Читать книгу El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840) - Antonio Caridad Salvador - Страница 8

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1. FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LAS PARTIDAS

A) FORMACIÓN DE LAS PARTIDAS

Poco después de morir Fernando VII empezaron a formarse grupos de guerrilleros absolutistas en Aragón y Valencia. La mayoría de ellos estaban dirigidos por oficiales del ejército con licencia ilimitada (apartados del servicio por sus ideas carlistas) e integrados por antiguos voluntarios realistas (milicia absolutista creada en tiempos de Fernando VII).1 La primera partida fue la de Manuel Carnicer, quien huyó al monte al ser descubierta una conspiración realista para apoderarse de Alcañiz. En poco tiempo formó un grupo de ocho antiguos combatientes absolutistas que el 12 de octubre de 1833 entró en La Codoñera (Teruel), abriendo la cárcel del pueblo en nombre de Carlos V e iniciando así sus actividades.2 Poco después entró en escena Joaquín Quílez, que con 15 hombres se alzó en armas en Samper de Calanda (Teruel) el día 28 de octubre.3 Tres semanas más tarde se rebeló Enrique Montañés, esta vez en la villa de Mazaleón (Teruel), donde residía en calidad de subteniente ilimitado y segundo comandante de uno de los batallones realistas del partido de Alcañiz. Hay que señalar, además, que el cuerpo principal de las partidas de Carnicer y Montañés (y probablemente era el caso de los demás grupos carlistas) lo formaban antiguos combatientes en las filas realistas durante el periodo de 1822 a 1823.4 Otras partidas que surgieron a las pocas semanas de comenzar la contienda fueron las de Agustín Tena (en Aragón) y Esteban Ruiz (en Valencia).5 Muchos de los primeros rebeldes no tenían intención de unirse al carlismo, pero tuvieron que hacerlo cuando fueron expulsados de sus lugares de residencia debido a sus ideas absolutistas.6

Al mismo tiempo, los partidarios de don Carlos recurrieron a pronunciamientos apoyados por los voluntarios realistas, en los que no intervinieron oficiales con licencia ilimitada.7 El primero de ellos fue el de Magraner, que se alzó en armas en Montesa (Valencia) el 3 de noviembre de 1833.8 Pero a los cuatro días sus hombres se acogieron al indulto en el pueblo de L’Olleria, finalizando así la primera rebelión carlista en tierras valencianas9. Más tarde se produjo la sublevación del gobernador de Morella, Carlos Victoria, con el apoyo de los voluntarios realistas de la plaza, tras hacer salir a la mayor parte de la guarnición. Poco después de haberse disparado los primeros tiros, el 13 de noviembre, se presentó a caballo en la plaza mayor y proclamó como rey a don Carlos María Isidro, ordenando acto seguido que se cerraran las puertas de la muralla.10

Una vez rebelada Morella, el alzamiento fue secundado por voluntarios realistas de diferentes localidades, que marcharon allí, dirigidos por sus propios jefes.11 De esta manera, el 15 de noviembre se rebeló el comandante de la milicia absolutista de Villarreal con 130 de sus hombres, todos armados y equipados. Lo mismo hizo el jefe de los realistas de Vall de Almonacid (Castellón), quien distribuyó las armas que había recogidas y marchó a Morella con su gente.12 También se unieron a la rebelión voluntarios realistas de Llíria, Peñíscola, Alcalà de Xivert, Vinaròs y Torreblanca.13

Pero esta segunda vía insurreccional no dio resultados, por el escaso apoyo que tenían los carlistas en las capitales de provincia y entre el ejército. Así pues, las fuerzas del barón de Hervés (a quien Victoria había cedido el mando) fueron derrotadas ante Morella el 6 de diciembre de 1833 y poco después los rebeldes abandonaron la población. Acto seguido las tropas de la reina iniciaron una persecución que obligó a este “ejército” a disgregarse en pequeños grupos.14 Ya sólo quedaban las partidas guerrilleras, que serían, durante varios años, la única forma de continuar la guerra por parte de los carlistas.15

Las gavillas rebeldes solían crearse por iniciativa de algún personaje de prestigio (habitualmente un oficial realista de la guerra del Trienio), que convocaba a sus amigos para tomar las armas. Era frecuente que sus seguidores fueran voluntarios realistas o antiguos combatientes de la guerra anterior, lo que hacía fácil que consiguieran armas para empezar la rebelión. Una vez ideado el plan, se hacía necesario reunir a los posibles insurrectos para organizar el alzamiento, buscar nuevos apoyos y coordinar sus planes, lo que constituía la etapa más peligrosa, ya que era entonces cuando las autoridades podían abortar más fácilmente la intentona. Esto es lo que sucedió en noviembre de 1834, cuando Tomás Flores, párroco de Molins, empezó a reunir a un grupo de gente en un paraje próximo a Orihuela, para preparar una rebelión. Como esperaban que se les uniese más gente del partido de Beniel, la creación de la partida se pospuso, mientras se celebraban nuevas asambleas para ultimar los preparativos. Esta tardanza dio tiempo a que fuera informado el gobernador de Orihuela, que acudió allí con una pequeña fuerza, haciendo huir a los reunidos y capturando a tres de ellos. Poco después averiguó que el cura de Molins estaba detrás de la conjura, por lo que lo hizo prender y fusilar varios días después, cortando así de raíz este intento de rebelión.16


Partida carlista al principio de la Guerra

Pero aunque la partida consiguiera formarse, si en la zona no había bastante apoyo a la causa de don Carlos, era fácil que fuera aplastada a los pocos días. Como ejemplo podemos citar el caso de Albarracín, donde en septiembre de 1834 se creó una gavilla, que fue derrotada inmediatamente después de hacer su aparición.17 Más éxito tuvo Manuel Martínez “Pelechana”, joven de familia acomodada y muy popular en Vilafamés. En la primavera de 1835 reunió a un grupo de amigos y asaltó con ellos las casas de los milicianos nacionales, apoderándose de sus armas y creando una pequeña partida, con la que acabó uniéndose a las fuerzas del Serrador.18 Después de esta fecha apenas tenemos noticias de creación de nuevas facciones de forma autónoma, siendo una de las pocas la que surgió en Gátova (Valencia) en octubre de 1838 y que empezó sus actividades con 15 ó 20 hombres.19

Una vez empezada la guerra lo más frecuente (y menos arriesgado) era que las nuevas partidas fueran escisiones de un grupo más grande. De esta manera, el ejército del barón de Hervés se dividió en múltiples gavillas tras la batalla de Calanda, apareciendo así las fuerzas de Mestre, Forcadell, Marcoval y el Serrador, al tiempo que renacían las antiguas (Covarsí, Quílez, Carnicer, Montañés), que se habían incorporado anteriormente a las fuerzas del barón.20 Otras veces las pequeñas partidas eran destacamentos de un grupo más grande, del que de vez en cuando se separaban para huir del enemigo o emprender alguna acción por separado. Es el caso de la gavilla del Serrador, de la que a veces se separaban pequeñas fuerzas, a las órdenes de La Cova, Pelechana, Mars o Llorens.21

Por otra parte, los jefes rebeldes intentaron también fomentar la rebelión en otras comarcas, para lo cual sacaban a algunos hombres de sus fuerzas, a fin de crear nuevos focos de lucha guerrillera. De esta manera, el 3 de abril de 1836, cuando se encontraba en Sot de Chera (Valencia), Cabrera sacó de sus filas a los naturales del Alto Turia para formar una partida que promoviese la insurrección en la zona. Nombró jefe de la gavilla a Miguel Sancho, “el fraile de Esperanza”, a cuyas órdenes puso a algunos oficiales, así como a 60 infantes y a 6 jinetes.22 Un año después el caudillo carlista envió al subteniente Manuel Gutiérrez para organizar una partida en el distrito de Requena, donde la facción contaba con escasos apoyos.23 Otro ejemplo lo encontramos el 26 julio de 1837, cuando fue capturado cerca de Enguera el cabecilla José Morán, que iba acompañado de nueve hombres. Se les capturaron entonces varios documentos que demostraban que habían sido enviados por la facción manchega para levantar una partida en la zona. El mencionado Morán conocía la comarca, en la que tenía gran prestigio, teniendo además contactos con los absolutistas locales, por haber servido en los voluntarios realistas durante el reinado de Fernando VII.24

B) EVOLUCIÓN DE LAS PARTIDAS

Una vez empezada la guerra, la mayoría de las nuevas gavillas se crearon por las rivalidades entre los diferentes jefes carlistas, que no se ponían de acuerdo en cuanto al liderazgo, el reparto del botín o el plan a seguir. Entonces se producía la dispersión de partidas de mediano tamaño en varias más pequeñas.25 Por ello, a medida que aumentaba el número de tropas iba creciendo el de grupos rebeldes, alcanzando su máximo en 1838. Después de esta fecha, el número de partidas empezó a decrecer, al pasar gran parte de los rebeldes a custodiar puntos fortificados, pero también por la concentración en fuerzas más grandes.

Como podemos observar en el cuadro 1 (así como en los dos siguientes), el número de hombres en las filas carlistas aumentó de forma incesante hasta 1839. Si al principio de la guerra las partidas carlistas eran escasas y con pocos hombres cada una, poco a poco fueron aumentando su número y su cantidad de integrantes. En 1835 empieza a haber grupos carlistas permanentes de más de 1.000 hombres, que ya podían tomar algunas poblaciones y enfrentarse abiertamente a las unidades liberales. Es entonces cuando cobra importancia un frente que parecía poco relevante y que hasta ese momento apenas había llamado la atención del gobierno de Madrid. Fueron estas partidas de gran tamaño las que llevaron a cabo las operaciones militares más destacadas, causando cada vez más problemas a los jefes cristinos de la zona. No obstante, la mayoría de los grupos rebeldes seguían siendo medianos y pequeños, limitándose a acciones en un ámbito reducido (la misma comarca o provincia), del que salían pocas veces. Lo más habitual era que sólo las grandes partidas realizaran expediciones a otras provincias.

CUADRO 1

PARTIDAS CARLISTAS QUE APARECEN MENCIONADAS EN NOTICIAS SOBRE LA GUERRA EN EL PAÍS VALENCIANO Y TERUEL26

Año Jefes de partida Número de partidas
183327 Candel, Carnicer (343), Coleta (189), Covarsí (300), Esparza, Gatel, Llorens, Magraner (248), Marcoval (140), Mestre (100), Monferrer (30), Montañés (30), Quílez (35), Roger, Royo, el Serrador (148), Agustín Tena, Vallés-Chulvi (200) y Vives (3) 18
1834 Agut (4), M. Alegre (30), P. Alegre-Martínez (16), Ballarín (4), Barrachina, Bayod (72), Bosque, Cabrera (124), Canut (16), Carnicer (469), Castro (23), el Catalanet, Cebrián, Celma (20), Ciprés (40), Covarsí (325), Conesa (109), Consortes, Chambonet, Darás, Escrig-Palanquet (35), Félez (12), Fibla, Figa (20), Forcadell (250), García, Gracia, Granell, Grau, Jimeno, Josepón, José Jover, Ignacio Jover (115), Llorach, Macipe (50), el Manco de Alcoy, Marcoval, el Mayorazgo de Sarrión (24), Mestre, el Molinero, Montañés (165), Muchacho, Muniesa, Oliete (30), Ortí, Pataques (17), Perejil (23), Pericón (26), Quílez (277), el Royo de Nogueruelas, Pureta, Cristobal Salvo (6), Joaquín Salvo (24), el Serrador (192), Silvestre, Torner (90), Umbría, Vallés (42) y Vespín (16) 58
1835 Bardaviu (38), Barrachina (50), Bayona, Beltrán (183), Bonet (78), Bosque (100), Cabrera-Forcadell (978)28, Carnicer (107), el Capellá29, el Catalanet (200), Coleta (275), Conesa (2), el Cortante de Monroyo (12), Costa, La Cova (50), el Cura de la Puebla, Chulvi-Papaceit, Garzón, Joaquín (25), Josepón, Llorach (300)30, Monreal (50), Montañés (44), Monterde (100), Monteverde (125), Morret (90), el Organista (320), Plou, Quílez (433), Rebollo, el Royo de Nogueruelas, Cristóbal Salvo (27), Sanz, el Serrador (1.772), Serena, el Tierno, Torner (101), Trompeta, Vallés (19), Vespín (9), Viñas y Vivanco (4) 42
1836 El Alcalde de Miravete (8), el Arcipreste de Moya (201), Badía (450), Cabañero-Juan Tena (184), Cabrera-Arévalo (1.792)31, Carot (30), el Catalanet, Cayetano, el Cedacero (26), fraile Esperanza-Carné-Llagostera (779)32, el Fi (50), Forcadell (2.690)33, José García (12), Isidoro Gil, Jalvegado, Josepón, Julve, López, Llorens, Lluc (16), Luna, Morret (120), Motilla (150), Negrete, el Organista (290), Peinado (135), Pelechana (113), Pellicer (300), Pusoled (45), Quílez (1.750)34, el Royo de Nogueruelas, Cristóbal Salvo (70), el Serrador (1.405)35 y el Tuerto de Liria (30) 34
1837 Arnau, Bonet, Cabañero (933), Cabrera (2.948)36, el Cedacero, La Cova (1.216), Chambonet (300), Fi (40), Forcadell (1.880), fraile Esperanza, Francisco Gómez, el Hachero de Toga (40), Jalvegado (13), Jimeno, Julve (2), Pepe Lama (180), Cayetano López, Joaquín López (216), Llagostera (800), Mestre (550), Morán (9), Moreno (340), Morret (30), Navarro, Pareja (25), Peinado (763), Pellicer (450), el Cura de Peracenses (23), Perciva (100), Petroinla (70), Quílez (800), el Royo de Nogueruelas (1.000), Rufet de Benlloch (140), Rufo (723), el Rullo, el Serrador (1.799), Solanich, Antonio Tallada (2.107), Juan Tena, Trompeta y Viscarro (525) 41
1838 Alberto (92), Lucas Alonso (20), Arnau (693), Barba (25), Basilio, Batalla, Beltrán (200), Besos (15), Bosque (206), Botija (52), Cabañero-L‘Espinace (2.675), Cabrera (2.929), Calzones (20), Colachán, La Cova-Gasque (353), Chaleco (17), Chambonet (500), Charelo (40), Chiner, La Diosa, Escribano, Feliu, la Fiera (5), Forcadell (1.366), el hermano de Forcadell (300), el Frare, Garafulla, Gra (200), Gracia, Jimeno, Pepe Lama (121), Llagostera (3.533)37, Malvari (280), Marco, Mars (856), Martínez (80), Merino (2.056), Miranda, Monreal (30), Montoro (550), Morena de Belloch (8), Oregita (100), Peinado, Peris, Perol (30), el Puli (80), Rufo (160), Sanarau (100), Serreta (30), Antonio Tallada (2.426)38, José Tallada (125), Juan Tena (37), Trespando (112), el Tronco39, Truquet (27), Umbría (550), Vidal (60) y Viscarro (627) 58
1839 Alberto (180), Alegre (100), Arnau-Arévalo (1.115)40, Arriembanda (465), Balmaseda (120), Bayod (145), Bastos, Beltrán, el Blau (3), Bosque (620), Corbalán, Cabrera (5.033)41, Pepe Carmela (80), La Cova (673), Chambonet (600), Charelo, Forcadell (1.157), Garafulla, Gracia (445), Gimeno, Hernández, Iturralde (112), Pepe Lama (42), José López, Llagostera (3.400), Malena, Marconell (150), Rafael Martínez (230), Mozo de la Vega, Olivares, Palencia, Palillos (2.240)42, Peliciego, Pimentero (20), Polo (900), Porres (10), Rafelet, Rufet de Benlloch, Solá, Torá, Trespando, el Trueno (22) y Viscarro-Montardid (450) 43
1840 Alegre (42), Arévalo-Palacios (2.000)43, Arnaled (1.000), Arnau (3.295), Balmaseda (600), Beltrán (159), Bores, Bosque (200), Botas, La Cova (900), Crisantos, Forá (11), Forcadell (524), González (40), Gracia (1.100), el Groc del Forcall, Llagostera-Polo (3.955)44, don Martín, Matías, el Menut (14), Mestre, el Mozo de la Vega (5), Palillos45, Pariri, Pi mentero (6), Potaje, Rafelet, Solanich y Torá. 29

