Práctica del amor a Jesucristo
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San Alfonso María Ligorio. Práctica del amor a Jesucristo
PRESENTACIÓN
CAPÍTULO I: CUÁNTO MERECE SER AMADO JESUCRISTO POR EL AMOR QUE NOS MOSTRÓ EN SU PASIÓN
CAPÍTULO II: CUÁNTO MERECE SER AMADO JESUCRISTO POR EL AMOR QUE NOS MOSTRÓ EN LA INSTITUCIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR
CAPÍTULO III: DE LA GRAN CONFIANZA QUE NOS DEBE INSPIRAR EL AMOR QUE JESUCRISTO MANIFESTÓ EN CUANTO HIZO POR NOSOTROS
CAPÍTULO IV: DE CUÁN OBLIGADOS ESTAMOS A AMAR A JESUCRISTO
CAPÍTULO V: QUIEN AMA A JESUCRISTO, AMA EL PADECIMIENTO
CAPÍTULO VI: QUIEN AMA A JESUCRISTO, AMA LA MANSEDUMBRE
CAPÍTULO VII: QUIEN AMA A JESUCRISTO, SOLAMENTE ENVIDIA A LOS QUE LE AMAN MÁS Y NO A LOS GRANDES DEL MUNDO
CAPÍTULO VIII: QUIEN AMA A JESUCRISTO, HUYE DE LA TIBIEZA Y BUSCA LOS MEDIOS DE ALCANZAR LA PERFECCIÓN, QUE SON: 1.°, DESEARLA; 2.°, RESOLVERSE A ELLA; 3.°, LA ORACIÓN MENTAL; 4.°, LA COMUNIÓN; 5.°, LA ORACIÓN
I. De la tibieza
II. Remedios contra la tibieza
III. Del deseo de la perfección
IV. De la resolución
V. De la oración mental
VI. De la comunión frecuente
VII. De la oración
CAPÍTULO IX: QUIEN AMA A JESUCRISTO, NO SE ENSOBERBECE CON SUS BUENAS CUALIDADES, SINO QUE SE HUMILLA Y SE COMPLACE EN VERSE HUMILLADO DE LOS DEMÁS
CAPÍTULO X: QUIEN AMA A JESUCRISTO, NO AMBICIONA MÁS QUE A JESUCRISTO
CAPÍTULO XI: QUIEN AMA A JESUCRISTO, DESPRENDE EL CORAZÓN DE TODO LO CRIADO
I. Desprendimiento de los parientes, máxime en lo tocante a la vocación
II. Santidad requerida para abrazar las órdenes sagradas
III. Desprendimiento de la estimación del mundo
IV. Desprendimiento de nosotros mismos, es decir, de la voluntad propia
CAPÍTULO XII: QUIEN AMA A JESUCRISTO, NO SE IRRITA CONTRA EL PRÓJIMO
CAPÍTULO XIII: QUIEN AMA A JESUCRISTO, SÓLO QUIERE LO QUE QUIERE JESUCRISTO
I. Necesidad de conformarse con la voluntad de Dios
II. De la obediencia
CAPÍTULO XIV: QUIEN AMA A JESUCRISTO, TODO LO SUFRE POR JESUCRISTO, ESPECIALMENTE LAS ENFERMEDADES, LA POBREZA Y LOS DESPRECIOS
I. De la paciencia en las enfermedades
II. De la paciencia en la pobreza
III. De la paciencia en los desprecios
CAPÍTULO XV: QUIEN AMA A JESUCRISTO, CREE CUANTO ÉL HA DICHO
CAPÍTULO XVI: QUIEN AMA A JESUCRISTO, TODO LO ESPERA DE ÉL
CAPÍTULO XVII: QUIEN AMA A JESUCRISTO ARDIENTEMENTE, NO LE DEJA DE AMAR AUN EN MEDIO DE TODAS LAS TENTACIONES Y DESOLACIONES
I. De las tentaciones
II. De las desolaciones de espíritu
Notas. Notas del capítulo I
Notas del capítulo II
Notas del capítulo III
Notas del capítulo IV
Notas del capítulo V
Notas del capítulo VI
Notas del capítulo VII
Notas del capítulo VIII
Notas del capítulo IX
Notas del capítulo X
Notas del capítulo XI
Notas del capítulo XII
Notas del capítulo XIII
Notas del capítulo XIV
Notas del capítulo XV
Notas del capítulo XVI
Notas del capítulo XVII
Отрывок из книги
San Alfonso María de Ligorio
Los profundos conocimientos de los textos sagrados y de los Santos Padres y de la literatura ascética y mística, que, en sus largas horas de estudio, había adquirido el poderoso talento de San Alfonso María de Ligorio, están al servicio de estas palabras reveladas. Es la vida misma de la Iglesia la que sentimos palpitar cuando vemos surgir, de las escuetas palabras de San Pablo, el noble edificio de la santidad cristiana, asequible a todas las almas, con la ardua dificultad de lo heroico y la suprema sencillez del amor. Porque la vasta ciencia de Alfonso adquiere unidad y vida de su amor ardiente al Crucificado. Las numerosísimas citas que se entrelazan en el texto no son nunca apostillas eruditas. No existe nunca una interrupción del discurso. El autor las ha hecho ya carne de su carne y vida de su vida, y es su corazón quien sigue hablando con el ropaje humilde de las palabras prestadas.
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...»¡Oh robador apresurado y violento! ¿Qué espada será tan fuerte, qué arco tan recio y bien flechado, que pueda penetrar a un fino diamante? La fuerza de tu amor ha despedazado infinitos diamantes. Tú has quebrado la dureza de nuestros corazones. Tú has inflamado a todo el mundo en tu amor... ¿Qué has hecho, Amor dulcísimo? ¿Qué has querido hacer en mi corazón? Vine para curarme, y ¡me has herido! Vine para que me enseñases a vivir, y ¡me haces loco! ¡Oh sapientísima locura, no me vea yo jamás sin Ti!
...»No solamente la cruz, mas la misma figura que en ella tienes nos llama dulcemente a amor; la cabeza tienes reclinada para oírnos y darnos besos de paz, con la cual convidas a los culpados; los brazos tienes tendidos para abrazarnos, las manos agujereadas para darnos tus bienes, el costado abierto para recibirnos en tus entrañas, los pies clavados para esperarnos y para nunca te poder apartar de nosotros».
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