La flecha negra
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Robert Louis Stevenson. La flecha negra
/ PRÓLOGO. JOHN ENMIENDA TODO
/ LIBRO I. LOS DOS MUCHACHOS. CAPÍTULO 1. EN LA POSADA DEL SOL, EN KETTLEY
CAPÍTULO 2. EN EL PANTANO
CAPÍTULO 3. LA BARCA EN EL PANTANO
CAPÍTULO 4. LA HERMANDAD DE LA FLECHA NEGRA
CAPÍTULO 5. SANGUINARIOS COMO EL CAZADOR
CAPÍTULO 6. HASTA EL FINAL DEL DIA
CAPÍTULO 7. EL ENCAPUCHADO
/ LIBRO II. EL CASTILLO DEL FOSO. CAPÍTULO 1. DICK HACE UNAS PREGUNTAS
CAPÍTULO 2. LOS DOS JURAMENTOS
CAPÍTULO 3. LA HABITACIÓN SOBRE LA CAPILLA
CAPÍTULO 4. EL PASADIZO
CAPÍTULO 5. CÓMO DICK CAMBIÓ DE BANDO
/ LIBRO III. LORD FOXHAM. CAPÍTULO 1. LA CASA A LA ORILLA DEL MAR
CAPÍTULO 2. UNA ESCARAMUZA EN LA OSCURIDAD
CAPÍTULO 3. LA CRUZ DE SANTA BRÍGIDA
CAPÍTULO 4. EL BUENA ESPERANZA
CAPÍTULO 5. EL BUENA ESPERANZA (CONTINUACIÓN)
CAPÍTULO 6. EL BUENA ESPERANZA (CONCLUSIÓN)
/ LIBRO IV. EL DISFRAZ. CAPÍTULO 1. LA GUARIDA
CAPÍTULO 2. EN CASA DE LOS ENEMIGOS
CAPÍTULO 3. EL ESPÍA MUERTO
CAPÍTULO 4. EN LA IGLESIA DE LA ABADÍA
CAPÍTULO 5. EL CONDE DE RISINGHAM
CAPÍTULO 6. OTRA VEZ ARBLASTER
/ LIBRO V. EL JOROBADO. CAPÍTULO 1. LA TROMPETA ESTRIDENTE
CAPÍTULO 2. LA BATALLA DE SHOREBY
CAPÍTULO 3. LA BATALLA DE SHOREBY (CONCLUSIÓN)
CAPÍTULO 4. EL SAQUEO DE SHOREBY
CAPÍTULO 5. LA NOCHE EN EL BOSQUE: ALICIA RISINGHAM
CAPÍTULO 6. LA NOCHE EN EL BOSQUE (conclusión): DICK Y JOANNA
CAPÍTULO 7. LA VENGANZA DE DICK
CAPÍTULO 8. CONCLUSIÓN
Отрывок из книги
Una tarde, al final de la primavera, sonó la campana del Castillo del Foso, en Tunstall, a una hora poco habitual. La gente abandonó sus tareas en el bosque y en el campo, y corrió hacia donde provenía el toque de alarma.
En la época en que reinaba Enrique VI en Inglaterra, Tunstall era una aldea con unas veinte casas de madera esparcidas a lo largo de un extenso valle verde, junto al río. Al pie del valle, el camino cruzaba un puente, luego se perdía en el bosque y llegaba al Castillo del Foso. Desde allí continuaba hacia la abadía de Holywood.
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Bennet Hatch se persignó varias veces. Pero no era fácil hacerlo cambiar de opinión y lo único que lo detuvo fue que, en ese momento, entró en la casa un hombre de unos cincuenta años, alto, corpulento, colorado y luciendo un hábito negro.
–Appleyard –dijo el recién llegado, pero se paró en seco–. ¡Ave María! ¿Qué desastre es este?
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