Fuente: Archivos Departamentales de los Pirineos Orientales, Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, Archivo Histórico Municipal de Alcañiz, Diario de Valencia, El Turia, Diario Mercantil de Valencia, Boletín Oficial de Valencia, Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, Diario de Avisos de la Ciudad de Valencia, El Satanás, Diario de Zaragoza, Diario Constitucional de Zaragoza. Anónimo, Fastos españoles...; Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales...; Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español...; Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera y guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, Establecimiento tipográfico de Vicente Castelló, 1845; Pirala, A., Historia de la guerra civil...; Segura, J., Morella...; Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia. Campañas del general Oraa (1837-1838), Madrid, Imprenta y fundición de M. Tello, 1884; Ferrer, M., Acedo, J. y Tejera, D., Historia del tradicionalismo español, Sevilla, Ediciones Trajano y Editorial Católica Española, 1941-1960; Ortí, F., Historia de Morella, Benimodo, Ediciones RTI, 1958; Bernabeu, R., Historia de Requena, Requena, Diputación Provincial de Valencia y Ayuntamiento de Requena, 1983; AA.VV., Historia de la provincia de Alicante, Murcia, Ediciones Mediterráneo, 1985; Millán, J., “Els militants carlins del Pais Valencià Central. Una aproximació a la sociología del carlisme durant la revolució burgesa” en Recerques, nº 21, Barcelona, 1988; Faus, J., Segorbe en el siglo XIX. 1808-1902, Segorbe, Caja de ahorros y monte de piedad de Segorbe, 1988; Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs (y III)” en Centro de Estudios del Maestrazgo, nº 35, Benicarló, 1991; Bullón de Mendoza, A., La primera guerra carlista, Madrid, Universidad Complutense, 1992; Llora, A., Ontinyent y su historia, Ontinyent, Tip. Minerva, 1992; Rújula, P., Rebeldía campesina...; Vidiella, S., Recitaciones de la historia política y eclesiástica de Calaceite, Calaceite, Ayuntamiento de Calaceite, 1996; Bordás, J., Memorias de un voluntario carlista forcallano. A. 1833-1874. La guerra del Groc, Sant Carles de la Ràpita, Ayuntamiento del Forcall, 1997; Rújula, P., Alcorisa. El mundo contemporáneo en el Aragón rural, Alcorisa, Ayuntamiento de Alcorisa, 1998; Ballesteros, M., Historia de Utiel, Utiel, Imprenta de Luis Alarcón, 1999; Monfort, A., Historia de la real villa de Villafranca del Cid, Valencia, Ayuntamiento de Villafranca, 1999; Lerma, J., Alloza en los siglos XIX y XX, Alloza, Ayuntamiento de Alloza, 2001; Pina, J. M., Las ilusiones y tragedias. Historia de Albalate del Arzobispo, Zaragoza, Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo, 2001; Roda, G., “Mito o realidad: la guerra carlista en la ciudad de Castelló (1833-1840)” en Estudis Castellonencs nº 9, Castellón, Diputación de Castellón, 2000-2002; Urcelay, J., Cabrera. El Tigre del Maestrazgo, Barcelona, Ariel, 2006 (elaboración propia).

El auge carlista empezó al sacarse fuerzas liberales del Maestrazgo para enviarse al País Vasco y Navarra, en la primavera de 1835. Esto se hizo por considerarse agonizante el carlismo valenciano-aragonés, mientras que los batallones de Zumalacárregui estaban obteniendo grandes victorias en el Norte.46 Además, las disputas internas entre los liberales hicieron que muchas tropas se quedaran en las ciudades en vez de marchar a combatir a los rebeldes.47 Todo esto cambió la situación existente hasta entonces, en la que las fuerzas carlistas habían estado continuamente hostigadas por las columnas gubernamentales, que apenas les habían dejado crecer ni consolidarse. Al verse libres de esta persecución, Cabrera pudo empezar a engrosar sus filas,48 a capturar poblaciones poco defendidas (Mora de Rubielos, Segorbe) y a derrotar a columnas enemigas (victorias de La Yesa y Alcanar).49 También Quílez y el Serrador aumentaron sus fuerzas,50 derrotando a una columna liberal y rindiendo después gran cantidad de pequeñas guarniciones enemigas en la provincia de Castellón.51 De esta manera, los carlistas de la zona empezaron a armarse con los fusiles de sus enemigos52 y a crecer de forma exponencial. Cabrera pasó de tener 270 hombres (marzo de 1835) a 3.634 (diciembre de 1835),53 en los dos casos unido con todas las otras fuerzas rebeldes, salvo la del Serrador. Este cabecilla, que dirigía la otra gran partida carlista de esta época, pasó de tener 150-200 hombres (diciembre de 1834) a más de 2.000 (noviembre de 1835).54

Las columnas liberales no daban abasto para acudir a todos los puntos amenazados y el desaliento empezó a ser general entre los partidarios de la reina.55 La prensa valenciana recoge estos acontecimientos en octubre de 1835, cuando publica: “¿Cómo podemos mirar con indiferencia el aumento de las facciones, en lo cual, por más que se diga, no podemos hacernos ilusión?; la muerte de tantos valientes, la consternación de los pueblos, la completa paralización del tráfico y giro en ambas provincias y los perjuicios consiguientes en todos los ramos de la industria”.56 La causa de este aumento la achaca el periódico a “la indigna tolerancia y escandalosa connivencia de nuestros pasados gobernantes”, refiriéndose a los gobiernos moderados de Martínez de la Rosa y del conde de Toreno, que habían rechazado ordenar una leva en masa, como pedían los progresistas.57

Confiado por sus continuas victorias, Cabrera reunió a casi todas las partidas importantes para una expedición a Guadalajara, lo que provocó una reacción desde el gobierno liberal, preocupado por el cariz que tomaban los acontecimientos. Se envió contra él al general Palarea, con un gran ejército de 12.000 soldados, que lo aplastó en la batalla de Molina de Aragón. Ese día, el 14 de diciembre de 1835, el ejército carlista sufrió tal varapalo que quedó totalmente destrozado. De 4.400 hombres de que constaban las diversas partidas reunidas, se perdieron entre 1.900 y 4.100 combatientes, contando muertos, heridos y dispersos (desertores).58 Este revés obligó a los rebeldes a volver a dispersarse en pequeños grupos y a evitar, durante un tiempo, todo combate con las fuerzas liberales. Esto podía haber supuesto el regreso a la situación anterior, pero el gobierno de Madrid volvió a cometer el mismo error que antes: aprovechar el declive del carlismo valenciano-aragonés para sacar tropas con destino a Navarra y a Cataluña, donde la guerra se intensificaba cada día.59 De esta manera, con menos enemigos a los que hacer frente, Cabrera y los suyos pudieron reagruparse y empezar a crecer de nuevo, esta vez de forma ininterrumpida, hasta 1839.

CUADRO 2

TIPOS DE PARTIDAS60


Fuente: cuadro 1.

CUADRO 3

TOTAL DE FUERZAS CARLISTAS EN VALENCIA Y ARAGÓN


Fuente: Córdoba, B., Vida militar...v. 1, p. 257; v. 2, p. 308 bis; v 3, pp. 528 y 571 bis; v. 4, pp. 412 y 496. Las de las otras fuentes están indicadas en las notas a pie de página. Las cifras de Córdoba se refieren al mes de diciembre.

De hecho en ese año se alcanzó el máximo de efectivos del ejército carlista en la región, con unos 25.000 hombres aproximadamente. Si a estos hombres añadimos 9.500 prisioneros,76 unos 6.600 desertores77 y unos cuantos miles de muertos, podríamos estimar en cerca de 50.000 el total de personas que en un momento u otro llegaron a combatir bajo las banderas del pretendiente en esta parte de España. De los carlistas cuyo origen conocemos un 43, 5 % eran valencianos y un 20, 7 % nacieron en la provincia de Teruel,78 por lo que en números totales estaríamos hablando de unos 21.000 valencianos (el 2, 2 % de la población) y de alrededor de 10.000 turolenses (el 4, 6 % de la población).79 Son cifras importantes, máxime teniendo en cuenta que sólo una cuarta parte de los habitantes (los hombres jóvenes) podía tomar las armas. Y si a esto añadimos que otro número considerable de varones se encontraba combatiendo en el bando liberal, podemos apreciar la importancia que tuvo el carlismo en el País Valenciano y Teruel, que llevó a tomar las armas, en un bando u otro, a una parte considerable de sus habitantes.

CUADRO 4

COMPARACIÓN ENTRE DIVERSAS FUERZAS CARLISTAS


Fuentes: Diario Mercantil de Valencia, 23 de mayo de 1835, 6 de agosto de 1837 y 18 de febrero de 1838. Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 1, p. 117 y v. 3, p. 279. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, pp. 259, 286, 310 y 410, v. 2, p. 682, v. 4, p. 30 y v. 5, p. 176. Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... p. 240 (País Vasco y Navarra); cuadro 3 (Valencia y Aragón); Diario Mercantil de Valencia, 23 de mayo de 1835 y 6 de agosto de 1837, Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 4, p. 151. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 283, v. 3, p. 33 y v. 4, p. 339, Mundet, J. M., La primera guerra... pp. 83, 138, 158, 182 y 216. Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... pp. 280 y 281. Santirso, M., “El primer carlisme a Catalunya: del regne a l’exili” en L’Avenç n° 203, 1996, pp. 23 y 24 (Cataluña) (elaboración propia).

Por otra parte, también resulta interesante la comparación con otros territorios en los que este movimiento tuvo una especial relevancia. De esta manera sabemos que el foco rebelde del Maestrazgo fue el segundo más importante de España en 1833-183580 y en 1837-1840, con un paréntesis de dos años durante el cual fue superado por el catalán. Y aunque el carlismo vasco-navarro fue siempre el principal, su diferencia con el del este peninsular se fue recortando con el paso del tiempo. De hecho, si en 1835 la proporción era de 100 a 16, en 1837 era de 100 a 50 y en 1839 de 100 a 67. Así pues, a partir de 1835 el realismo valenciano-aragonés fue el que experimentó un mayor incremento, mientras que los demás quedaban estancados o sometidos a fuertes vaivenes.

C) RECLUTAMIENTO

En los años posteriores a 1835 el número de soldados carlistas siguió aumentando, en parte por las victorias de Cabrera (que le permitieron capturar más armas, alistar más voluntarios y controlar más localidades) y en parte por las acciones liberales, que fueron creando un odio hacia el gobierno por parte de muchos habitantes de la zona, como luego veremos. Si a esto añadimos que hasta 1838 el gobierno tuvo completamente desatendido el frente del Maestrazgo, al que apenas enviaba refuerzos por la prioridad que se daba a la guerra en el Norte, podemos entender por qué las partidas carlistas empezaron a alcanzar una importancia cada vez mayor.

