Polen en el viento
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Rafael Cuevas Molina. Polen en el viento
Rafael Cuevas Molina
Polen en el viento
Capítulo I. La visita
Capítulo II. Es lo que nos toca
Capítulo III. Dariíto
Capítulo IV. Orgullosa
Capítulo V. Fini
Capítulo VI. Nicaragua
Capítulo VII. La llamada
Capítulo I. En una cama de hospital
Capítulo II. La guerra
Capítulo III. Discrepancias
Capítulo IV. En la encrucijada
Capítulo V. La oportunidad
Capítulo VI. El frío
Capítulo VII. Traerla
Capítulo VIII. El enojo
Capítulo I. El nombre
Capítulo II. Pura vida
Capítulo III. Lo peor que pudo pasarme
Capítulo IV. De palo
Capítulo V. El que va y viene
Capítulo VI. El protocolo
Capítulo VII. Solo
Capítulo I. El comienzo
Capítulo II. La incertidumbre
Capítulo III. San Antonio de cabeza
Capítulo IV. Claroscuros
Capítulo V. La procesión por dentro
Capítulo VI. Los sueños
Capítulo VII. Las redes
Capítulo I. La mujer que soñaba
Capítulo II. Sola
Capítulo III. La iglesia
Capítulo IV. Doña María y las elecciones
Capítulo V. Fin de año
Capítulo VI. La salud
Capítulo VII. La muerte
Capítulo I. La obstinación
Capítulo II. El pelo de Melania
Capítulo III. La independencia
Capítulo IV. El miedo de doña Andrea
Capítulo V. La fiesta
Capítulo VI. La confesión
Capítulo I. El aviso
Capítulo II. La ventana
Capítulo III. La conmoción
Capítulo IV. Las consecuencias
Отрывок из книги
Estimado lector: Muchas gracias por adquirir esta obra
y con ello, apoyar los esfuerzos creativos de su autor y de la editorial,
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San José, Costa Rica
Por eso, cuando aparecía su silueta grandota pegando gritos y abrazándonos a todos en el umbral de la casa, era como si de repente se nos aflojara el cuerpo y ni las canillas parecían querer sostenernos, yo no sé si de la alegría o del susto o de las dos cosas juntas. Y entonces empezaban los cuentos que nos hacían quedarnos despiertos hasta bien tarde, alumbrados solo por el candil que mi mamá ponía en el centro de la mesa, unos con los ojos pelados y otros dormidos en el regazo de mi mamá o de la abuela, y no paraba hasta que se iba de nuevo, con la mochila al hombro, mientras mi abuela lo persignaba y le pasaba el escapulario por la frente, y mi mamá decía que ni tiempo de que se repusiera y engordara un poquito había habido.
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