Historia de Roma desde su fundación. Libros XXVI-XXX
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Tito Livio. Historia de Roma desde su fundación. Libros XXVI-XXX
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 177
La traducción del presente volumen está basada en el texto latino de la edición de R. S. Conway y S. K. Johnson (Oxford, 1985) con las salvedades de XXVI 32, 8 (pollicens hoc) y 41, 18 (uestro transissent ); XXVII 29, 10 (annuo) y 48, 14 (dextrum); XXVIII 3, 3 (Bastetanae); 7, 9; 11 y 13 (Thronium); 9, 13 (exercitus); 15, 9 (cadere); 25, 13 (non), y 45, 9 (mallet ex duobus qui ibi essent); y XXIX 1, 20 (rebantur); 10, 3 (nam); 10, 6 (exta); 19, 12 (segniter), y 35, 14 (naualia castra).
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A las tropas que quedaban en Hispania del antiguo [10] ejército y a las que habían pasado en barco desde Putéolos con Gayo Nerón se añadieron diez mil hombres de infantería y mil de caballería, y el propretor Marco Junio Silano le fue asignado como ayudante para dirigir las operaciones. Así, con una flota de treinta naves —todas quinquerremes, [11] por otra parte—, salió de la desembocadura del Tíber siguiendo la costa del mar Etrusco y después de contornear los Alpes y el golfo Gálico y el promontorio de los Pirineos desembarcó las tropas en Ampurias 41 , ciudad griega cuyos habitantes son también 42 oriundos de Focea. Desde [12] allí, después de ordenar a las naves que continuaran, marchó por tierra a Tarragona, donde celebró una reunión con todos los aliados, pues al correrse la voz de su llegada habían [13] afluido delegaciones desde toda la provincia. Allí hizo sacar a tierra las naves y reenvió las cuatro trirremes marsellesas que le habían dado escolta de honor desde su [14] país. A continuación procedió a dar respuesta a las delegaciones, que estaban en suspenso ante la diversidad de acontecimientos tan numerosos, y lo hizo con tal grandeza de ánimo, basada en la enorme confianza que tenía en su propia valía, que no salió de sus labios ni una palabra arrogante, y todo lo que dijo rebosaba autoridad y sinceridad.
[20] Partió de Tarragona y se dirigió a las ciudades aliadas y a los cuarteles de invierno del ejército, y felicitó a las tropas porque habían mantenido la provincia a pesar de haber [2] sufrido dos derrotas sucesivas tan serias y, sin dejarle al enemigo sacar ventaja de sus éxitos, lo habían mantenido alejado de todo el territorio del lado de acá del Ebro, y [3] porque habían protegido fielmente a sus aliados. Tenía a Marcio a su lado y lo trataba con tanta consideración que resultaba evidente que la última cosa que le preocupaba era que alguien fuese un obstáculo para su propia gloria. [4] Después, Silano reemplazó a Nerón, y las nuevas tropas fueron conducidas a los cuarteles de invierno. Escipión, después de iniciar y llevar a cabo sin pérdida de tiempo todo lo que era preciso poner en marcha y hacer, regresó [5] a Tarragona. Entre los enemigos la fama de Escipión era tan grande como entre sus conciudadanos y aliados, y un vago presentimiento de lo que iba a ocurrir les hacía sentir un miedo tanto mayor cuanto menos explicable era racionalmente [6] ese miedo, surgido sin motivo aparente. Habían ido a establecer sus cuarteles de invierno en distintas direcciones: Asdrúbal el de Gisgón, hacia Cádiz, en el Océano; Magón, hacia el interior, concretamente al norte del macizo de Cástulo 43 ; Asdrúbal el hijo de Amílcar invernó cerca del Ebro, en las proximidades de Sagunto 44 .
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