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INTRODUCCIÓN NECESIDAD DE ARRAIGO INTERIOR EN TIEMPOS DE GRANDES CAMBIOS

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Hace años, tras las intensas lluvias que llegaron después de una larga temporada de sequía, en la que el suelo se había endurecido de tal manera que no drenaba el agua, cayeron bosques enteros debido a que las raíces de los árboles se habían podrido en el agua estancada. Bastaron algunos vientos fuertes para tumbarlos.

Otras veces, sin embargo, cuando hay mucha humedad en el ambiente, los árboles enferman, las hojas se ponen amarillas y marrones, debido a plagas que se instalan en ellas.

También se mueren los árboles por falta de agua limpia, de lluvia o manantiales, en la medida justa y sin que estén envenenadas por la polución de los ríos o del aire, que produce lluvias ácidas.

El problema no se ve en seguida y a simple vista, hasta que arrecia algún viento o temporal que lo pone de manifiesto. Entonces es el momento de preguntarse por qué pasa esto y cómo remediarlo.

Los seres humanos somos parte de la naturaleza, y en nosotros ocurren cosas muy parecidas a las que se observan en los árboles. Cuando se está sobreviviendo a base de estímulos exteriores de todo tipo, a veces venenosos, al fallar estos, la persona o bien reacciona o se viene abajo. Como el árbol, necesitamos raíces sanas y fuertes. Cuando faltan, sucumbimos. En la medida en la que no hay raíces personales interiores, resulta complicado sobrellevar situaciones difíciles. ¿Qué son en nuestro caso las raíces sanas, que nos hacen vivir y superar vendavales?

El ideograma o carácter chino-japonés 木 (MOKU, KI) significa árbol. En la línea horizontal podemos ver el suelo; en la parte vertical que asoma por encima, la parte visible del árbol, el tronco; en la parte inferior, la parte invisible del árbol, la raíz y ¡además triple!, lo que resulta muy significativo. Podemos aprender mucho de una cultura que pone especial énfasis en la raíz.

Triple raíz es el triple «maestro interior», que guía desde lo más íntimo del corazón. No se le puede ver, pero sí experimentar; no es una sensación, sentimiento o emoción. Y aunque es vacío para cualquier sentido interior o exterior, orienta en medio de las múltiples situaciones muy concretas de la vida. Es una brújula que no falla. ¿Cómo se sabe si es este maestro interior quien guía y no algo egocéntrico que surge del pequeño yo movido por gustos o disgustos, etc.? Si se hace caso del maestro interior, deja una paz como ninguna otra cosa. Maestro invisible, que orienta concretamente, deja paz –una única raíz–. Conviene, desde luego, contrastarlo con una persona sabia de confianza.

Realmente, como me dijeron en Japón, «más aún que aprender a hablar japonés, te conviene estudiar los caracteres chino-japoneses; se te abrirá todo un mundo desde la perspectiva de otra cultura». Los caracteres chinos contienen el misterio de la cultura, revelan la visión del mundo de una cultura que pone el énfasis en lo que no se ve a simple vista y que tiende a manifestarse en lo visible.

No hay árbol sin raíz, de allí surge todo lo demás, el tronco y la copa con sus hojas y frutos. Cuando la raíz se descuida, el árbol enferma, se marchitan sus hojas y no da buenos frutos. Cuando el ser humano no está arraigado en sus raíces, en su centro, se pierde, se derrumba, especialmente en tiempos difíciles como son las guerras, las migraciones forzosas, una pandemia como la Covid-19, con sus terribles consecuencias personales, sanitarias, laborales y sociales.

De igual modo, una sociedad sin raíces se autodestruye. De suyo, sus raíces beben de la sabiduría transmitida durante generaciones, plasmada en escrituras y formas de vida. Una sociedad que condena estas expresiones a la privacidad, o no sabe reinterpretarlas para su tiempo, se daña a sí misma y produce, aparte de analfabetismo cultural, un reguero de problemas como fundamentalismos, radicalismos, sectarismos. Se convierte en una sociedad sin alma.

Vivimos en una época de grandes y continuos cambios, los cuales exigen vivir bien enraizados en el centro personal. Poco a poco va calando en círculos cada vez más amplios la conciencia de que la dimensión de Interioridad, con mayúscula, es constitutiva del ser humano y que, cuando se la ignora, se va al desastre en todos los órdenes. Es el fundamento de la paz y de la conservación del planeta Tierra. Es lo que hace posible celebrar la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad.

Raíz 根 (KON, NE) está compuesta de («árbol») 木 y («resistir, inmovilidad, reposo») 艮. La raíz es lo que proporciona al árbol reposo o estabilidad y resistencia ante las inclemencias. Es la que proporciona soporte y anclaje en el suelo, del que a la vez absorbe agua y nutrientes.