CUADRO 5

NOTICIAS SOBRE LA FORMA DE RECLUTAR SOLDADOS POR PARTE DE LOS CARLISTAS


Fuentes: Diario Mercantil de Valencia, Diario de Valencia (DV), Córdoba, B., Vida militar..., Pirala, A., Historia de la guerra civil..., Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... (elaboración propia)

¿Pero cómo conseguían los soldados los jefes rebeldes? En el cuadro 5 se observa una mayoría de tropas reclutadas a la fuerza bajo las banderas de don Carlos. Pero estas cifras hay que cogerlas con pinzas, ya que gran parte del resultado está provocado por las noticias de los periódicos isabelinos, que no querían reconocer que el carlismo contaba con un amplio apoyo entre ciertos sectores sociales. Por tanto, las noticias que aparecen en prensa nos pintan un panorama en el que los rebeldes son unos pocos bandidos sin escrúpulos, que se dedican a reclutar a gente a la fuerza para sostener así la guerra. Leyendo los periódicos uno pensaría que casi nadie apoya a los carlistas en Valencia y Aragón, lo que queda desmentido por las noticias que tenemos sobre las simpatías de muchos pueblos por la causa tradicionalista y que reconoce la misma prensa liberal. Entre estas localidades podemos citar a Morella, Villarreal, Onda, Sant Mateu, La Vall d’Uixò (en Castellón), Utiel, Alpuente, Chelva (en Valencia), Alloza, Calanda, Castellote (en Teruel), La Sènia, Tortosa y Ulldecona81 (en Tarragona). A esto hay que añadir autores como Córdoba, que dan mucha más importancia al alistamiento de voluntarios que al reclutamiento forzoso.

Otra forma de aproximarnos a la realidad consiste en estudiar los casos de soldados carlistas procedentes de poblaciones en las que nunca habían estado las tropas rebeldes. El mejor ejemplo es Tortosa, que, aunque jamás fue tomada por los carlistas, les proporcionó 647 militares, todos ellos voluntarios.82 Otras localidades no ocupadas por los rebeldes y que les dieron importantes contingentes de soldados fueron Vinaròs (252 voluntarios),83 Alcañiz (al menos 150 voluntarios),84 Valencia (al menos 119 voluntarios),85 Sagunto (50 voluntarios)86 y Castellón de la Plana (27 voluntarios).87 Aunque algunos de ellos pudieran ser soldados liberales prisioneros, obligados a cambiar de bando, esto afectaría sólo a una pequeña minoría, puesto que los ejércitos cristinos no solían emplear a soldados nacidos cerca del teatro de operaciones, para reducir el riesgo de deserciones. Además, es casi imposible que sean quintos o mozos sacados a la fuerza, lo que nos da bastantes probabilidades de que fueran voluntarios.

Por otra parte, las noticias que nos dan cifras sobre la forma de reclutamiento de los soldados rebeldes nos muestran también un panorama muy diferente al que refleja la prensa de la época. Tenemos, por ejemplo, una lista de 138 militares carlistas capturados en la batalla de Utiel, el 6 de marzo de 1839, de los que sabemos que el 80, 4% eran voluntarios, el 7, 9 % forzados y el 11, 5 % antiguos combatientes del bando liberal.88 Además, de los 162 prisioneros que se hicieron en el fuerte de Collado de Alpuente, sólo 59 se salvaron del fusilamiento al justificar que habían sido reclutados contra su voluntad.89 Algo parecido apreciamos en Orihuela, donde 275 hombres de dicha localidad se alistaron en las filas de Forcadell, en abril de 1837, sin que ninguno de ellos lo hiciera coaccionado.90 Por otra parte, Córdoba sostiene que más de 2.800 hombres salieron de Tortosa y de su huerta durante toda la guerra para unirse voluntariamente a las fuerzas de Cabrera.91 Así pues, se hace difícil sostener que la gran mayoría de los carlistas luchasen obligados, como afirma el Diario Mercantil de Valencia.

Una vez apuntados los dos grandes grupos de soldados rebeldes, voy a hablar ahora de los voluntarios, que debían constituir la mayor parte de los efectivos. La forma más habitual de incorporarse a las fuerzas tradicionalistas debió ser aprovechando el paso de éstas por el municipio de residencia de los interesados. Un ejemplo lo tenemos en lo que ocurrió en Orihuela, durante la estancia de Forcadell, cuando se alistaron en sus filas entre 500 y 800 nuevos soldados originarios de la comarca, creándose con ellos un batallón entero.92 Algo parecido, pero en una escala menor, ocurrió en Ontinyent, donde 23 de los 31 carlistas del pueblo se alistaron en las dos ocasiones en las que hubo tropas rebeldes en la localidad. Sólo cuatro abandonaron el municipio para unirse a los carlistas, mientras que los otros cuatro eran desertores del ejército liberal.93 Del mismo modo, al llegar Quílez a Utiel se incorporaron a sus filas un crecido número de habitantes.94

Para facilitar el reclutamiento en las ciudades liberales (en las que los rebeldes no solían entrar) existían comités secretos, que facilitaban a los voluntarios los medios para llegar hasta las fuerzas tradicionalistas.95 Tal vez esta sería la misión de Dionisio Monreal, que se escondía por las noches en el convento de las monjas de la Puridad (en Valencia) y al que se encontraron varias proclamas y papeles subversivos, en enero de 1837.96 Por otra parte, el alistamiento se veía favorecido por la presencia de familiares, amigos y conocidos en las partidas carlistas, sobre todo si tenían algún grado militar.97 Otras veces dos hermanos se alistaban a la vez,98 reforzándose mutuamente su voluntad de tomar las armas. De esta manera, el 15 % de los carlistas de Vinaròs tenían parientes cercanos en la facción,99 con porcentajes similares en Benaguasil (15 %),100 Sagunto (14 %),101 Valencia (13 %),102 Llíria (12 %)103 y Ontinyent (12 %).104 Además, una vez alistados ingresaban en las mismas unidades en las que estaban sus amigos y familiares, a los que acompañaban durante toda la guerra. Como muestra de esto tenemos las listas de prisioneros, en las que muchos carlistas del mismo pueblo dan sus datos de forma ininterrumpida, lo que nos indica que estaban juntos en ese momento. Al rendirse Morella, por ejemplo, 21 soldados de Castellote (Teruel) dieron sus nombres uno después de otro. También encontramos a tres prisioneros de Valencia capital, llamados Pascual San Juan, José San Juan y Joaquín San Juan, que se registraron juntos como cadetes de artillería. Y de los cuatro prisioneros de Montanejos (Castellón), tres acudieron a dar sus datos a la vez, lo que es muy improbable que se debiera a la casualidad, teniendo en cuenta que en Morella fueron capturados más de 2.500 carlistas.105

¿Pero qué causas les llevaban a unirse a las filas tradicionalistas? Al principio de la guerra muchos de ellos eran antiguos voluntarios realistas, descontentos por el decreto de disolución del cuerpo que había promulgado la regente.106 Al mismo tiempo, buena parte de ellos se sumaron al alzamiento convencidos de que estaban en peligro la religión y el trono, creyendo también (por las falsas noticias difundidas por los rebeldes) que el gobierno carlista estaba reconocido en todo el reino.107 En cuanto a sus dirigentes, eran en su mayoría jefes de voluntarios realistas o militares con licencia ilimitada, que deseaban la llegada de un nuevo régimen para reintegrarse en el ejército.108 De hecho, un viajero francés que conversó con oficiales carlistas en 1838, afirmó que sus convicciones políticas eran poco firmes, que hablaban con ligereza de don Carlos y que envidiaban la carrera de sus conocidos en el ejército liberal, como si la guerra se debiera más a unos ascensos que a la estabilidad de determinadas instituciones.109

Probablemente por ello la rebelión no contó inicialmente con mucho apoyo entre la población aragonesa y valenciana. Además, cuando se vio que el gobierno no pensaba acabar con la iglesia ni con la monarquía, muchos de los rebeldes regresaron a sus casas, sobre todo después de producirse las primeras derrotas de los partidarios de don Carlos.110 Por todo ello, esta fue la etapa más crítica del carlismo en la zona, ya que a finales de 1833 las gavillas rebeldes quedaron reducidas a grupos muy pequeños. La cosa empezó a mejorar a principios del año siguiente, cuando los carlistas decidieron ofrecer una soldada a los jóvenes que se les unieran. De esta manera, algunos habitantes pobres del Maestrazgo y de Aragón se animaron a seguir a Cabrera, ya que les prometía el pago de una peseta diaria.111 Algo parecido hizo Quílez, que en julio de 1836 entró en Ontinyent y prometió 8 reales diarios a los vecinos que se uniesen a su partida.112 Varios meses después Llagostera consiguió aumentar las fuerzas de la división del Turia mediante un incremento de las pagas.113

La mayoría de estos voluntarios eran jornaleros,114 que se alistaban a finales del invierno, cuando terminaba la recogida de la aceituna y comenzaba un periodo de paro de varios meses, antes de que se produjera la siega del trigo, en verano.115 Como ejemplo podemos citar el caso de Vinaròs, donde el mes de marzo era el que producía un mayor alistamiento de carlistas.116 Además, algo parecido defendían Stendhal, Marliani y el marqués de Miraflores, al sostener que la mayoría de la población carecía de ideología y que los que se alistaban en las partidas lo hacían huyendo del hambre.117 Esto no es de extrañar, si tenemos en cuenta que gran parte de los rebeldes pertenecía a la clase más miserable de la población.118 En el mismo sentido se pronunció Calbo y Rochina, quien afirmaba que las partidas estaban formadas por personas sin demasiadas convicciones, fundamentalmente voluntarios realistas y por la juventud desocupada, que intentaba ganarse la vida.119 Todo esto fue confirmado por el general liberal Evaristo San Miguel, cuando escribió que buena parte de los carlistas eran políticamente indiferentes y que tomaron las armas por el primero que les pagó.120 No obstante, también tenía importancia el prestigio del jefe rebelde, que podía hacer que se alistase más o menos gente a sus órdenes, en función de las expectativas de triunfo o de botín que generase entre sus soldados.121

Otros se unieron a los carlistas huyendo de la quinta decretada por Mendizábal y creyendo las promesas de don Carlos y de sus jefes, de que pronto acabaría la guerra.122 En 1835, por ejemplo, el 3, 9 % de los fugados a la facción en el corregimiento de Alcañiz eran quintos que intentaban eludir el reclutamiento.123 Algo parecido sucedió en la provincia de Valencia, donde el 5, 1 % de los militares rebeldes eran nuevos reclutas que no deseaban servir en el ejército de la reina.124 Un ejemplo de esto lo tenemos en Francisco Franch, quinto de Betxí, que no se incorporó a las fuerzas gubernamentales y que acabó siendo capturado en agosto de 1839, cuando los liberales conquistaron el fuerte carlista de Tales (Castellón).125

Por otra parte, la quinta de 1836 hizo aumentar la facción en tres o cuatro batallones, con mozos que preferían luchar en el bando rebelde.126 La situación llegó a tal extremo que la Diputación de Castellón ordenó suspender el reclutamiento, en enero de 1837, para evitar el crecimiento de las facciones.127 Hay que tener en cuenta que si a uno le tocaba marchar al ejército debía permanecer allí durante siete u ocho años,128 combatiendo lejos de casa durante todo ese tiempo, bajo una estricta disciplina y en unas condiciones de vida muy malas. Por el contrario, resultaba mucho más atractivo unirse a la partida de los alrededores del pueblo, donde podría encontrarse a algún conocido, dispondría de mucha más libertad y podría operar en su comarca, lo que le permitiría volver con frecuencia a casa. Además, la paga del ejército, de dos reales diarios, era inferior a la que se ganaba en el bando carlista, donde además existía la posibilidad del pillaje.129

No obstante, hay que decir que la mayoría de estos nuevos carlistas resultaban ser de poca duración, puesto que muchos regresaban a sus casas cuando se les dejaba de pagar o comenzaba la recolección del trigo o de la aceituna.130 Por ello las partidas rebeldes siguieron siendo pequeñas durante el primer año de guerra. Si durante unos meses se lograba reunir unos cientos de voluntarios, al poco tiempo podían quedar reducidos a menos de un centenar. Un ejemplo lo tenemos en la partida de Carnicer, el más importante cabecilla al principio de la contienda. Aunque en abril de 1834 contaba con 1.500 hombres, en agosto ya sólo le quedaban 240. Sin embargo, al terminar la recolección del trigo muchos desempleados regresaron a sus filas y sus fuerzas crecieron de nuevo, esta vez hasta los 600 combatientes.131

Este alistamiento estacional se redujo a medida que avanzaba la guerra y aumentaba la disciplina entre las fuerzas carlistas. Pero realmente nunca desapareció del todo, ya que todavía en 1837 desertaban muchos más carlistas cuando había trabajo en el campo. De hecho, en el País Valenciano se presentaron al indulto 187 militares rebeldes en julio y 109 en agosto de ese año, frente a 25 en septiembre, 33 en octubre, 18 en noviembre y 21 en diciembre.132 Esta abultada diferencia no se debió a la falta de comida, ya que tenemos más noticias de escasez de alimentos en otoño de ese año (ver cuadro 16). Ni tampoco a la desmoralización de la tropa, puesto que fue en verano cuando llegó a la zona la Expedición Real, lo que podía dar a los carlistas esperanzas de ganar la guerra. La principal razón que llevaba a estas deserciones era el deseo de volver al campo, una vez llegaba la época de recoger el trigo y ya no se necesitaba la guerra para sobrevivir. Todo esto nos ayuda a entender las verdaderas causas que movían a muchos campesinos a alistarse en las fuerzas de don Carlos, más por motivos económicos que ideológicos.

