Отрывок из книги
Akal / Inter Pares
Ricardo Forster
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Porque el neoliberalismo, y no nos cansaremos de decirlo, es mucho más que la financiarización del capitalismo, su momento zombi en el que ha puesto el piloto automático que nos lleva directamente hacia la consumación de la catástrofe; el neoliberalismo se ha sostenido y expandido gracias a una profunda y colosal captura de las subjetividades. Valores, formas de la sensibilidad, prácticas sociales, costumbres, sentido común han sido atravesados y reescritos por la economización de todas las esferas de la vida. Y es en el interior de una sociedad fragmentada y desocializada por donde se cuela, a una velocidad vertiginosa que nos deja impávidos, la potencia del virus y su capacidad para infectar nuestras vidas. Enfrentados a un retorno de lo real monstruoso, cuando las certezas colapsan y los imaginarios dominantes ya no sirven para apaciguar nuestra angustia, es cuando nos vemos impelidos a construir viejas y nuevas prácticas que habían sido desplazadas por un sistema de la hipertrofia competitiva e individualista: reconstruir lo común, el ámbito de la sociabilidad solidaria y del reconocimiento. Revitalizar la dimensión de lo público y del Estado como garantes de un principio genuino de igualdad democrática, y expropiarle a la insaciabilidad del capitalismo neoliberal el derecho a la salud pública, gratuita y de calidad. Aprender, a su vez, de esta pandemia que nos muestra los límites de un orden económico y tecnológico que no sólo profundiza las desigualdades, sino que también ha generado las condiciones para la degradación cada día más inexorable de nuestra casa que es la Tierra. Un virus que nos pone a prueba como sociedad y como seres humanos que necesitamos reaprender a cuidarnos y cuidar la vida que nos rodea y que nos permita seguir soñando un futuro.
Hay voces que se alzan imaginando que la pandemia global va a poner en jaque al capitalismo (Žižek, por ejemplo; menos enfático, Bifo Berardi); otras que conciben una salida China articulada como Estado autoritario-policial y dominada por el big data como el gran instrumento que ha permitido a países como Corea del Sur, Japón y China atacar con mayor éxito la expansión del Covid-19, una alternativa focalizada en la mayor disponibilidad de esas sociedades a las acciones colectivas y a aceptar los controles y la dirección de un poder unificado (Byung-Chul Han y, en parte, Naomi Klein abonan este desemboque[1]). Estaríamos asistiendo a la brutal crisis del «modelo occidental de libertades individuales y públicas» que se demostró incapaz de enfrentarse al desafío del virus. Sin embargo, de esta crisis, eso sostiene Han, no deberíamos esperar un más allá del capitalismo sino una salida bajo la forma del maridaje entre más economía de mercado y más vigilancia social. Incluso las decisiones de radicalizar las cuarentenas y, por lo tanto, las de ampliar el aislamiento social suponen, en el fondo, una mayor amplitud de los vicios del individuo solipsista que sólo tiene tiempo y humor para pensar en sí mismo mientras sigue encadenado a la cárcel de su propia libertad de autoexplotarse bajo la forma del teletrabajo, que, eso nos dicen, llegó para quedarse y como una de las consecuencias de la peste. El escepticismo agudo y corrosivo que suele recorrer toda la obra del filósofo coreano-alemán se vuelve más explícito todavía frente a la pandemia. Para él, sólo un abstracto replanteo de las formas de producción, de consumo y de vida podrá contribuir a sobrellevar las consecuencias de un sistema que arruina al planeta y a nosotros con él. Tiende a pensar que, otra vez más, de las crisis el capitalismo sale fortalecido en su tendencia a la concentración y a la imposición social de sus premisas organizacionales.
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