Las raíces primarias crecen verticalmente hacia abajo y están compuestas de una raíz principal con raíces secundarias. Hay árboles, como los robles, que tienen raíces primarias muy profundas, mientras que otros, como las hayas, las tienen más superficiales y se extienden horizontalmente. Por esto la sabiduría popular recomienda huir en las tempestades de los robles, cuyas raíces que van al agua atraen los rayos, y refugiarse bajo las hayas.

¿Cómo cultivar raíces sanas y profundas para vivir sólidamente arraigados en medio de los vientos y tempestades que azotan la vida, especialmente en nuestro tiempo?

Existen maneras de impedir que los árboles caigan debido al fuerte viento. Y todo pasa por ayudar a que el sistema de raíces sea fuerte y resistente. Uno de los mayores problemas de las ciudades es la limitación en muchos casos del sistema radical de los árboles: viven en un sitio hostil, hay aceras, asfalto, cimientos y una serie de limitaciones que les condicionan el suelo; esto provoca que las raíces no se desarrollen como deberían. La mayoría de árboles que habitan en las calles siguen un mismo patrón desproporcionado entre su tamaño y el de sus raíces, lo que se convierte en un problema, porque no tienen un buen anclaje al sustrato.

¿No le estará pasando muchas veces algo parecido al ser humano? Tampoco nosotros podemos vivir si descuidamos la raíz. Se buscarán sustitutos, pero son engañosos y corroen la vida. Habrá que buscar un buen anclaje, un buen arraigo.

Otros árboles caen ahogados por plantas trepadoras, cuyas raíces se agarran al tronco como un veneno. En el caso del ser humano esas raíces venenosas pueden ser tres: formas de odio, de codicia o deseos y de orgullo. Estas surgen de identificarse con procedencias, logros, estudios, etc., olvidando quién se es en el fondo, de raíz.

Hace siglos alguien preguntó al maestro zen chino Yakusan Igen: «¿Qué piensas mientras estás sentado tan inmóvil?». El maestro contestó: «Me asiento en Impensable1 (fu shiryo)». El primero insistió: «¿Cómo lo haces?». A lo que el maestro contestó: «No pensando/discurriendo (hi shiryo)». Siglos después el japonés Dogen añadió: «Impensable me sostiene». Impensable es la raíz más profunda que sostiene al ser humano.

Enomiya-Lassalle, SJ en su libro ¿A dónde va el hombre? escribe: «La humanidad aún se encuentra en sus albores... Le queda todavía un largo camino por andar y este camino solo se puede emprender con la ayuda de un cambio radical a nivel de conciencia»2.

Alfons Rosenberg, por su parte, en su libro Durchbruch zur Zukunft («Irrupción del futuro»)3 constata un vendaval cósmico, barriendo el mundo, arrancando todo lo caduco, pero llevándose también a veces de modo irremisible elementos muy nobles.

En la introducción de su libro escribe: «En el fondo no son los progresos técnicos ni las explosiones sociales la causa de los cambios que se están produciendo, sino una transformación del espíritu humano. Se ha transformado su modo de conocer y de amar, de ahí que el ser humano se vea a sí mismo y el mundo con otros ojos». Rosenberg se pregunta: «¿Qué es lo que ha transformado de tal manera el espíritu humano que se hayan podido producir estallidos en cadena de revoluciones mundiales...?». Recordando la visión del hombre cósmico de Hildegarda de Bingen, sitúa la historia humana en la historia del cosmos para encontrar la respuesta. A lo largo del libro describe los cambios que se están produciendo en los diferentes ámbitos de la vida humana.

Lo primero, dice Rosenberg, es que entramos en un periodo de cambios continuos y constantes. Es decir, que no es que ahora haya grandes cambios pero que luego vaya a llegar un tiempo más tranquilo, sino que la era de 2.100 años, en cuyos comienzos nos encontramos, según él, es una era de cambios revolucionarios constantes en la convivencia social. La vida en la Tierra se vuelve cada vez más precaria, tanto desde el punto de vista ecológico como social. De ahí la gran necesidad de raíces interiores.

La falta de ellas causa cada vez más desarraigo e, incluso, más enfermedades psíquicas. Esto exige, según Rosenberg, capacidades curativas maternales, femeninas. Va creciendo una gran necesidad de ayudar al ser humano a recuperar el órgano capaz de experimentar una Realidad que se escapa de su entendimiento, la cual, aunque invisible, lo sostiene. El anciano y la anciana, a los que la sociedad arrincona, van adquiriendo mayor importancia entre los jóvenes por la búsqueda de raíces. La convivencia con personas mayores adquiere desde este punto de vista un nuevo sentido.

Es un tiempo en que el cuidado de la salud va a suponer cada vez más la atención a la interioridad, tanto desde el punto de vista psicológico como trascendiéndolo.

Más adelante volveremos con más detenimiento sobre el futuro que vislumbra Alfons Rosenberg.

Tiempo de cuidar las raíces, de arraigar bien, pero... ¿cómo?

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