A partir de 1835 el alistamiento en la facción aumentó de forma espectacular, lo que se debió a varias causas. En primer lugar a que las victorias carlistas (en gran parte motivadas por la retirada de tropas liberales), hacían menos arriesgado unirse a los rebeldes, lo que incrementó el número de campesinos pobres que se unían a ellos buscando un medio de ganarse la vida. De este modo, los frecuentes triunfos de Cabrera hicieron que muchos jóvenes se alistaran en su ejército,133 llegando incluso desde la Huerta y de Valencia capital.134 Un ejemplo lo tenemos en lo ocurrido tras la acción de La Yesa (Valencia), que sirvió al caudillo tortosino para reclutar en el Alto Turia gran cantidad de voluntarios, en julio de 1835.135 Lo mismo sucedió un año después, cuando 400 mozos del Bajo Ebro se unieron a las fuerzas de Cabrera después de su aplastante victoria en el combate de Ulldecona.136

Otra razón de peso eran las represalias liberales contra los familiares de los guerrilleros carlistas, a los que se hacía responsables de los actos de sus parientes. Estas medidas afectaban también a simpatizantes del carlismo e incluían multas, confiscaciones, ataques de masas enfurecidas e incluso fusilamientos. Además, no eran raras las concentraciones de liberales ante las casas de los absolutistas gritando mueras a los serviles y profiriendo palabras amenazantes. Todo esto empujó a muchos de ellos a unirse a las partidas rebeldes a fin de salvaguardar su seguridad personal.137 Como ejemplo podemos citar el caso de Francisco Gil, vecino de Benifaió, que sufrió insultos, atropellos y amenazas por haber sido voluntario realista, lo que le llevó a huir a la facción.138 O el de Marco de Bello, que se unió a los carlistas con 40 ó 50 jóvenes de su pueblo, después de que las fuerzas del gobierno cometieran varios excesos en su casa.139 También sabemos que en el otoño de 1838 numerosos absolutistas abandonaron Valencia, por miedo a la Junta de Represalias, que ya había ejecutado a varios prisioneros carlistas.140 Por otra parte, muchos se unieron a las partidas rebeldes ante el destierro o el peligro de prisión que sufrían, debido a sus simpatías por la causa tradicionalista.141

En tercer lugar encontramos a aquellos que tomaron las armas movidos por el resentimiento o el deseo de venganza ante el maltrato o la muerte de algún familiar a manos de los liberales.142 Como ejemplo podemos citar lo que ocurrió en El Forcall el 24 de octubre de 1836, cuando las fuerzas de Borso apalearon a 103 paisanos y cometieron desmanes y atropellos con las mujeres. El padre de José Bordás, que luego sería un combatiente carlista, fue colgado de unas rejas durante más de dos horas y fue uno de los que más apalearon, mientras que su madre fue abofeteada por Borso, con tal fuerza que la hizo rodar por el suelo.143 Cuatro meses después los milicianos cristinos de Chelva cometieron en dicha población toda clase de atrocidades, matando, apaleando y saqueando a vecinos indefensos, todo ello movido por venganzas personales.144 Hechos como estos debían ser frecuentes, ya que sabemos que los carlistas asesinaron a cuatro liberales de Zorita del Maestrazgo (que habían tomado las armas y habían sido capturados) por resentimientos y revanchas particulares.145 Del mismo modo, la dureza del gobernador liberal de Morella hizo aumentar extraordinariamente el carlismo en la zona, ya que llevó a cabo fusilamientos hasta por vitorear a Carlos V.146 Además, hizo ejecutar a varios civiles de Morella, probablemente simpatizantes de don Carlos, acusándoles de estar implicados en una conspiración para entregar la plaza a los rebeldes, en octubre de 1836.147 Esto acabó siendo contraproducente, ya que cada muerte que efectuaba provocaba una ola de indignación a favor de los carlistas,148 especialmente por parte de los amigos y familiares de las víctimas. Así pues, no es de extrañar que el número de morellanos en la facción fuera en aumento a medida que avanzaba la guerra.149 En este sentido podemos citar el caso de Manuel Mestre, vecino de Morella que se unió a las fuerzas tradicionalistas en agosto de 1834, un día después de la ejecución de su padre, por haber sido vocal en una junta rebelde.150

También parece que las acciones anticlericales de los liberales aumentaron el número de sus enemigos. En este sentido, las matanzas de frailes de 1834 y 1835 indignaron a muchas personas e incluso llevaron a algunos a unirse a la facción,151 ya que empezaron a considerar como revolucionario a un gobierno que hasta entonces había sido bastante moderado. Además, la muerte de religiosos por parte de exaltados hacía temer a muchos absolutistas que ellos pudieran sufrir la misma suerte si permanecían en sus lugares de residencia. De hecho, de los 29 habitantes de Vinaròs que se unieron a las fuerzas carlistas en 1834, 15 lo hicieron en agosto, poco después de que tuviera lugar la quema de los conventos de Madrid.152 Por otra parte, hay que señalar que las pensiones prometidas por el gobierno a los monjes exclaustrados no llegaban o eran totalmente insuficientes para la subsistencia, lo que empujó a algunos de ellos a unirse a las partidas carlistas, que les prometían restaurar la situación anterior.153

Otra versión es la predominante en la prensa liberal, que establece una causa diferente de este alistamiento voluntario. Según estas fuentes, dos tercios de los rebeldes se habían unido a sus filas con la esperanza del pillaje.154 Es decir, que muchos individuos preferirían irse con los carlistas, que les permitían el robo y la licencia, antes que combatir en las fuerzas isabelinas.155 Esto tiene probablemente una parte de verdad, pues hay muy pocas noticias sobre bandolerismo durante la guerra, seguramente porque los antiguos salteadores preferían seguir actuando respaldados por todo un ejército. Como ejemplo podemos citar a Juan González, natural de Orihuela, que estaba encausado de asesinato y que huyó a las filas de la facción, sin que nunca más se le volviera a ver por su ciudad natal.156 O el caso de unos “facinerosos” alistados en la partida de Carnicer y que, al desmembrarse ésta, acudieron a la cartuja de Segorbe (probablemente se refieren a la de Altura), donde asesinaron a varios individuos con los que tenían cierta enemistad.157

A favor de la identificación carlista-bandolero está el hecho de que los antiguos salteadores, en caso de haber ganado la guerra, se hubieran convertido en héroes, habrían obtenido el perdón de sus delitos y hubieran podido conseguir un buen destino en el ejército o en la administración. Por ello sí que es razonable pensar que en los grupos pequeños, que operaban por su cuenta, hubiera una alta proporción de simples bandidos, sin ningún tipo de ideología. De hecho, sabemos que Cabrera tuvo que ganarse la obediencia de las partidas sueltas, que, según Pirala, “más que verdaderos carlistas lo eran de bandoleros”.158 Pero de ahí a decir que la mayoría de los rebeldes eran personas que se alistaban para poder robar mejor, hay un abismo. Como prueba de esto tenemos el hecho de que las zonas con mayor importancia del bandolerismo no coinciden con las comarcas en las que el absolutismo armado tuvo más fuerza. Por el contrario, el número de ejecuciones de bandidos en las décadas anteriores a la guerra es muy alto en la provincia de Alicante (donde el carlismo tuvo poca importancia) y muy bajo en la de Castellón (donde las partidas rebeldes eran muy numerosas).159 Algo parecido sucede en el resto de España, ya que las zonas con mayores índices de delincuencia eran Andalucía y Extremadura, donde el carlismo fue muy débil. Por otra parte, el País Vasco, que fue un importantísimo foco tradicionalista, destaca durante todo el siglo XIX por su bajo nivel de comisión de delitos.160 Además, en los documentos oficiales en los que se indica el origen social de los carlistas, el porcentaje de delincuentes no llega al 10 %.161

Por todo ello, hay que descartar el deseo de delinquir como una de las principales causas de apoyo al carlismo. Las razones reales eran que en algunas zonas de Teruel y de Castellón había muchos motivos de descontento contra el gobierno y sus partidarios, por lo que la población civil de muchas localidades estaba claramente a favor de los carlistas. Como nos indica la prensa, el Maestrazgo, salvo algunas excepciones, se hallaba comprometido con la causa del pretendiente y los pueblos cometían atrocidades con los prisioneros liberales sin que hubieran recibido órdenes de Cabrera o de otro jefe.162 Según estas mismas fuentes, los habitantes del Alto Maestrazgo eran “infames y facciosos” y cuando salía del pueblo una columna cristina, enseguida ponían las campanas a repicar.163 También en el este de la provincia de Teruel debió haber un importante apoyo a la rebelión, como sabemos por la cifra de fugados a la facción, que ascendió a 392 en 1835. Y eso contando sólo a 13 poblaciones, entre las que no se encontraba Alcañiz, que era la más grande de esas comarcas.164

Sin embargo, uno puede preguntarse cómo era posible que los campesinos se alistaran en unas partidas que saqueaban los pueblos y destruían su riqueza. En primer lugar porque los excesos de los carlistas pocas veces afectaban a las poblaciones afines, realizándose habitualmente fuera de su territorio habitual.165 Por el contrario, eran los liberales los que saqueaban y cometían abusos con más frecuencia en las poblaciones del Maestrazgo y Bajo Aragón, lo que llevaba a muchos de sus habitantes, movidos por la miseria y el odio, a unirse a las partidas rebeldes.166 De hecho, en febrero de 1837 el ayuntamiento de Vilafamés comunicó a la diputación que abandonarían el pueblo y se irían a sus casas de campo si volvía a presentarse allí la brigada de Borso, temiendo que se produjera un nuevo saqueo.167 Dos años después, el coronel Ortiz, jefe de la brigada de la Ribera, se dedicaba a dar palizas en las localidades que simpatizaban con los carlistas, llegando incluso a azotar a alcaldes sobre un tambor.168 Varios meses más tarde, en octubre de 1839, se condenó al capitán Falcón a cuatro años de presidio, por graves excesos en acto de servicio.169 También sabemos que Cabrera ejecutó a los miembros de una partida franca liberal, que se dedicaba exclusivamente al pillaje, sin haberse enfrentado nunca a las fuerzas rebeldes.170

Pero había más formas de conseguir nuevos soldados, como es el caso de los militares liberales que se pasaban al enemigo y cuyo número era considerable. De hecho, de los 143 carlistas de Villar del Arzobispo, 20 (el 13, 9 %) eran desertores del ejército liberal.171 Y de los 1.078 combatientes rebeldes capturados en 1840 en Castellote, Segura, Pitarque y Ares del Maestre, 116 (el 10, 7 %) habían pertenecido antes a las fuerzas isabelinas.172 Casi todos ellos procedían de provincias alejadas del teatro de operaciones, ya que la mayor parte de los soldados liberales eran traídos de lejos, para dificultar así la deserción. Por ello sólo el 3, 9 % de los carlistas turolenses y el 4, 1 % de los castellonenses procedían del ejército de la reina, cifra que se elevaba al 14, 5 % en el caso de los valencianos y al 19, 1 % en el de los alicantinos.173

Ya en 1834 Carnicer engrosó sus filas con los prisioneros del fuerte de Mas de Barberans.174 Al año siguiente, también Cabrera aumentó sus fuerzas con algunos soldados que se le pasaron,175 al tiempo que publicaba bandos destinados a los combatientes enemigos, para que se le unieran.176 Por otra parte, de los 900 prisioneros liberales hechos por Quílez en Bañón, casi todos aceptaron unirse a las huestes de don Carlos, recuperando así sus armas.177 Y la partida del Trueno, que en abril de 1839 bloqueaba Alcañiz, se componía toda ella de pasados del provincial de Burgos.178 Para estimular la deserción enemiga, los rebeldes llegaron a pagar 2 pesetas a cada liberal que se les uniera, formando así una compañía de más de 60 miembros.179

Normalmente los pasados eran soldados recién capturados, a los que se daba a elegir entre cambiar de bando o convertirse en prisioneros de guerra, con todas las penalidades que ello suponía. Por eso muchos de ellos no eran realmente voluntarios, sino jóvenes forzados a elegir el menor de dos males y que desertaban a la primera oportunidad.180 De esta manera, el 4 de julio de 1837 se entregaron en Peñíscola un sargento y ocho soldados carlistas, procedentes de la legión argelina (enviada por Francia), que habían sido capturados en Navarra y que ahora marchaban con la Expedición Real. Cuando se presentaron afirmaron que sus compañeros sólo esperaban una ocasión propicia para hacer lo mismo.181 Al año siguiente se pasaron a los liberales, en Sagunto, seis músicos de las fuerzas de Cabrera que, procedentes del provincial de León, habían sido hechos prisioneros al rendirse Benicarló.182 Por último indicar que en septiembre de 1839 se presentaron a las fuerzas de la reina ocho rebeldes, de los que cuatro habían sido soldados liberales hechos prisioneros por la facción.183

También había quien desertaba del bando cristino para unirse al carlista, ya fuera por convicción, por dinero o buscando una disciplina menos estricta.184 En 1837, por ejemplo, Cabrera aumentó su fuerza con algunos prisioneros y con muchos presentados.185 Dos años después algunos soldados liberales procedentes de la división que vino de La Mancha desertaron y se unieron a los rebeldes, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que eran antiguos guerrilleros carlistas que se habían acogido al indulto.186 Por esas fechas las continuas derrotas habían bajado mucho la moral de las tropas gubernamentales, por lo que muchos de ellos se pasaban al bando absolutista.187 En estos casos más les valía no ser capturados por sus antiguos compañeros de armas, ya que entonces serían juzgados y fusilados.188

Un aliciente para cambiar de bando era la posibilidad de un rápido ascenso, como podemos observar en varios casos que aparecen en la prensa de la época. El 18 de enero de 1839, por ejemplo, los sargentos Gimeno y Esteve fusilaron en Maella a un antiguo sargento liberal, que se había pasado al enemigo, promocionando al grado de teniente.189 Más notorio fue el caso de Miguel Vidal, un cabo del regimiento de Almansa, que huyó a las filas rebeldes, en las que consiguió ascender hasta capitán.190 O el de un pasado de Buil a la facción de Esperanza, que acabó convirtiéndose en jefe de una partida.191

A veces también desertaban oficiales liberales, que se unían al enemigo huyendo de algún castigo, esperando mantener el rango y recibir además una recompensa económica por los hombres o la información que aportaban. En julio de 1837, por ejemplo, Miguel Balladares, capitán de cuerpos francos, se pasó a la facción, llevando consigo (probablemente) papel timbrado de la primera división y las claves a usar en la correspondencia.192 Al año siguiente el liberal Luna se pasó a los carlistas con varios soldados de la compañía de fusileros de Valencia,193 mientras que Borso capturó a un antiguo capitán del regimiento de Soria, ahora en las filas rebeldes.194 Poco después un asistente de dicho general le robó dinero y una prenda muy estimada por él, uniéndose enseguida a Cabrera, quien lo acogió como hombre de confianza.195

Por último hay que hablar del reclutamiento obligatorio, que también existió y que alcanzó proporciones considerables. Los reclutas forzosos podían ser, a su vez, de dos tipos: quintos o mozos sacados a la fuerza de sus localidades.

