Harry y yo
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Sebastián García Posse. Harry y yo
1. La carta en el cajón de la mesa de luz
2. Enamorado de otra
3. Anda con otra
4. Día peronista
5. Ruleta
6. Tres, dos, uno
7. Uno más
8. Neptunia
9. En cochecito por avenida Santa Fe
10. Volver
11. No, no, tampoco
12. Viejos buenos tiempos
13. Bailarín
14. Cigarrillos
15. Herramientas
16. Aprender a manejar
17. Millonario
18. Letra de mujer
19. Retiro involuntario
20. El Nono
21. Hermanas, hermano
22. Bigotes y perfume
23. Hogar, dulce hogar
24. A solas con Papá Noel
25. Discutir
26. Visita a Juncal
27. Cubo blanco
28. Liviano
29. Estudiantes
30. Militares
31. Amigas
32. Mesa ratona
33. Asaltos
34. Estante portadiscos
35. Harry
36. Harry
37. Mudo
38. Granaderos
39. Domingo, 5 PM
40. Fantasmas
41. Panza verde
42. Valijas
43. Padre del padre
44. Humo
45. Respirador
46. Mano sobre mano
47. Monster
48. Gatos
49. Muzzarella con fainá
50. Trámites
51. Carga
52. Parque Unzué
53. Tres coronas
54. Pésame
55. Punta del Este
56. Cruzar
57. «Donde viven mis viejos»
58. Feria americana
59. Vaciar
60. Cajón
61. Ojalá
62. Punto y coma
63. Cuando sea yo
64. La foto rota
65. Sesenta y cinco
Отрывок из книги
Sebastián García Posse
Harry y yo
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Lo que pasó las semanas siguientes también está bajo montañas de arena. Cuánto tardó mi padre en llevarse las cosas y mudarse al complejo. Cómo fueron las primeras veces que volví a casa con mi madre y el más chico viviendo solos, porque mi hermano del medio ya estaba conmigo en Buenos Aires. Creo que a mi padre no fui a verlo hasta la cuarta o quinta vez. No tenía ganas. No me animaba. Como esas personas que uno conoce en una clase o en un cumpleaños, se me había ido la imagen de su cara. Los ojos, la nariz, la boca. Retenía únicamente su pelo castaño y finito cayéndole sobre la frente, con el resto de la cara borrada, aspirada por el vacío del precipicio.
Nada en la vida me costó más que perdonarlo, volver a charlar con él de cualquier cosa, como hacíamos antes. El dolor y la bronca habían desaparecido, pero ahora había algo peor. Decepción. La primera vez que lo vi post separación apenas pudimos hablar. La facultad, el pádel, algo mío. Por mentalizado que fuera, repitiendo como un mantra «Es tu viejo. Fue entre ellos. No con vos», no podía mirarlo a los ojos. Y él tampoco. Tenía la mirada seca, como de talco. El mate pasaba de sus manos a las mías, y de las mías a las de él, sin rozarnos. Cada uno calculando los movimientos con precisión de relojero. Dos puercoespines. Todos esos meses fue así. Y cuando finalmente me levantaba de la silla y me iba, satisfecho por el deber cumplido, triste por haberlo visto, lo saludaba con un beso rápido, porque el contacto de las mejillas me lastimaba. ¿Cuánto tiempo me llevó perdonarlo realmente?
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