puente y el sexo
El jinete y la abstracción
Xul y lo recóndito
Angst, Sezession y guerra
Erotismo púber y autorreferencial
Derrota, revolución y decadencia: Weimar
El cerebro provocado (I): el reconocimiento visual
El cerebro provocado (II): la emoción y la empatía
Desenfadados contra el arte
Sueños, visiones y espectros
Fantasías y precursores
Yadwigha, sobre un diván rojo, entre lirios. Una sextina para el Aduanero
Rara avis metafísica
Paisajes lunares
Pulsiones y engendros reprimidos
Asociaciones paradójicas
Excéntrico, histriónico y desinhibido
Automatismo bosquiano
III. Siglo XX. Reinventando la imagen
El precursor y sus sucesores
El gran reductor
La tercera dimensión: reensamblando la forma
La tercera dimensión: hombre y mujer
Il fascino della mossa
Horizontales y verticales
Geometrías venidas del Este
La abstracción arrebatada
Sólo color
Recapitulando el movimiento
Historietas y latitas de sopa: ¿mutación intencionada?
¿Y esto es arte?
Epílogo
Bibliografía
Agradecimientos
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Es en el capítulo II en el que se desarrolla la espinosa y muchas veces desviante cuestión de los lazos entre las artes y las patologías neuropsíquicas, antiguo problema que ya Marsilio Ficino y sus seguidores neoplatónicos presentaron en términos de la influencia de Saturno en las mentes de los seres humanos abiertos al conocimiento de la ciencia y al cultivo del arte, presa frecuente del más negro de los estados del ánimo, la melancolía (el “sol negro”, como la llamaría más tarde Gérard de Nerval). Las formas de la histeria, los métodos de la hipnosis, los fenómenos de la sugestión, la “desagregación” descripta por el norteamericano William James a finales del siglo XIX se manifestaron más que en otras épocas de la historia de las artes. Charcot, Freud, Otto Weininger, Krafft-Ebing y sus abordajes de la sexualidad humana son nombres que atravesaron tanto la práctica cuanto la hermenéutica de la producción estética. Y así se suceden las biografías neuropáticas de Munch, de los pintores del movimiento Die Brücke, de los artistas del movimiento vienés en el giro entre los siglos XIX y XX (tan bien estudiado por Carl Schorske, 1980), que desenvolvió los temas de lo femenino como poder y amenaza en Klimt, de las ambivalencias de la pubertad y el autoerotismo en Kokoschka y Egon Schiele.
El segundo núcleo de la neurobiología, tratado por Fustinoni y coronado por la bella idea del “inconsciente creativo”, se vuelca a una nueva lectura del movimiento Dadá, de los artistas del movimiento surrealista, de los “singulares” como el Aduanero Rousseau y Marc Chagall, hasta terminar en los automatismos bosquianos de Miró y el diagnóstico de las paradojas perceptivas y semióticas de Magritte sobre la base de las ambigüedades y el equívoco, prefiguraciones de la habitación y de la silla de Ames, cuyos experimentos ya había acercado Gombrich al estudio de las ilusiones en su gran obra Arte e ilusión (1959). Claro que el libro de nuestro argentino debía culminar y lo hace en el experimento que protagonizaron las artes plásticas de Occidente para reinventar la imagen, con lo que pusieron en juego, a conciencia, facultades perceptivas y cerebrales que la divulgación científica había puesto al alcance de un amplio público cultivado en el que figuraban los artistas. Tal como Linda Dalrymple Henderson ha demostrado, nociones básicas de la física relativista y las bastante más complejas de las geometrías no euclidianas estuvieron en el centro de muchos debates teóricos de las estéticas cubista, futurista y suprematista o en sus intentos de representar el espacio hiperdimensional (Dalrymple Henderson, 1983). Mondrian aprovecharía el principio del antagonismo centro-entorno que rige las relaciones entre las neuronas ganglionares centradas y las descentradas para lograr ese imposible mecánico, pero ilusorio y fuertemente convincente de la percepción de un movimiento en los patrones geométricos del Broadway Boogie-Woogie. Lo cinético fue la variable independiente y dominante de la fórmula para la escultura de Naum Gabo y el arte cinético de Calder o Tinguely, nombres a los que Fustinoni agrega el de Julio Le Parc, personaje que también nos remite al op-art y a una obra maestra de la neuroarthistory, el artículo “La neurología del arte cinético”, que Semir Zeki publicó junto a Matthew Lamb en la revista Brain en 1994.
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