Los quintos eran aquellos que habían sido reclutados mediante un procedimiento que intentaba asemejarse a algo legal.196 Para ello había que establecer qué mozos iban a ser llamados a filas, lo cual requería la colaboración de los ayuntamientos, que aportarían la información necesaria. Esto era bastante laborioso, pero daba al reclutamiento una apariencia de legalidad, que era lo que los carlistas pretendían. De todas maneras, al principio de la guerra lo que hacían era convocar a los quintos designados por las autoridades liberales para que se unieran a ellos y no al ejército regular. Así pues, el 14 de marzo de 1834 Carnicer y Quílez distribuyeron una proclama, en la que mandaban a todos los mozos a los que les tocara ir a quintas que se les presentaran, amenazando con diez años de presidio al que no lo hiciera.197 De esta manera se llevaron a 150 jóvenes de Caspe, después de lo cual recogieron quintos por los alrededores.198 A finales de 1835 el Serrador hizo algo parecido, al ordenar a los reclutas que se unieran a él y no al ejército de la reina.199

El problema de este sistema es que hacía a los rebeldes dependientes de los reclutamientos que llevasen a cabo las autoridades liberales, lo que no siempre coincidía con sus necesidades de nuevos soldados. Por ello en marzo de 1836 los carlistas decretaron su primera quinta, que se efectuó en el Maestrazgo y en el Bajo Ebro. Con 20 ó 25 onzas de plata (de 591 a 739 gramos) se podía lograr la exención, estableciéndose una junta de agravios en Sant Mateu para oír alegaciones y recoger el dinero. Llegaron incluso a reclutar a chicos de 14 años200 y cuando no tenían bastante con los solteros se llevaban también a los casados y viudos sin hijos.201


Tropas carlistas sorprendiendo el sorteo de la quinta

En agosto de 1837 la junta carlista envió una circular a los pueblos para que el alcalde, el cura párroco y el primer contribuyente de cada localidad procedieran, con todo sigilo, al alistamiento de todos los mozos y vecinos sin hijos que tuvieran entre 16 y 40 años. Se les amenazó con fuertes multas si revelaban el secreto y se ordenó que remitiesen las listas de reclutas a un comisionado que tenían en La Cañada de Fortanete (Teruel). No obstante, también se les dijo que los mozos debían permanecer en sus casas hasta nueva orden, por lo que de momento no llegó a efectuarse ningún reclutamiento. Probablemente no tenían armas para equiparlos y sólo querían saber con cuánta gente podían contar para realizar una quinta en el futuro.202

Tras unos meses de espera la junta rebelde hizo pública la orden de quinta, que comenzó a llevarse a cabo a principios de 1838.203 Comprendía a los solteros y viudos sin hijos, de 16 a 40 años, que podían reclamar ante la junta, así como eximirse pagando 4.000 reales (3.000 si se pertenecía al estado llano), aportando 13 juegos de vestuario o un número similar de armamentos.204 Para llevar a efecto esta orden se enviaron comisionados a los pueblos que, con los libros parroquiales en la mano, prendieron a todos los mozos que no respondieron al pregón.205 Como ejemplo podemos decir que Viscarro acudió al Alto Palancia en febrero, haciendo la quinta de los nuevos reclutas y llevándose a 40 sólo en Altura.206 Dos meses después se unió con Forcadell en Chiva, donde hizo público un bando para que se presentaran los mozos de dicha quinta, so pena de muerte.207 Aunque los jóvenes de dicha población huyeron, en otras localidades sí que se reclutó a bastante gente. De este modo, durante la primavera se concentraron 800 quintos en Sant Mateu,208 300 o 400 en Villahermosa del Río (Castellón)209 y unos 500 en Cantavieja.210

En septiembre de 1838 Cabrera decretó otra quinta, que abarcaba a los mismos hombres que la anterior.211 De esta manera, se crearon nuevos batallones en Aragón,212 pero sólo en algunos distritos se realizó el reclutamiento de acuerdo con las indicaciones de don Carlos. El pretendiente había ordenado que se encargara de ello la junta de Mirambel, pero en la mayoría de los casos lo realizó la autoridad militar.213 Normalmente el jefe de cada fuerza rebelde enviaba un comunicado a varios pueblos cercanos para que presentaran una lista de los mozos de los pueblos, indicando su edad y sus circunstancias personales. Esto es lo que hizo, en noviembre de 1838, el jefe de la partida de Gátova con Serra, Náquera y Moncada, amenazando con bajar una noche y quemar dichas localidades si no se cumplía la orden e imponiendo 200 reales de multa por cada hora de retraso.214

Unos meses después Cabrera ordenó una nueva quinta de mozos solteros y viudos sin hijos, esta vez entre 16 a 36 años e incluyendo también a los casados después del 1 de julio de 1838. Se debían presentar en Chelva con dos individuos de justicia, ya que allí sería donde se celebraría el juicio de exenciones, la medición y demás formalidades. Para ello se nombró una junta de jefes y oficiales que debía oír las reclamaciones. El caudillo carlista hizo a los ayuntamientos responsables del cumplimiento de esta disposición, bajo multa de 500 ducados, amenazando con proceder contra ellos o contra sus padres, en caso de ocultarse o de fugarse alguno.215 Poco después, Arnau creó otra junta (en Alpuente) para oír las alegaciones de los mozos de aquellos pueblos.216

Aparte de los quintos, había también soldados que habían sido arrancados de sus pueblos sin ningún tipo de formalidad ni apariencia de legalidad. Esta práctica la emplearon los rebeldes desde el principio de la guerra. Ya en 1833 el barón de Hervés ofició a todos los pueblos del partido de Morella para que le presentaran a todos los voluntarios realistas y mozos útiles, entre 16 y 40 años.217 Y según un informe del gobernador de Alcañiz, la mayoría de los que se unieron a la facción en ese año lo hicieron violentados.218 Poco después, en marzo de 1834, Carnicer se llevó a todos los solteros de Molina de Aragón219 y un mes después hizo lo mismo en Tordesilos (Zaragoza).220 Además, Quílez recorrió los pueblos del Bajo Aragón llamando a filas a todos los que habían sido indultados y reuniendo en pocos días más de 70 hombres.221 Algo parecido hizo Montañés durante el mes de octubre, cuando fue por la cuenca del Matarraña y del Martín reintegrando a los indultados y captando a nuevos seguidores.222

La práctica de secuestrar a los jóvenes fue la más habitual durante la guerra, ya que era mucho más cómodo y rápido que llevar a cabo todas las formalidades necesarias para una quinta. Y como no era necesario realizar sorteo alguno, podían llevarse así a muchos más reclutas. Entre los muchos ejemplos podríamos citar el caso de Alcudia de Veo (Castellón), donde en mayo de 1836 entró una pequeña partida, llevándose a todos los mozos que encontró.223 Un año después, en Atzeneta del Maestrat, Useras, L’Alcora e inmediaciones, los carlistas ordenaron que se les presentaran todos los solteros, so pena de vida.224 Posteriormente, en marzo de 1838, una partida rebelde entró en Borriol y echó un bando, haciendo presentarse a los mozos y a los viudos para llevárselos.225 Y así podríamos seguir con numerosos ejemplos más, hasta el 23 de marzo de 1840, que es cuando realizaron la última recluta de la guerra (o al menos la última que ha dejado constancia). En esta ocasión 50 facciosos de Gracia se llevaron de Alfondeguilla (Castellón) a todos los solteros, tras haber recogido a 200 en los demás pueblos de la sierra de Espadán.226

Pero tanto las quintas como las reclutas forzosas se encontraban con algunos obstáculos. El primero eran las autoridades liberales, que a veces recogían a todos los quintos de los pueblos y los concentraban en puntos fortificados, para impedir que cayeran en manos del enemigo. Los mozos del partido de Teruel, por ejemplo, recibieron en varias ocasiones la orden de concentrarse en la capital de la provincia, para evitar ser llevados a Cantavieja, en virtud de la quinta que estaban realizando los carlistas.227 Asimismo, el comandante del ejército del centro, Antonio van Halen, se llevó a Segorbe a todos los jóvenes solteros de la comarca para impedir que hiciera lo propio Cabrera.228 No obstante, las autoridades liberales no debieron recoger a muchos mozos, ya que no disponían de suficientes recursos para alimentarlos fuera de sus lugares de origen.229

Por ello el principal problema para los rebeldes no fue éste, sino la huída de los muchachos, en cuanto se enteraban de que una partida carlista estaba llevándose a los mozos de los pueblos cercanos. La primera noticia que tenemos de ello data de agosto de 1835, cuando 24 jóvenes indultados se marcharon de La Codoñera (Teruel) para evitar ser reclutados de nuevo por las fuerzas de Quílez.230 Cuatro meses más tarde los quintos de Aliaga (Teruel) huyeron con el justicia a Teruel para no caer en manos de los rebeldes. Cuando éstos llegaron al pueblo mandaron a un paisano en su búsqueda, con un oficio en el que se les amenazaba con fusilarlos a ellos, a sus padres y a sus parientes más inmediatos si no se presentaban. Pero esto no les sirvió de nada y los jóvenes se negaron a regresar.231

Y esta no fue la única vez que sucedió algo así. Dos años después, al rumorearse que los rebeldes estaban quintando a gente por los pueblos del Maestrazgo, algunos se marcharon a Vinaròs para eludir el reclutamiento.232 Más acentuado fue lo que hicieron los quintos de Chiva, que huyeron en masa poco antes de que llegaran las tropas de don Carlos.233 Unos se refugiaron en las montañas, mientras que otros se trasladaron al punto fortificado más cercano, hasta que pasó el peligro.234

Para contrarrestar estas huidas los jefes de la facción empezaron a tomar represalias con los familiares de los fugados. En marzo de 1838 se llevaron de Tales, Artesa y Sueras (Castellón) a los padres de los mozos que no quisieron presentarse al ser quintados.235 Unos meses después el coronel Doménech intentó reclutar soldados en Chóvar (Castellón), pero se encontró con que los jóvenes habían huido. Entonces apaleó a los concejales, llevándose acto seguido al alcalde y a los padres y madres de los mozos ausentes, hasta que éstos se presentaran.236 Además, en la última quinta carlista se conminó a todos los solteros del Maestrazgo, aunque se hallaran en puntos dominados por las tropas constitucionales, a que se alistaran en el ejército rebelde, so pena de ejecutar a sus padres y parientes más cercanos, lo que obligó a muchos a regresar.237 Pero algunos ya habían previsto esto y para evitar estas represalias huyeron acompañados de sus padres.238

Otro problema consistía en que a menudo los carlistas no tenían medios para equipar o alimentar a la gente que reclutaban. De hecho, se sacaba a los jóvenes de los pueblos antes de que se pudiera disponer de armas o uniformes para ellos, lo que daba a sus huestes un aspecto de bandas irregulares y facilitaba la deserción, al no ir identificados sus miembros como militares. Muchos de ellos iban armados con palos,239 lo que les convertía en un ejército poco eficaz, y al que además tenían que alimentar. Por ello, a veces se veían obligados a despedir a los nuevos reclutas, por falta de comida para todos.240

A modo de conclusión, podemos señalar que al principio de la guerra sólo se sublevaron unos pocos hombres, directamente interesados en el triunfo de don Carlos, para mantener su empleo (en los voluntarios realistas) o para conseguir un puesto en el ejército, si carecían de él. La gran mayoría de la población, incluso en las zonas que luego serían carlistas, no encontró suficientes motivos como para apoyarles, lo que llevó a un rápido fracaso de los primeros alzamientos. Así pues, en un principio el alistamiento en las partidas estaba movido casi únicamente por intereses laborales. Y aunque había mucha gente humilde, que podía ver la guerra como una forma de ganarse el sustento, sólo unos pocos se decidieron a unirse a las partidas, por miedo a ser fusilados si caían en manos de las tropas de la reina.

