Отрывок из книги
Rubén Sánchez Fernández
No emite un solo ruido. Solo boquea. El pico, entreabierto al ritmo de sus jadeos, rezuma fatiga, o tal vez ansiedad por lo que va a ser de él. Pero el hombre que tiene encima no disfruta matando. Solo se trata de negocios. Y el mundo no va a ser mejor, ni distinto, por aplastar a ese pájaro. Afloja la presión de su mano y el animal, tras un segundo de vacilación, sale volando en dirección contraria al resquicio de la ventana por la que acaba de entrar, desorientado. Desaparece entre los cuerpos despellejados de corderos y vacas que penden colgados de gruesos ganchos, y al poco su aleteo deja de oírse. Hay quien piensa que escapa de su destino cuando en realidad está corriendo hacia él. En este caso hacia una estéril prórroga: el frío de la cámara frigorífica hará el resto.
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—Como te he dicho, no puedo ofrecerte más datos sobre el encargo. Por otro lado, tampoco sé cuánto tiempo te llevará cumplirlo. Varios días, supongo. Entretanto, necesitaré un pianista durante algunas noches. ¿Te interesa?
Sin responder, Jon se pone en pie con aspereza. Vuelve a colocar la silla en su lugar y camina hacia la puerta. A su espalda resuena la voz de Elvis.
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