Читать книгу Regresa a mí - Andreína Gamboa - Страница 8

Оглавление

I.II. Niñez

En esta primera etapa de mi vida varias cosas se hicieron muy palpables para mí. Por una parte, la influencia que tiene el mundo espiritual sobre el mundo natural (la cual muchos ignoran) y por otra parte la enorme influencia que tienen las decisiones de los padres sobre la vida de sus hijos (más aún, cuando estos son pequeños). Es de esperarse que al jugar con fuego uno se queme; pero por alguna razón, muchos adultos creemos que podemos consultar, confiar o creer en la brujería sin ser afectados. A decir verdad, es como si la imagen mental que tuviéramos de la brujería fuera similar a la que se aplica en el mundo natural, es decir, “¿Quiero adquirir un bien? Lo único que tengo que hacer es ir a la tienda y pagar por él”, ¡Como si a los invisibles les interesara nuestro dinero! Ellos no comercian con dinero, no hacen “favores” a cambio de él; a ellos les interesa nuestra alma. El dinero se lo queda un ser humano que necesita ese dinero igual que tú y el alma del que consulta viene a ser un posible “hogar” o “compañero” para los invisibles, eso es lo que quieren de nosotros, esclavizarnos para que seamos su alimento (Recuerda que “el diablo anda como león rugiente buscando a quién devorar”. 1 Pedro 5:8, nosotros somos la presa).

En mi caso, mis padres se divorciaron cuando yo tenía año y medio; y dentro de mí estoy segura de que los invisibles fueron los que destruyeron su matrimonio. No los pudimos ver pero lo que hacen es palpable a veces ¿Sabes? Tras involucrarse con brujería la gente cambia, se vuelven influenciables por este tipo de entes, quienes al no poder matar a la gente físicamente se encargan de procurar que ellas mismas se destruyan al decirles mentiras que si germinan hacen ver a la persona como alguien sin escrúpulos, malvada, loca, celópata, insegura, etc. Usan dardos de fuego con los que atacan tu mente, tus convicciones o tu autoestima hasta destruirte.

Mi papá se dejó llevar tanto por los celos que logró hacer que mi mamá se volviera irreconocible. Ella dejó de ser la persona que era sólo para complacerlo. Dejó de maquillarse, dejó de vestirse de manera que pudiera llamar la atención de nadie, no podía salir con amigos; dejó de ser ella misma. Él la esclavizó a causa de sus celos y la vocecita que él estaba escuchando para hacerle eso a mi mamá no era la de Dios, era la del miedo, ese del cual ellos se aprovecharon para sembrar las mentiras que fueron mermando su relación ¿Las has escuchado alguna vez? Las típicas frases: “Tú no vales nada”, “Ella está con otro”, “Ella gana más dinero que tú”, “Tú no eres un hombre”, “Ella se encontrará a alguien mejor que tú”, mentiras que germinaron y terminaron por destruir nuestra familia.

Una vez que ellos lograron su objetivo y legalmente nuestra familia llegó a formar lo que se conoce como una “familia disfuncional”, en vez de hacerse responsable de nosotros mi papá se dejó llevar una vez más por las vocecitas que le decían mentiras al corazón e hicieron que buscara una tercera mujer con la que formó una tercera familia y se ganó el odio y el rencor de varios de los hijos que ya tenía, y que había abandonado, incluyéndome a mí. Mi papá cayó en la tentación una vez más, pero era de esperarse ¿No? A pesar de ser un adulto, él tampoco sabía distinguir entre lo bueno y lo malo, así que sólo era cuestión de tiempo; ya había un público reunido gritando a coro como lo hacían con aquel muchacho del principio. La diferencia estaba en que en esta ocasión, él no podía ver a la multitud que lo incitaba a aventarse al vacío con palabras como: “Nadie te quiere”, “Estas solo”, “Los niños crecerán y tú morirás sólo”, “No puedes pensar en ellos, tienes que pensar en ti primero”. Se cerró el telón: mi papá se fue de casa.

Muchos ignoramos que los niños (aun cuando están en el vientre de la madre) son muy sensibles al mundo espiritual; ellos perciben cosas que nosotros a simple vista no podemos. Sea por su credulidad, su inocencia o su gracia; tienen una sensibilidad que no todos logramos tener. Recuerdo una ocasión en particular donde supe de un niño que mientras veía la nueva versión de una película de niños muy conocida que no puedo mencionar empezó a desnudarse frente al televisor y cuando sus padres le preguntaron el por qué lo hacía, él apuntó hacia la pantalla y dijo: “es que él me dice que lo haga”, tiempo después se dijo que la tal película tenía mensajes subliminales donde se podía leer la palabra “sexo” dibujada con estrellas en una de las escenas. El niño no estaba consciente de lo que hacía, él simplemente escuchaba la voz equivocada. Es curioso que si les dices eso a padres cuyos hijos empiezan a experimentar su sexualidad a una edad muy temprana, ellos probablemente te dirán que no tiene nada que ver, aun cuando ellos mismos no sepan el por qué su hijo hace lo que hace y lo ignoren por completo; “es normal” te dirán.