A partir de 1835 el movimiento rebelde creció considerablemente, debido a las victorias carlistas, que atrajeron a sus filas a muchos campesinos pobres, que ya no veían tan peligroso unirse a las fuerzas tradicionalistas. Al mismo tiempo, estos triunfos permitían incorporar a la facción a muchos soldados de la reina prisioneros, lo que reforzaba todavía más el movimiento. Y a ellos se sumaron, a partir de entonces, numerosos absolutistas, que hasta ese momento habían permanecido al margen de la contienda. Lo que les motivó a rebelarse fue, sobre todo, el miedo a excesos liberales o el deseo de vengar algún atropello cometido con ellos o con sus familiares. De esta forma, los errores y abusos de los isabelinos llevaron a muchos simpatizantes carlistas a tomar las armas, algo que en un principio no tenían previsto, por los peligros que ello implicaba. Además, gran número de personas pobres que se habían unido a los rebeldes por intereses económicos, acabaron odiando a los liberales por las represalias cometidas hacia sus amigos y familiares, lo que les llevó a identificarse con la causa tradicionalista, que no siempre comprendían, pero con la que empezaron a compartir un enemigo. Y a esto hay que añadir que los excesos y errores de los cristinos aumentaron los apoyos al carlismo en las comarcas donde se llevaba a cabo la guerra, que acabaron pasándose en masa al bando rebelde. De esta manera, la ideología tradicionalista se reforzó considerablemente durante la guerra con la difusión del odio hacia los liberales, ya que en realidad no había otra cosa que uniera a los partidarios de don Carlos. Por ello, lo que en un principio era una rebeldía por intereses económicos particulares, acabó convirtiéndose en un movimiento más duradero, que resistió a la guerra y al exilio, transmitiéndose durante varias generaciones de padres a hijos.241 Y aunque también hubo reclutas forzados en las filas carlistas, éstos fueron siempre una minoría, que no empezó a tener importancia hasta 1838.

D) ORGANIZACIÓN Y ADIESTRAMIENTO

Una vez se había incorporado a nuevos soldados, se hacía necesario proporcionarles el equipo (si se disponía de él) y organizarlos en compañías y batallones, así como nombrar a los cabos, suboficiales y oficiales de las nuevas unidades. A éstos los elegía personalmente Cabrera, mientras que los cabos y sargentos se conseguían ascendiendo a soldados veteranos de otras unidades.242 Estas operaciones había que hacerlas cuanto antes, por lo que se realizaban en cualquier población en la que se detuviesen. Pero, como requerían un cierto tiempo, a menudo había que esperar a que se produjera una pausa en las operaciones militares. Al principio de la guerra, por ejemplo, el barón de Hervés se dedicó a organizar a los reclutas en Morella.243 También tenemos noticia de que en octubre de 1838 Forcadell se refugió en Montán (Castellón) para organizar a su gente.244

Después había que adiestrarlos en las reglas básicas del combate. Para ello los rebeldes los conducían a sus bases en la retaguardia, donde les daban un mínimo entrenamiento. Ya en noviembre de 1833 se enseñaba a los voluntarios los primeros rudimentos de la táctica militar y del manejo de las armas, pese a lo cual su adiestramiento dejaba mucho que desear.245 Año y medio después Arévalo y Cabrera daban alguna instrucción a los reclutas en los puertos de Beceite.246 Pero a partir de 1837 el principal centro de adiestramiento pasó a ser Cantavieja, donde a veces se encontraron hasta 500 quintos ejercitándose simultáneamente, aunque no hubiera armas para ellos.247 Esta actividad tomó tanta importancia que, a principios de 1839, Cabrera ordenó al coronel Feliu y al teniente coronel Pons que se dedicaran exclusivamente al entrenamiento de los nuevos reclutas.248 Otros puntos importantes fueron Morella249 y Chelva, localidad en la que se construyeron depósitos de quintos para instruirlos y organizarlos. De hecho, durante los periodos de descanso entre campañas, Arnau se dedicó a completar allí la formación de los bisoños.250 También tenemos noticias de que se instruía a nuevos soldados en Cañete (Cuenca), Ayódar (Castellón), Alloza (Teruel), Collado de Alpuente (Valencia), Benasal (Castellón) y en varias localidades del Maestrazgo.251

Pero a menudo el adiestramiento se realizaba en lugares no preparados para ello. En noviembre de 1835, por ejemplo, Cabrera se retiró a la serranía de Cuenca para ejercitar a sus hombres.252 Poco después ordenó que, durante las marchas, cuando no hubiera novedad, se empleasen tres o cuatro horas en maniobras y evoluciones, dedicando los días de descanso a exámenes y ejercicios.253 Además, la instrucción que se les daba era bastante deficiente y no podía compararse con la del ejército de la reina, mucho más disciplinado y mejor entrenado.254 A esto contribuía el hecho de que a menudo no hubiera fusiles para todos, por lo que era habitual que se entrenaran con sólo cinco armas de fuego por compañía. El resto utilizaban para ello palos de madera de roble, a los que añadían trozos de hierro a modo de bayonetas.255

Por otra parte, no siempre había tiempo para entrenar a los reclutas, por lo que era frecuente que los nuevos soldados fueran mezclados con los veteranos y combatieran con ellos desde el primer día.256 De hecho, la falta de adiestramiento de los soldados (muchos de los cuales sólo llevaban en filas dos o tres semanas) fue una de las causas de la derrota de Carnicer en Maials (Lleida), en abril de 1834.257 Otro ejemplo es el del soldado Cayetano Blanch, voluntario de Tortosa, que se alistó el 20 de octubre de 1835 y entró en combate seis días después, por lo que difícilmente pudo haber recibido entrenamiento militar.258

También los oficiales necesitaban un adiestramiento, puesto que casi ninguno de los mandos carlistas había pasado por una academia militar, como sí ocurría con la mayoría de los liberales.259 El propio Cabrera era un antiguo seminarista, sin ninguna experiencia con las armas antes de unirse a las fuerzas de don Carlos. Por ello empezó a instruirse en las tácticas militares una vez empezada la guerra, recibiendo clases de Joaquín Mezquita, un antiguo oficial.260

Así pues, consciente de la necesidad de dar una formación teórica a sus mandos, en 1835 creó la primera academia de oficiales de su ejército, bajo el mando del coronel José María Arévalo, uno de los pocos militares de carrera de que disponía.261 Pero esta institución tuvo una vida efímera, dada la falta de una base estable y las continuas marchas de las huestes carlistas.262 Tres años más tarde se creó la Academia del Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia, destinada a instruir a cadetes de infantería y artillería. Estaba dirigida por el capitán-profesor Antonio Manuel Gutiérrez y fue inaugurada en diciembre de 1838. Al mismo tiempo se creó una escuela de artillería e ingenieros,263 con sede en Morella. Su primer curso empezó en enero de 1839 y terminó siete meses después. Allí los cadetes tenían que estudiar aritmética, álgebra, dibujo topográfico, geometría, secciones cónicas y tratados sobre fortificación, pólvora y munición. También entraban en su currículum las ordenanzas militares y normas sobre la formación de causas, de las que luego tenían que examinarse.264 Esta formación la completaban con la participación ocasional en asedios a ciudades fortificadas enemigas, como sucedió en el ataque a Vilafamés, en abril de 1839.265 Allí los cadetes, que tenían tan sólo 14 ó 15 años, dispararon con tal precisión que Cabrera ascendió al profesor a capitán y a los tres alumnos mayores a oficiales.266

1 Diario de Valencia, 7, 10, 28 de noviembre y 24 de diciembre de 1833, 15, 18, 21, 25, 29, 31 de enero, 4 de febrero, 9, 10, 12 de marzo, 1, 21, 29 de abril, 6, 11, 20 de mayo y 2 de julio de 1834. El Turia, 11, 18 de enero, 13 de marzo y 7 de abril de 1834. Boletín Oficial de las Provincias de Valencia y Castellón de la Plana, 22 de abril, 6, 20 de mayo y 1 de julio de 1834. Anónimo, Fastos españoles o efemérides de la guerra civil, Madrid, Imprenta de don Ignacio Boix, 1839-1840, v. 1, p. 790 y v. 2, pp. 26, 83, 151, 152, 180, 243, 317 y 377. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales cabecillas facciosos de las provincias de Aragón y Valencia desde el pronunciamiento carlista de Morella en 1833 hasta el presente, Valencia, oficina de López, 1840, p. 32.

2 Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra última en Aragón y Valencia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006, pp. 14, 15 y 29. Rújula, P., Rebeldía campesina y primer carlismo: los orígenes de la guerra civil en Aragón (1833-1835), Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1995, p. 143.

3 Abadía, A., El siglo XIX en Samper de Calanda, Zaragoza, Ayuntamiento de Samper de Calanda, 1985, p. 49.

4 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 153. Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 134.

5 Diario de Valencia, 28 de noviembre de 1833. Boletín Oficial de las Provincias de Valencia, Alicante y Castellón de la Plana, 25 de marzo de 1834. Córdoba, B., Vida militar y política de Cabrera, Madrid, Imprenta de Eusebio Aguado, 1844-1846, v. 1, p. 28. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 164.

6 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los cabecillas... pp. 197, 198, 214, 215 y 222.

7 El Turia, 11 de enero de 1834.

8 Archivo Municipal de Xàtiva. Libro capitular de 1833, folio 394. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 149.

9 Diario de Valencia, 7 de noviembre de 1833. El Turia, 11 de enero de 1834. Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 79.

10 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 111 y 129. Segura, J., Morella y sus aldeas, Villarreal, Ayuntamiento de Morella, 1991, v. 4, pp. 34 y 35. Rújula sostiene que el levantamiento se produjo el día 12, a las 12 del mediodía. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 148.

11 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de Ramón Cabrera, Valencia, oficina de López, 1839, p. 14.

12 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 151 y 152. Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, 8 de mayo de 1835. Según Melchor Ferrer el alzamiento se produjo el día 16, fecha que Vicent Gil adelanta al día 8. Por otra parte, Roldán afirma que Llorens servía en el batallón de voluntarios realistas de La Vall d’Uixò, en el que había también gente de Villarreal y Onda. Vicent Gil sostiene en cambio que Llorens abandonó Villarreal con los batallones realistas de Villarreal, Onda, Vall d’Uixó y L’Alcora. Ferrer, M., Tejera, D. y Acedo, J., Historia del tradicionalismo... v. 3, p. 271 y v. 7, p. 175. Roldán, E., Estado mayor general carlista en las tres guerras del siglo XIX, Madrid, Editorial Actas, 1998, p. 66. Gil Vicent, V., Joaquín Llorens y Bayer (1807-1862). Un militar olvidado por la historia, Villarreal, Ayuntamiento de Villarreal, 2006, p. 56.

13 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 128 y 152. Segura, J., Morella... v. 4, p. 42.

14 Diario de Valencia, 10 y 13 de diciembre de 1833. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 34-36. Calbo y Rochina. D, Historia de Cabrera y guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, Establecimiento tipográfico de Vicente Castelló, 1845, p. 8.

15 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 179.

16 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 64. Vilar, J. B., Aproximación a la Orihuela contemporánea, Murcia, Patronato Angel María Rogel, 1982, tomo 5, v. 1, pp. 326 y 327.

17 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 276.

18 Segura, J., Morella... v. 4, pp. 94 y 95.

19 Diario Mercantil de Valencia, 7 de octubre de 1838.

20 Diario de Valencia, 16, 22 y 25 de diciembre de 1833. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales... pp. 12, 13 y 36. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 34, 36-39, 45 y 64.

21 Diario Mercantil de Valencia, 24 y 31 de enero, 4 y 10 de febrero y 4 de junio de 1836; 6 de enero y 14 de febrero de 1837.

22 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 27.

23 Diario Mercantil de Valencia, 8 de marzo de 1838.

24 Diario Mercantil de Valencia, 29 de julio de 1837.

25 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, pp. 251 y 332.

26 Entre paréntesis aparece la media de soldados que tenían en cada año (si es que se sabe). No se han incluido cuatro partidas grandes que sólo aparecen mencionadas una vez, ya que eran probablemente un destacamento temporal de un grupo mayor. Por otra parte, algunas de estas fuerzas, especialmente a partir de 1836, no eran más que batallones, brigadas o divisiones del ejército de Cabrera, que solían actuar por separado. Por ello, cuando me refiero a este jefe rebelde sólo hago referencia a las tropas que le acompañaban habitualmente, no a todas las que tenía a sus órdenes.

27 No se incluyen las fuerzas del barón de Hervés, ya que estaban formadas por la suma de numerosas partidas ya mencionadas en esta lista.

28 Hasta marzo Cabrera tenía una media de 68 hombres y Forcadell 500. Desde ese mes fueron unidos y Cabrera asumió el mando.

29 Era una pequeña partida, aunque no conocemos su número de integrantes.

30 Sus fuerzas acabaron integrándose en la partida de Cabrera, por lo que no han sumado dos veces para elaborar el cuadro 3.

31 En septiembre Cabrera cedió el mando a Arévalo.

32 Se trata de la misma fuerza, que primero fue mandada por el fraile Esperanza luego por Carné y después por Llagostera.

33 Incluye las tropas de Añón, con las que casi siempre estaba unido.

34 No se incluyen las veces en las que iba acompañado de Forcadell, ya que entonces llegaba a duplicar sus tropas.

35 En septiembre el Serrador se fue a la expedición de Gómez con casi toda su fuerza, dejando a unos 200 hombres en la provincia de Castellón, al mando de Mestre y Sorolla.

36 Incluye las tropas de Llagostera, con las que estuvo unido la mayor parte del año. No incluye a las fuerzas de Forcadell, con las que iba sólo de vez en cuando.

37 Estas fuerzas pertenecían a la facción de Cabrera, de la que se separaban ocasionalmente, cuando Cabrera delegaba en Llagostera el mando de las tropas. La fuerza media de Cabrera es inferior porque a menudo se quedaba con unos pocos hombres, mientras dejaba a Llagostera el mando del grueso de las tropas. Para calcular el total de tropas carlistas (cuadro 3) se ha tenido en cuenta sólo la fuerza de Llagostera.

