Movimientos y emancipaciones
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Raúl Zibechi. Movimientos y emancipaciones
Prólogo
Introducción
La «lucha contra la pobreza» como contrainsurgencia
Una herencia de Vietnam
Domesticar el campo popular
Del fracaso mexicano al «fortalecimiento organizativo»
El combate progresista a la pobreza
De los movimientos a las organizaciones
El triunfo del movimiento social
Cuadro 1. Los nuevos actores-movimientos (1970-1980)2
¿El fin de los movimientos?
La era de las organizaciones sociales
Hacia la reconsideración del movimiento social
Desafíos de los movimientos ante las políticas sociales
El desborde obrero de los 60
La clase de los «gorilas amaestrados»
El poder de las bases
Cuadro 1. Conflictos en secciones CYSSA, segun causas (Diciembre 1955-agosto 1960)
Descanso rotativo: dos visiones del mundo
El ausentismo, resistencia sorda
Ritmos y productividad: ablandar a los cronometristas
El conflicto en los Telares
Hacia la gran huelga de 1960
La ocupación de la planta textil
De los micro-conflictos al estallido
Nuestros dirigentes los elegimos nosotros
El retorno de la disciplina al taller
Cuadro 2. Ocupados en cyssa por categorias por años
El fin del espíritu de comunidad
El triunfo las multitudes
Bibliografía
Отрывок из книги
MOVIMIENTOS Y EMANCIPACIONES
Del desborde obrero de los ’60 al «combate a la pobreza»
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En Bolivia, uno de los países definidos como prioritarios para la cooperación internacional, en ese período hubo una explosión de ONGs: pasaron de 100 en 1980 a 530 en 1992 (Arellano-Petras, 1994: 81). A medida que avanzaba la década, el peso de las ONGs en los proyectos del Banco seguía creciendo, hasta alcanzar el 59% de los proyectos para América Latina en 1999, casi cuatro veces más en una década (Mendes, 2009: 238). Sin embargo, el problema no son tanto las ONGs en sí mismas, aunque es evidente que son parte del problema, sino los modos de trabajo inspirados en las políticas diseñadas por el Banco Mundial. Más que por la cantidad de ONGs incorporadas a la cooperación, el cambio se produjo al interior de ellas. En ese período se produce una fuerte competencia por obtener financiación y por conseguir espacios de actuación, lo que las lleva a una mayor institucionalización y profesionalización, de modo que «pasaron a ser cada vez más parecidas a las organizaciones internacionales empresariales y multilaterales en su lógica de funcionamiento, su estructura, organizacional y su modo de operar, aunque muchas compartieran los mismos objetivos» (Mendes, 2009: 205; Rodríguez-Carmona, 2009).
Otros factores que contribuyeron en ese proceso de profesionalización, fueron la necesidad de contar con equipos con formación universitaria (camadas de antropólogos, sociólogos y cientistas políticos), dominar el inglés, la necesidad de viajar y adquirir experiencia de trabajo transnacional, aceptar las reglas del juego en el terreno de la cooperación y, sobre todo, dominar los saberes necesarios para elaborar proyectos capaces de obtener financiación y ser eficientes en el cumplimiento de las metas. Ironía de la vida, este «imperialismo blando» se expande en el mismo momento en que el imperio intensifica sus intervenciones militares, «el imperialismo duro»: en la era Clinton (1993-2001) se produjeron 48 intervenciones militares frente a las 16 que se sucedieron durante toda la guerra fría (1945-1991).
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