La mucama de Omicunlé
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Отрывок из книги
LARGO RECORRIDO, 82
LA MUCAMA DE OMICUNLÉ
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Peri sabía diálogos completos de comedias del siglo pasado que nadie había visto, como Police Academy y The Money Pit. En esas películas, Acilde veía la vida paciente de hacía más de cincuenta años, y se sorprendía con aquellas gentes sin plan de datos integrado ni nada. En casa de Peri caían chicos de familias acomodadas a tragar pastillas y a jugar, a veces durante días seguidos, el Giorgio Moroder Experience. El juego-experiencia de Sony te permitía estar en una fiesta disco de 1977 y bailar con otros fevers, como decían los que preferían juegoexperiencias de guerra a los millones de jugadores que acudían a la fiesta virtual, combinando el viaje con pastillas para sucumbir al sintetizador palpitante y sensual de «I Feel Love» de Donna Summer, que en el juego-experiencia duraba una hora completa. En la madrugada, cuando se acababan las tuercas y el dinero para comprarlas, Peri y su amigo Morla organizaban un paseo al Mirador, de donde, tras unas horas de trabajo, regresaban para patrocinar la segunda parte de la fiesta.
Morla era un chico de barrio, estudiaba derecho y traficaba con lo que estuviese a mano: árboles frutales, drogas de las todavía ilegales y criaturas marinas, lujo codiciado por coleccionistas adinerados ahora que los tres desastres habían acabado con prácticamente todo lo que se movía bajo el agua. El sueño de Morla era trabajar en el gobierno y mentía sobre sus orígenes delante de los demás amigos de Peri, hijos de funcionarios que lo despreciaban comprobando, con el PriceSpy, que las camisas de Versace que se ponía eran falsificadas. Fue él quien habló a Acilde de la Rainbow Bright por primera vez, una inyección que ya circulaba en los círculos de ciencia independiente y que prometía un cambio de sexo total, sin intervención quirúrgica. El proceso había sido comparado al síndrome de abstinencia de los adictos a la heroína, aunque los indigentes transexuales que habían servido de conejillos de Indias decían que era mucho peor. En ese instante los quince mil dólares que costaba la droga se convirtieron en el norte de Acilde: tenía que hacer dinero. Y como no se le ocurrió nada mejor, esa misma noche fue con ellos al Mirador.
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