El cardenal Sea´n O'Malley propone que «nos arrodillemos para sentir la Palabra de Dios», y dice que nuestra teologi´a debe ser una «teologi´a de rodillas». Creo que ese es el secreto que hace de e´l uno de los grandes maestros de nuestro tiempo. ¡Quien lea este libro no lo va a olvidar! Jose´ Tolentino de Mendonc¸a, del pro´logo.
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Sea´n Patrick O'Malley. Se buscan amigos y lavadores de pies
Prólogo. El humor también convierte
Introducción
Misericordia
Nazaret/Cafarnaún
La predicación
Tres besos
Prioridades de Jesús
Protección de menores
Siervo sufriente
Razones que empujaron. a Bergoglio a ser jesuita
Un papa jesuita franciscano
Rezar sin distracciones
Jonás
La oración es atendida
«Yo, en cambio, os digo...»
El «cómo» es más importante que el «qué»
El lenguaje del amor es aquí y ahora
Humildad y amor
No temáis
Llamado a ser pastor y padre
Embajador de Cristo
Solo el amor es convincente
El señor del sábado
Una vocación, una formación, una misión
Notas
Contenido
Отрывок из книги
Al papa Francisco,
pastor ignaciano y franciscano.
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En la antigua Grecia, el conocido templo del oráculo de Delfos tenía en el frontón la sabia inscripción gnôthi seauton (conócete a ti mismo). En las Siete moradas, santa Teresa describe su peregrinación interior, durante la cual encuentra sapos gigantes y otros monstruos por el camino. La peregrinación interior no es fácil, pero sí necesaria, si queremos vivir nuestra vocación cristiana. Tenemos que reconocer que somos pecadores.
Sin embargo, la actitud católica respecto al pecador no debe ser opresiva ni mortificante. En la historia La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, la mujer adúltera tiene que usar una letra escarlata cosida en el vestido, una enorme «A» que la marcaba como adúltera. François Mauriac, el escritor católico, contrapone esa actitud calvinista a la noción católica del pecado. Perseguido por la policía, un hombre se refugia en una iglesia calvinista y dice al sacristán: «Ayúdame, acabo de matar a un hombre en una pelea». El sacristán exclama con horror y alarma: «¡Sal de aquí inmediatamente, asesino! ¿Quieres buscarme problemas? Voy a llamar a la policía». El hombre huyó y fue a parar a una iglesia católica, donde en la oscuridad de la nave vio la luz de un confesionario abierto. Entró y dijo al sacerdote: «Padre, ayúdeme, acabo de matar a un hombre». El sacerdote respondió: «¿Cuántas veces?».