Odio Barcelona
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Отрывок из книги
Nota a la presente edición
Ríos perdidos, Javier Calvo
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En el mundo paleocristiano, el término «santo» equivale a mártir. El culto de los santos es el culto a los mártires que han muerto en medio de espectaculares despliegues de magia. Otros creyentes se reunían en la tumba del mártir y celebraban allí la Eucaristía. La ceremonia adoptaba la forma de una celebración alegre y triunfal. El primer ejemplo documentado de dichas ceremonias son las celebraciones anuales en la tumba de Policarpo en el siglo ii. Desde el principio del culto, los paleocristianos les rezan a los muertos para que intercedan por ellos, y esas oraciones pronto se extienden a los santos. Enseguida, la intercesión de los santos empezó a buscarse más que la del resto de muertos, y así empieza el culto a los mártires. En Barcelona, los restos de santa Eulalia fueron hallados por el obispo Frodoí en el año 878 y trasladados a la catedral, donde todavía conservan el sepulcro original del siglo ix. La iglesia de las Arenas, donde Frodoí encontró la tumba de la santa, era una basílica rodeada de una gran necrópolis construida sobre un templo paleocristiano anterior con tumbas del siglo iv. Aquél fue el lugar donde se adoraba a santa Eulalia, bajo la actual iglesia de Santa María del Mar. Otro centro de energía. Allí los paleocristianos celebraban sus eucaristías a la maga, le rendían ofrendas para que ella las disfrutara en el submundo y celebraban su pronta resurrección.
La resurrección de los muertos, el centro de la religión paleocristiana, era entendida en aquellos primeros siglos como una resurrección física. Los primeros cristianos creían que Jesús iba a ejecutar muy pronto su Gran Acto Mágico, la parousia o Segunda Venida, probablemente en el decurso de unas pocas generaciones. Al regreso de Cristo le seguiría la resurrección de los muertos y el establecimiento del Reino de los Cielos en la Tierra. Los paleocristianos, sin embargo, creían en la idea farisaica de que los muertos iban a resucitar físicamente. No sería hasta más tarde que se impondrían, a través de pensadores como Orígenes, las ideas platónicas según las cuales solamente el alma era digna de perfección, pero no el cuerpo. Bajo la tierra, los muertos esperaban la resurrección, en las llanuras del Hades. Y los vivos les rezaban. El hecho de que los paleocristianos rezaban a los muertos es algo atestiguado por lo menos desde el siglo ii, y la celebración de la Eucaristía por los Muertos es algo documentado desde el siglo iii.
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