El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas
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Óscar Hornillos Gómez-Recuero. El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas
Отрывок из книги
EL SEÑOR
DEL GRAN ULMEN
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Dos kilómetros bastaron para llegar a él. Estaba defendido por un enorme foso de unos 500 metros de longitud que rodeaba por completo la fortaleza. Bien nutrido de agua ya que, en esta parte del país, las lluvias eran bastante generosas durante casi todo el año. Los muros exteriores eran altos y fuertes, de unos 15 o 20 metros de altura, y tres o cuatro metros de profundidad. Incluso difíciles de flanquear para un trol negro, los más grandes de todos los trols. En lo alto de las defensas ornamentaban unos dientes de piedra colocados cuidadosamente unos a la misma distancia de otros. A simple vista se notaba que en este lugar se había utilizado mucha piedra, y que se había tardado muchos años en construir.
Conforme se iban acercando, el ojo humano podía percibir más detalles que daban cuenta de lo ocurrido allí no hacía mucho. El patio de armas mostraba en la lontananza las señales de tres fuegos, de los que se apreciaban tres columnas de humo a modo de indicios. Egon y sus captores podían ya ver los estandartes verdes con la imagen central del águila gris: ambos estaban colocados a ambos lados de la puerta principal del castillo. Sus exteriores estaban bordados con finos hilos de oro, y se encontraban protegidos de la lluvia por dos aleros muy anchos. Estos aleros estaban pensados para proteger de la constante precipitación. Las torres del castillo estaban culminadas en su cima por tres picudos tejados de pizarra. Todas eran igual de altas, como si se hubieran construido para que no se pudieran envidiar.
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