Supongo que sinceramente ellos tampoco querrían creerlo, porque la magnitud de esta aclaración supone un cuidado muy extremo de los niños, y eso, para los padres parece una pesada carga mucho más grande de la que ellos están dispuestos a llevar ¿Cómo controlarían lo que sus hijos ven en la tele? ¿Cómo controlarían lo que ellos ven en internet? ¿Cómo harían para trabajar y cuidar a los niños al mismo tiempo? Todos trabajan demasiado y no tienen tiempo para sus hijos así que dejan que la televisión sea la niñera de ellos e ignoran cuánta basura se transmite por ese medio.

Desde la emancipación de la mujer, el feminismo, el machismo, la tasa alta de divorcios, las familias disfuncionales, las relaciones contra natura… todo aporta para que cada vez más y más gente abra más puertas, más gente escucha la voces equivocadas, se equivocan, más gente muere; menos amor, más egoísmo y lentamente nuestra sociedad se va acercando al vacío…. No digo en ninguna manera que el que la mujer trabaje sea algo malo, sólo digo que de ser las guardianas de los hijos ahora el trabajo nos consume. Cuando nos cansamos, bajamos la guardia y los niños reciben el daño.

Cuando leí en la Palabra acerca del orden de Dios donde dice que “el hombre es cabeza de la mujer” (1 Corintios 11:3) como muchos alegué que la mujer y el varón son iguales y no entendía el porqué decía eso, luego el Señor me enseñó que aunque sí somos iguales, en lo que respecta a las funciones que cumple cada uno, somos distintos. Cuando la mujer le falta al respeto a su marido frente a sus hijos, estos aprenden a faltarle al respeto a ella también y cuando ella respeta la autoridad del marido, le enseña a ellos a respetar la suya; todo se predica con el ejemplo. Si ella es firme, ellos serán firmes, pero si la televisión es la que les enseña a cómo vivir su vida, entonces ¿De quién aprenden sus valores?

Entendí que todo esto es parte del porqué que yo estaba buscando. El “¿Por qué empecé la vida con el pie izquierdo?”, aunque en un principio nada tenía sentido para mí. Mi mamá trabajaba tanto, que la veíamos más que nada por las noches. Tuvimos varias niñeras mientras crecimos, nuestros padres nos llevaron a lugares a los que no debíamos de haber ido, etc. Curiosamente, Papá Dios me hizo ver que yo también abrí puertas sin saberlo, a pesar de ser sólo una niña. Quizás cuando me llevaban a los lugares donde mi papá hacía brujería, quizás cuando veía a mis padres discutir diciéndose las groserías que luego imité o quizás cuando un amigo de mi mamá (brujo) me bañaba estando solos él y yo (bebé) ¿Quién sabe si mientras él me bañaba también me entregaba a los invisibles? Yo no estaba consciente, pero eso ciertamente no habría sido un impedimento para ellos. Los ingenuos somos nosotros: los adultos, los que se supone que debíamos de cuidar de los más pequeños.

Lo cierto es que por lo que sea que haya sucedido, reflejé muchas de mis propias imperfecciones y las de mis padres. Cabe destacar que en su momento mi papá no lo veía de esta forma, él veía “algo” en mí. Yo no sé qué era: si era la rebeldía que crecía como monstruo dentro de mí, lo curiosa que era, no lo sé, sólo sé que él me decía que yo “podía ser de las grandes” en cuanto a la brujería y que para mí todo eso era extraño ¿Sabes? No era algo que yo entendiera y ciertamente la mentalidad de los niños es tan moldeable que si les inculcas el odio desde pequeños (sea con tus palabras o tus hechos), ellos te imitarán y muchas veces puede que ni sepan por qué sienten ese odio. Por mi parte, si mi ejemplo a seguir me aplaudía por lo malo ¿Qué de bueno podía surgir de algo así?

No era clara la distinción entre lo bueno y lo malo en mi hogar, eran más bien tonos grises. De manera que entre pisar firme y pisar en falso (al menos desde mi punto de vista) sólo era cuestión de tiempo.

Regresa a mí

Подняться наверх