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INTRODUCCIÓN
Leyendas urbanas
Capítulo uno
S.O.S. desde la ciudad de los brujos
Capítulo dos
El primer encuentro con un hombre sombra
Capítulo tres
El último, que apague la luz
Capítulo cuatro
Un zombi que no es un zombi
Capítulo cinco
Una pequeña pista amarilla
Capítulo seis
Libros nuevos, libros usados, libros ocultos
Capítulo siete
Un ejército de zombis
Capítulo ocho
Los tambores no son de carnaval
Capítulo nueve
Corre, Forrest, corre
Capítulo diez
Un muñequito simpático… no tan simpático
Capítulo once
Nuestro amigo el zombi
Capítulo doce
Dos pistas, dos grupos
Capítulo trece
En la cueva de las maravillas
Capítulo catorce
Jugando en la casa de muñecas
Capítulo quince
Atrapados
Capítulo dieciséis
Contando historias
Capitulo diecisiete
La emboscada
Capítulo dieciocho
Pequeños demonios
Capítulo diecinueve. Una breve historia
Capítulo veinte
Las cartas sobre la mesa
Capítulo veintiuno
Wiccas; que las hay, las hay
Capítulo veintidós
Dejar que la mente del hombre decida
Capítulo veintitrés
Breve descripción de un plan siniestro
Capítulo veinticuatro
El Gran Hermano te vigila
Capítulo veinticinco
Hacia el mundo perdido
Capítulo veintiséis
La ciudad de El Calaveras
Capítulo veintisiete
Jugando a hacer sapitos
Capítulo veintiocho
En busca de un insecticida
Capítulo veintinueve
El ataque del fuerte
Capítulo treinta
El acertijo del compás
Capítulo treinta y uno
La llave dorada
Capítulo treinta y dos
Entrega inmediata
Capítulo treinta y tres
Reencuentros
Capítulo treinta y cuatro
Viejos amigos
Capítulo treinta y cinco
Una mano amiga
Capítulo treinta y seis
La batalla de las Termópilas
Capítulo treinta y siete
Las brujas no existen, pero que las hay, las hay
Capítulo treinta y ocho
¿El triunfo de Vandeschu?
Capítulo treinta y nueve
Salida de la tumba
Capítulo cuarenta
Un nuevo amanecer
Capítulo cuarenta y uno
Regreso a casa
Capítulo cuarenta y dos
Watson & Cía. La sociedad de papel
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–¿Dices que debería ir a un psiquiatra? –me preguntó Ágatha–. ¿Y el rostro del hombre sobre la pared, los tambores y la risita que escucharon? ¿Acaso fue una alucinación colectiva?
–Era solo una conjetura. No debemos descartar nada. Pero ¿y si solo se trató de un simple susto o se encuentran sugestionados? –insistí.
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