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Prefacio
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Tampoco su cuerpo daba para más. Las migrañas, que la asediaban desde principios de los años 30, se habían vuelto implacables, como implacable fue su decisión de no ingerir un número mayor calorías de aquel al que tuvieran acceso sus conciudadanos en la Francia ocupada, que sobrevivían gracias a un régimen espartano de racionamiento y al mercado negro. El 15 de abril, un amigo encontró a Weil, exhausta y cadavérica, tirada en el suelo de la habitación que tenía alquilada en Portland Street. La ingresaron en el Hospital Middlesex de Londres, donde pasó cuatro meses leyendo y escribiendo sin descanso, además de rechazar cualquier tratamiento para sus pulmones, muy afectados por la tuberculosis, y de negarse a comer. A mediados de agosto trasladaron a la obstinada paciente al sanatorio de Grosvenor, en el que moriría pocos días después.
Lo que quiero con este libro no es ofrecer el relato detallado de una vida excepcional. De eso ya se encargó una amiga de Weil, Simone Pétrement, y un número creciente de autores después de ella.20 Mi intención es explorar algunas ideas centrales de su pensamiento que siguen siendo relevantes hoy; por ejemplo, su idea de atención. En un best seller de reciente publicación, Cómo no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención, Jenny Odell reflexiona sobre la llamada «economía de la atención», un término perfecto para describir un mundo empapelado con pantallas planas y dominado por las redes sociales y los medios de comunicación de masas. Como promete el subtítulo, Odell propone formas de resistencia a una fuerza de seducción todopoderosa. En uno de los capítulos, «Ejercicios de atención», Odell habla de las visitas a museos y habla de varios artistas, como David Hockney, que para ella promueve lo que llama «prótesis atencional».21 La propia Odell es artista, así que es natural que se fije en Hockney y otros compañeros de profesión para definir su idea de atención.
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