38 Incluye los restos de su facción después de su muerte.

39 Partida pequeña.

40 Arnau mandó la división del Turia hasta que fue sustituido por Arévalo.

41 Incluye las tropas de Llagostera, con las que estuvo unido la mayor parte del año.

42 Cabecilla manchego. Está incluido porque ese año realizó operaciones por Valencia.

43 Arévalo mandó la división del Turia, hasta que fue sustituido por Palacios.

44 Llagostera mandó la división de Aragón hasta que fue sustituido por Polo.

45 Cabecilla manchego. Está incluido porque ese año realizó operaciones por Valencia.

46 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 58. Santirso afirma que Cabrera y Carnicer pudieron desarrollar un importante foco carlista por la falta de coordinación de las fuerzas liberales, divididas entre tres capitanías generales. Pero esto no se sostiene, ya que las guerrillas carlistas del Maestrazgo estuvieron a punto de desaparecer dos veces (en los inviernos de 1833-1834 y 1834-1835) cuando aún no existía el ejército del centro, ni se permitía a los generales de la reina abandonar sus distritos. Una vez se tomaron medidas para solucionar esto, el carlismo en la zona no empezó a disminuir, sino todo lo contrario. Fue entonces cuando Cabrera obtuvo sus mayores victorias y creó una red de puntos fortificados, pese a existir ya un ejército del centro, que unificaba el mando liberal en la zona. Todo ello muestra que la clave no fue la falta de coordinación, sino la escasez de tropas (y de medios) de los generales de la reina. Santirso, M., Revolució liberal i guerra civil a Catalunya (1833-1840), Lleida, Pagès editors, 1999, p. 85.

47 Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... v. 1, p. 21.

48 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 70.

49 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 184-186, 193, 203-204, 218 y 219.

50 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 306.

51 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 187-190. Segura, J., Morella... v. 4, pp. 103 y 104.

52 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 190.

53 En la página 167 Córdoba asegura que Cabrera sólo tenía 29 hombres en marzo, pero aquí no incluye a las fuerzas de otros cabecillas, que sí que añade en el recuento de diciembre. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 130 y 167.

54 El Turia, 24 de diciembre de 1834 y 8 de noviembre de 1835.

55 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 318.

56 Diario Mercantil de Valencia, 26 de octubre de 1835.

57 Diario Mercantil de Valencia, 30 de octubre de 1835.

58 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 243-245. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, pp. 337 y 339. Urcelay, J., Cabrera... pp. 82 y 83. El boletín de Castellón asegura que el ejército carlista pasó de 7.000 a 800 hombres tras la batalla de Molina, pero estas cifras parecen bastante exageradas. Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, 20 de diciembre de 1835.

59 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 256 y v. 2, p. 14. Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra última... p. 70.

60 Hay que tener en cuenta que estas cifras están basadas en medias anuales de partidas aisladas. No incluyen las grandes partidas que se podrían formar esporádicamente, mediante la unión de otras más pequeñas. Y tampoco la situación en meses puntuales, en los que podía variar esta situación.

61 Probablemente casi todas las partidas de las que desconocemos su tamaño serían pequeños grupos de menos de 100 hombres. Por eso se han unido al apartado de gavillas pequeñas, aunque para calcular la media de tropas por partida sólo se han tenido en cuenta aquellas cuyos efectivos conocemos con certeza.

62 Córdoba sólo contabiliza a los que se hallaban bajo las órdenes directas de Cabrera (Forcadell, Quílez, Llagostera). No incluye a las fuerzas del Serrador ni a muchas pequeñas partidas que hacían la guerra por su cuenta, por lo que el total no es completo y abarca menos soldados que el de la columna de “otras fuentes”.

63 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 240. Aunque sólo incluye a las fuerzas carlistas que estaban en Morella y sus inmediaciones (el 30 de noviembre), es muy probable que éstas sean casi todas las fuerzas rebeldes de Valencia y el sur de Aragón, ya que por esas fechas hay pocas noticias de partidas en otras comarcas.

64 Cifras dadas por José Segura (para el mes de marzo, la primera) y por Alfonso Bullón de Mendoza (para el mes de noviembre, la segunda). Hay que tener en cuenta que el máximo carlista se dio durante la primavera, mientras que a principios y finales de año las partidas rebeldes estuvieron a punto de desaparecer, debido a la intensa persecución liberal. Por eso la media anual es considerablemente superior a las cifras que aportan estos dos autores. Segura, J., Morella... v. 4, p. 60. Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... p. 268.

65 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 120.

66 Cálculos del cónsul francés en Valencia, citados en Millán, J., “Els militants carlins...” p. 110.

67 Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... p. 40.

68 Diario Mercantil de Valencia, 6 de agosto de 1837.

69 Parte de la diferencia entre los datos de Córdoba y los otros se debe a que la partida de Merino está contabilizada en la segunda columna, pero no en la primera, ya que eran tropas castellanas, que regresaron a la meseta en septiembre. Por tanto, no estaban en la zona en diciembre, que es cuando Córdoba nos informa de las fuerzas carlistas en Levante.

70 Cálculos del cónsul francés en Valencia, citados en Millán, J., “Els militants carlins... p. 110.

71 Polo de Lara, L., Biography of don Ramon Cabrera, first conde de Morella, first marquis del Ter, Londres, Edición privada, 1887, p. 106. Las cifras son de finales de año y corresponden sólo a las fuerzas bajo las órdenes de Cabrera.

72 En las cifras de este año se han añadido 8.000 hombres que estarían en guarniciones (ver cuadro 39). Además, aparecen contabilizados los 2.240 hombres de Palillos que regresaron a La Mancha a principios de año y que Córdoba no incluye, porque recoge un informe del mes de diciembre.

73 Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 2, p. 94.

74 Cifra que aparece publicada en el Boletín del Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia de 13 de marzo de 1839. Se trata de 15.000 hombres del ejército regular y 10.000 “somatenes” (probablemente voluntarios realistas y unidades de inválidos).

75 Esta cifra incluye también 8.000 hombres de guarniciones (ver cuadro 39), por lo que se trata de los efectivos del ejército carlista a principios de año.

76 Estos son los cautivos carlistas que decía tener Van Halen en noviembre de 1838. Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 4, p. 129.

77 Son los desertores carlistas conocidos antes de 1840. Ver cuadro 11.

78 Véase mi tesis doctoral. Caridad, A., El carlismo en el País Valenciano y Teruel (1833-1840), Valencia, Universidad de Valencia, 2010, p. 1006.

79 Madoz, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, Almendralejo, Biblioteca Santa Ana, 1989-1993. El total valenciano y turolense se ha obtenido sumando las cifras de población de los partidos judiciales.

80 Mundet, J. M., La primera guerra carlina a Catalunya. Història militar i política, Barcelona, Publicacions de l’abadia de Montserrat, 1990, pp. 16 y 44.

81 Diario Mercantil de Valencia, 2 de mayo de 1835, 28 de mayo de 1836, 23 de marzo y 3 de mayo de 1837, 1 de marzo, 19, 23 de agosto, 3, 9, 10, 14, 28 de septiembre, 18 de octubre y 2 de noviembre de 1838, 2 de febrero, 24 de abril, 20 de julio, 2 de octubre y 20 de noviembre de 1839 y 19 y 27 de abril de 1840. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 3, p. 641, v. 4, p. 154 y v. 6, p. 32. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 266.

82 Vinaixa, J. R., Tortosa en la guerra dels set anys (1833-1840), Valls, Cossetània Edicions, 2006, p. 276.

83 Sauch, N., “La guerra dels set anys a Ulldecona (1833-1840)” en Raïls n° 21, 2005, p. 148. Meseguer reduce a 206 los carlistas de Vinaròs. Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs (1833-1841) (III)” en Centro de estudios del Maestrazgo, n° 35, julio-septiembre 1991, p. 25.

84 Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... p. 681.

85 Archivo Histórico Municipal de Valencia, actas del ayuntamiento constitucional de 1839, folios 1399, 1401, 1405 y 1408. Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajos 471 y 472. Archivos Departamentales de los Pirineos Orientales, legajos 4 M 594 y 641. Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, C1, gobierno civil, expedientes generales, caja 54. Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 27, 30 de junio, 4, 7, 14, 18 y 25 de julio de 1840. Diario Mercantil de Valencia, 14 de mayo y 22 de agosto de 1840.

86 Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajo 471.

87 Archivo Histórico Municipal de Castellón, actas del ayuntamiento de 1839, folios 204 y 205.

88 Boletín Oficial de Valencia, 29 de marzo de 1839.

89 Diario Mercantil de Valencia, 22 de agosto de 1840.

90 Archivo Histórico de Orihuela, legajo D 1144 y acuerdos del ayuntamiento de 1836 y 1837, folio 335.

91 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 57.

92 800 según Córdoba y 500 según Pirala, Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 204. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 4, p. 386.

93 Archivo Municipal de Ontinyent. Cabildos años 1838 y 1839, folios 254-256.

94 Ballesteros, M., Historia de Utiel, Utiel, Imprenta de Alarcón, 1999, p. 623.

95 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... pp. 83 y 197.

96 El Satanás, 18 de enero de 1837.

97 Sauch, N., Guerrillers i bàndols civils entre l’Ebre i el Maestrat: la formació d’un país carlista (1808-1844), Barcelona, Publicacions de l’abadia de Montserrat, 2004, pp. 425, 426, 504 y 506.

98 Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, B4, milicias provinciales 1, expedientes generales, caja 2. Archivo Municipal de Ontinyent, cabildos años 1838 y 1839, folios 254-256. Archivo Histórico Municipal de Alcañiz, negociado 6, concejo-correspondencia, caja 77, legajo G-20.

99 Sauch, N., Guerrillers i bàndols... p. 452.

100 Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, B4, milicias provinciales 1, expedientes generales, caja 2.

101 Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajo 471.

102 Archivo Histórico Municipal de Valencia. Actas de 1839, folios 1399, 1401, 1405 y 1408.

103 Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajo 472.

104 Archivo Municipal de Ontinyent, cabildos años 1838 y 1839, folios 254-256.

105 Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 30 de junio, 18, 21 y 28 de julio de 1840.

106 Diario de Valencia, 7, 10, 28 de noviembre y 24 de diciembre de 1833, 15, 18, 21, 25, 29, 31 de enero, 4 de febrero, 9, 10, 12 de marzo, 1, 21, 29 de abril, 6, 11, 20 de mayo y 2 de julio de 1834. El Turia, 11, 18 de enero, 13 de marzo y 7 de abril de 1834.

107 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 158.

108 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales... pp. 9, 11, 28, 29, 78, 79, 196-198. Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 183. Segura, J., Morella... v. 4, p. 73.

109 D’Alaux, G., Aragón visto por un francés durante la Primera guerra carlista, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1985, p. 71.

110 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 51.

111 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de Ramón... p. 21. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 48. Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 18.

112 Archivo Municipal de Ontinyent, cabildos de 1836 y 1837, folio 152.

113 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 85.

114 Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs (1833-1841) (I)” en Centro de estudios del Maestrazgo, n° 32, octubre-diciembre de 1990, pp. 39-42. Archivo Histórico Municipal de Alcañiz, negociado 6, concejo-correspondencia, caja 77, legajo G-20.

115 Rújula, P., Rebeldía campesina... pp. 399-402.

116 Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs (1833-1841) (I)”... pp. 39-42.

117 El marqués de Miraflores y Stendhal afirmaban lo primero, mientras que Marliani sostenía lo segundo. Anguera, P., Déu, rei i fam. El primer carlisme a Catalunya, Barcelona, Publicacions de l’abadia de Montserrat, 1995, pp. 213 y 215.

118 Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas 1836-1837, sesión del 26 de abril de 1837, pp. 565 y 566.

119 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... pp. 2 y 3.

120 San Miguel, E., De la guerra civil de España, manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional, 1836, folios 61, 68 y 69.

121 Rújula, P., “Cabecillas carlistas” en Micolau, J. I. y Thomson, T., Comarca del Bajo Aragón, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 2005, pp. 104 y 105.

122 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, pp. 337 y 338. Urcelay, J., Cabrera... p. 78.

123 Rújula, P., Contrarrevolución. Realismo y carlismo en Aragón y el Maestrazgo, 1820-1840, Zaragoza, Prensas universitarias de Zaragoza, 1998, p. 387.

124 Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, B4, milicias provinciales 1, expedientes generales, caja 2.

125 Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas de 1839, folio 244.

126 Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra... p. 66.

127 Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas de 1836-1837, sesión del 9 de enero de 1837, pp. 212 y 213.

128 Diario de Valencia, 22 de febrero de 1834.

129 Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra... p. 66. Fernández Benítez, V., Carlismo y rebeldía campesina. Un estudio sobre la conflictividad social en Cantabria durante la crisis final del Antiguo Régimen, Madrid, siglo XXI, 1988, pp. 111-115. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 407. Rújula afirma que en las filas liberales no se cobraba soldada, pero esto no es cierto, ya que tenemos noticias de quejas y motines de la tropa exigiendo las pagas. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 516 y v. 4, p. 258. Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... v. 1, p. 27.

130 Rújula, P., Rebeldía campesina... pp. 399, 401 y 402.

131 El Turia, 21 de abril y 26 de agosto de 1834. Diario Mercantil de Valencia, 6 de diciembre de 1834.

132 Boletín Oficial de Valencia, 16 y 30 de enero de 1838.

133 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 166.

134 Urcelay, J., Cabrera... p. 74.

135 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 186.

136 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, pp. 56 y 57. Sauch sostiene, en cambio, que se alistaron a consecuencia de una orden de Forcadell a los justicias locales para que presentasen sus mozos a los rebeldes. Lo más probable es que se produjera un poco de las dos cosas: unos se alistarían voluntariamente y otros forzados. Sauch, N., “La guerra... p. 138.

