Cuando, en 2016, el archivo de Ricardo Piglia fue enviado a la Universidad de Princeton, se encontraron allí las cintas que contenían la grabación del seminario sobre las novelas cortas de Juan Carlos Onetti que dictó en la Universidad de Buenos Aires en 1995. Piglia solicitó su transcripción y dedicó los últimos meses de su vida a la revisión de este material inédito, que se reúne por primera vez en Teoría de la prosa. El programa de trabajo de estas nueve clases aborda problemáticas diversas, y la invitación a recorrerlo se torna irresistible; así la enuncia el propio autor: «Por un lado, analizaremos las relaciones del secreto y la narración; por otro lado, vamos a rastrear esta cuestión en una selección de textos de Onetti y, finalmente, discutiremos estos problemas en función de la forma nouvelle». La mirada aguda y la argumentación certera de Ricardo Piglia, uno de los mayores referentes de la literatura latinoamericana, sumadas a su claridad expositiva y al tono fluido propio de la oralidad, hacen de este libro una obra imperdible.
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Ricardo Piglia. Teoría de la prosa
Índice
NOTA A ESTA EDICIÓN
PRIMERA CLASE. 28 DE AGOSTO DE 1995
SEGUNDA CLASE. 4 DE SEPTIEMBRE DE 1995
TERCERA CLASE. 11 DE SEPTIEMBRE DE 1995
CUARTA CLASE. 18 DE SEPTIEMBRE DE 1995
QUINTA CLASE. 25 DE SEPTIEMBRE DE 1995
SEXTA CLASE. 9 DE OCTUBRE DE 1995
SÉPTIMA CLASE. 23 DE OCTUBRE DE 1995
OCTAVA CLASE. 30 DE OCTUBRE DE 1995
NOVENA CLASE. 13 DE NOVIEMBRE DE 1995
EPÍLOGO
OTROS TÍTULOS DE ESTA COLECCIÓN
Отрывок из книги
RICARDO PIGLIA
Teoría de la prosa
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Según Shklovski, el secreto cumple de una manera invisible la misma función, es un lugar de encuentro. Quiero usar algunos ejemplos claros, breves y les voy a leer un texto que está en este libro de Ítalo Calvino que recomiendo siempre, llamado Seis propuestas para el próximo milenio. Ahí hay un relato que Calvino cuenta, dice:
El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamoró del lago Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.