137 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 209. Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 4, p. 4. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 166, 191 y 192. Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 2. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 4, p. 321. Segura, J., Morella... v. 4, pp. 19, 73, 98, 102 y 128. Sauch, N., “La guerra... p. 136.

138 Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajos 471 y 472.

139 Pirala, A., Historia contemporánea. Segunda parte de la guerra civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de don Alfonso XII, Madrid, Felipe González Rojas editor, 1892-1906, v. 2, p. 576.

140 Dembowski, C., Dos años en España durante la guerra civil 1838-1840, Barcelona, Crítica, 2008, p. 408.

141 Córdoba, B., Vida militar... v. 3, pp. 473-489. Segura, J., Morella... v. 4, pp. 87 y 91.

142 Anguera, P., “Sobre les limitacions historiogràfiques del primer carlisme”, en Canal, J. y otros, El carlisme. Sis estudis fonamentals, Barcelona, L’Avenç y SCEH, 1993, p. 182.

143 Bordás, J., Memorias de un voluntario carlista forcallano. 1833-1874. La guerra del Groc, Sant Carles de la Ràpita, Ayuntamiento del Forcall, 1997, p. 37.

144 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 168.

145 Segura, J., Morella... v. 4, p. 104.

146 Segura, J., Morella... v. 4, p. 60.

147 Diario Constitucional de Zaragoza, 30 de octubre de 1836. Segura, J., Morella... v. 4, p. 139. Segura afirma que estos personajes no estaban implicados en ninguna conspiración y que el gobernador ordenó su ejecución simplemente para hacer un escarmiento entre una población que no le era favorable.

148 Ortí, F., Historia de Morella, Benimodo, Ediciones RTI, 1958, p. 830.

149 Segura, J., Morella... v. 4, pp. 59 y 60.

150 Segura, J., Morella... v. 4, p. 72.

151 Pando, M., marqués de Miraflores, Memorias para escribir la historia contemporánea de los siete primeros años del reinado de Isabel II, Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1844, v. 1, p. 368.

Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 47. Segura, J., Morella... v. 4, pp. 66-67 y 103.

152 Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs... (I)”, pp. 39-42.

153 Diario Mercantil de Valencia, 11 de julio de 1839. Von Goeben, A., Cuatro años en España. Los carlistas, su levantamiento, su lucha y su ocaso. Esbozos y recuerdos de la guerra civil, Pamplona, Institución Príncipe de Viana y Diputación Foral de Navarra, 1966, p. 80.

154 Diario Mercantil de Valencia, 19 de julio de 1838.

155 Diario Mercantil de Valencia, 4 de febrero de 1839. San Miguel, E., De la guerra civil... folio 68. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales... pp. 15, 32 y 36.

156 Millán, J., Transición y reacción en el sur del País Valenciano. La formación del capitalismo agrario y los orígenes del carlismo: Orihuela, 1680-1840, Valencia, Universidad de Valencia, 1982, p. 805.

157 Diario de Valencia, 29 de enero de 1834.

158 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, p. 336.

159 Ardit, M., “Bandolerisme i delinqüència a les acaballes de l’Antic Règim (País Valencia, 1759-1843)” en Recerques n° 3, 1973, pp. 146 y 147.

160 Fernández García, A. y Rueda, J. C., “La sociedad (I): los grupos sociales” en Jover, J. M. (dir.), Los fundamentos de la España liberal (1834-1900). La sociedad, la economía y las formas de vida, Madrid, Espasa Calpe, 1997, pp. 182 y 183.

161 De los 106 carlistas de los que se indica la profesión en el Archivo de la Diputación de Valencia, sólo 10 (el 9, 4 %) estaban perseguidos por la justicia. Por otra parte, en el Archivo del Reino aparece una lista de 47 carlistas de Sagunto, de los que sólo 3 (el 6, 3 %) tenían causas pendientes. Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, B4, milicias provinciales 1, expedientes generales, caja 2. Archivo del Reino de Valencia, propiedades antiguas, legajo 471.

162 Diario Mercantil de Valencia, 17 de noviembre de 1838.

163 Diario Mercantil de Valencia, 30 de mayo de 1840.

164 Rújula, P., Rebeldía campesina... pp. 383 y 384.

165 Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 2, p. 91. Díaz, N. P., “Biografía de don Ramón Cabrera” en Obras de Nicomedes-Pastor Díaz, Madrid, Imprenta de Manuel Tello, 1866, v. 5, p. 315.

166 Diario Mercantil de Valencia, 24 de febrero de 1837, 11 de marzo de 1838, 4 de mayo y 6 de octubre de 1839. Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra... p. 118. Von Goeben, A., Cuatro años en España... p. 247.

167 Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas 1836-1837, sesión del 23 de febrero de 1837, p. 377.

168 Diario Mercantil de Valencia, 10 y 17 de mayo, 8 de agosto de 1839.

169 Diario Mercantil de Valencia, 6 de octubre de 1839.

170 Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... p. 670.

171 Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, B4, milicias provinciales 1, expedientes generales, caja 2.

172 Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 14 y 17 de marzo, 11 y 21 de abril, 23 y 26 de mayo de 1840.

173 El porcentaje se refiere únicamente a los capturados en Aragón. Rújula, P., Contrarrevolución... pp. 377 y 378.

174 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 89.

175 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 70.

176 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 647, v. 3, p. 134 y v. 5, p. 294. Diario Mercantil de Valencia, 2 de febrero de 1840.

177 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 41.

178 Diario Mercantil de Valencia, 1 de mayo de 1839.

179 Diario Mercantil de Valencia, 29 de agosto de 1839.

180 Archivo Histórico de Orihuela. Acuerdos del ayuntamiento de 1836 y 1837, folio 327. Calbo y Rochina. D, Historia de Cabrera... pp. 268, 290 y 291.

181 Diario Mercantil de Valencia, 8 de julio de 1837.

182 Diario Mercantil de Valencia, 24 de mayo de 1838.

183 Diario Mercantil de Valencia, 21 de septiembre de 1839.

184 Diario Mercantil de Valencia, 17 de junio de 1839.

185 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 4, p. 384.

186 Diario Mercantil de Valencia, 24 de enero de 1839.

187 Von Goeben, A., Cuatro años en España... p. 292. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 5, p. 321.

188 Diario Mercantil de Valencia, 9 y 18 de enero de 1838, 24 de febrero y 4 de abril de 1839.

189 Diario Mercantil de Valencia, 3 de febrero de 1839.

190 Diario Mercantil de Valencia, 15 de abril de 1839.

191 Diario Mercantil de Valencia, 17 de junio de 1837.

192 Diario Mercantil de Valencia, 20 de julio de 1837.

193 Diario Mercantil de Valencia, 12 de julio de 1838.

194 Diario Mercantil de Valencia, 7 de mayo de 1838.

195 Diario Mercantil de Valencia, 31 de mayo de 1838.

196 Para conocer el procedimiento de las quintas durante el Antiguo Régimen véase Baldó, M., “Quintos y voluntarios. Los estudiantes de la universidad de Valencia en la época de Carlos IV” en Chust, M. (editor), De la cuestión señorial a la cuestión social, Valencia, Universidad de Valencia, 2002.

197 Rújula, P., Rebeldía campesina... pp. 432 y 433.

198 Rújula, P., , Rebeldía campesina... p. 226.

199 Sauch, N., Guerrillers i bàndols... p. 488.

200 Sauch, N., Guerrillers i bàndols... p. 489.

201 Diario de Avisos de la Ciudad de Valencia, 20 de septiembre de 1836. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 3, p. 75.

202 Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, vigilancia, caja XV-1026, legajos 67 y 194.

203 Córdoba, B., Vida militar... v. 3, p. 100. Archivo Municipal de Castellfort, caja 93.

204 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 4, p. 406. Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas de 1839, folio 304. Archivo Municipal de Castellfort, caja 93.

205 Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... v. 1, p. 346.

206 Diario Mercantil de Valencia, 10 de febrero de 1838.

207 Diario Mercantil de Valencia, 13 de abril de 1838.

208 Diario Mercantil de Valencia, 18 de abril de 1838.

209 Diario Mercantil de Valencia, 15 de mayo de 1838.

210 Diario Mercantil de Valencia, 3 de junio de 1838.

211 Córdoba, B., Vida militar... v. 3, pp. 381 y 407. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 5, pp. 98 y 118.

212 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 5, p. 110.

213 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 5, p. 126.

214 Diario Mercantil de Valencia, 19 de noviembre de 1838.

215 Diario Mercantil de Valencia, 16 de enero de 1839.

216 Diario Mercantil de Valencia, 8 de febrero de 1839.

217 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 135.

218 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 183.

219 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 225.

220 El Turia, 6 de abril de 1834.

221 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 239.

222 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 282.

223 Diario Mercantil de Valencia, 6 de mayo de 1836.

224 Diario Mercantil de Valencia, 12 de octubre de 1837.

225 Diario Mercantil de Valencia, 13 de marzo de 1838.

226 Diario Mercantil de Valencia, 27 de marzo de 1840.

227 Diario Mercantil de Valencia, 11 de junio de 1837, 6 de mayo y 23 de diciembre de 1838.

228 Diario Mercantil de Valencia, 15 de diciembre de 1838.

229 Archivo de la Diputación Provincial de Castellón, colección de actas de 1838, folios 53 y 63.

230 Archivo Histórico Municipal de Alcañiz, negociado 6, concejo-correspondencia, caja 77, legajo G-20.

231 Diario de Zaragoza, 12 de diciembre de 1835. Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, 20 de diciembre de 1835.

232 Diario Mercantil de Valencia, 11 de diciembre de 1837.

233 Diario Mercantil de Valencia, 13 de abril de 1838.

234 Diario Mercantil de Valencia, 19 de enero de 1839.

235 Diario Mercantil de Valencia, 8 de marzo de 1838.

236 Diario Mercantil de Valencia, 21 de octubre de 1838.

237 Diario Mercantil de Valencia, 13 de julio de 1840.

238 Diario Mercantil de Valencia, 2 de febrero de 1840.

239 Diario Mercantil de Valencia, 27 de enero de 1839.

240 Diario Mercantil de Valencia, 20 de diciembre de 1837 y 7 de enero de 1839.

241 Podemos citar varios ejemplos de la transmisión “hereditaria” del carlismo. Francisco Tallada, hijo de Antonio, fue jefe carlista en guerras posteriores, mientras que el hijo de Pascual Gamundi combatió junto a su padre en la última guerra carlista. Además, en los archivos franceses consta que varios dirigentes rebeldes marcharon al exilio acompañados de sus vástagos, que también eran jefes u oficiales. Otro ejemplo es el nieto del barón de Hervés, que llegó a ser concejal jaimista en Zaragoza. Por último, podemos mencionar el caso del historiador carlista Flavio, cuyo padre era uno de los jefes legitimistas en su provincia. Archivos Departamentales de los Pirineos Orientales, legajo 4 M 593. Flavio, E., conde de X***, Historia de don Ramón Cabrera, Madrid, Establecimiento tipográfico-editorial de G. Estrada, 1870, v. 1, pp. 112-114. Juste, V., Historia de Maella, Zaragoza, Diputación de Zaragoza y Ayuntamiento de Maella, 1995, p. 226. Sánchez i Agustí, F., Carlistes amb armes en temps de pau. Altres efemérides d’interés (1840-1842), Lleida, Pagès editors, 1996, p. 144. Sauch, N., “La guerra...” p. 140.

242 Von Rahden, W., Cabrera. Erinnerungen aus dem spanischen Bürgerkriege, Frankfurt, Wilmans, 1840, p. 303.

243 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, p. 249.

244 Diario Mercantil de Valencia, 6 y 7 de octubre de 1838.

245 Urcelay, J., Cabrera... pp. 32, 34 y 35.

246 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 180-181. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 307.

247 Diario Mercantil de Valencia, 3 de junio de 1838. Asín, F., El carlismo aragonés 1833-1840, Zaragoza, Librería general, 1983, p. 77.

248 Córdoba, B., Vida militar... v. 4, p. 13. Córdoba sostiene que Pons era coronel, pero en esa época aún no había recibido esa graduación, según su hoja de servicios. Archivo General Militar de Segovia, primera sección, legajo P-2469.

249 Asín, F., El carlismo aragonés... p. 77.

250 Diario Mercantil de Valencia, 12 de enero y 2 de febrero de 1839.

251 Diario Mercantil de Valencia, 16 de marzo, 8 y 9 de septiembre de 1838 y 20 de enero de 1839. Córdoba, B., Vida militar... v. 3, p. 233 y v. 4, p. 29. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales... p. 23.

252 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 336.

253 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 265.

254 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 4, p. 140 y v. 5, p. 34.

255 Von Rahden, W., Cabrera. Erinnerungen... p. 304.

256 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 168 y 169.

257 Oyarzun, R., Vida de Ramón Cabrera y las guerras carlistas, Barcelona, Aedos, 1961, p. 22.

258 Sánchez Cervelló, J., El carlisme al territori de l’antiga diòcesi de Tortosa, Tarragona, Arola editors, 2004, v. 1, pp. 103-104.

259 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 5, p. 292.

260 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 52. Urcelay, J., Cabrera... p. 45.

261 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 180. Urcelay, J., Cabrera... p. 78.

262 Flavio, E., conde de X***, Historia de don Ramón... v. 1, p. 205.

263 Von Rahden, W., Cabrera. Erinnerungen... pp. 368, 423 y 533.

264 Asín, F., El carlismo aragonés... pp. 77 y 108.

265 Von Rahden, W., Cabrera. Erinnerungen... pp. 423 y 424.

266 Von Rahden, W., Cabrera. Erinnerungen... p. 438.

El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840)

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