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Una reflexión



Reconociendo la necesidad de las experimentaciones científicas, basadas en los conceptos del primero saber para después creer, hemos de referirnos al milenario escepticismo de los cientificistas, los cuales como personas de inteligencia positiva, subestiman datos del pasado o intuiciones del presente y así desprecian su propia ciencia académica de investigación y análisis.

Así fue que el ironizado magnetismo de Mesmer fue más tarde “descubierto por segunda vez” por la ciencia oficial, que en principio le dio el aristocrático nombre de “efluvios ódicos” a los que fue posible fotografiar. Antiguamente la telepatía era tenida como sugestión infantil; hoy es respetada naturalmente bajo el bautismo científico de “ondas microcortas cerebrales” familiares a los aparatos detectores de mentiras y los denominados electroencefalógrafos. El famoso Megendie negó la posibilidad de la anestesia quirúrgica; todos los miembros de la academia de la época de Pasteur, negaban la acción de los microbios en la patogenia; Bouillaoud declaró que la telefonía no pasaba de ser ventriloquía; Lavoiseur, el químico por excelencia y cientificista consagrado, negó que cayesen piedras del cielo como relataba la Biblia, lo cual más tarde la ciencia reconoció como caídas de meteoritos... La idea de que el agua pudiera elevarse por medio de tubos hacia lugares más altos, fue considerada una verdadera locura por el famoso P. S. Girard, que no sospechaba el descubrimiento de las actuales bombas hidroeléctricas y aún manuales, que elevan el agua a grandes alturas. La ciencia se divirtió mucho cuando el doctor Dunlop concibió la idea de hinchar con aire las ruedas de caucho, lo que para vergüenza de la sabiduría positiva de aquel tiempo, consagró a su autor en la industria de los neumáticos modernos. Cuando Harvey aseguró que había descubierto la circulación sanguínea, los más acreditados médicos del mundo quedaron indignados. Cuando Semmelweis diagnosticó que la fiebre puerperal era de origen infeccioso, los médicos y estudiantes para burlarse de él, se lavaban prolongadamente las manos antes de tratar a una parturienta…

¿Y han desaparecido hoy en día esas costumbres entre nuestros cientificistas, que continúan sonriendo ante la evidencia de los fenómenos y acontecimientos que siguen presentándose ante los ojos de gran parte de la población, ya mucho más analítica y culturizada? ¿Todavía no les es posible concebir y analizar el proceso lógico, sensato y científico de la reencarnación?

Y así podemos seguir, saltando en el tiempo… Galileo observó científicamente el tránsito de la Tierra y los planetas alrededor del Sol porque “sintió” primeramente en su interior, la lógica y perfección de la ley del mecanismo del Universo, pero no se le dio crédito… Colón descubrió América porque la “sintió antes” por la facultad de la Intuición, la que sigue sin la valoración y experimentación científica que corresponde a los tiempos presentes, tan evolucionados tecnológicamente…

Y los mensajes, hoy ya tan continuados e importantes, emitidos por entidades del plano espiritual, pueden provocar duda e incluso sarcasmo, porque la ciencia aún no quiere introducirse en el interior o principio de todas las causas que producen los efectos exteriores, evidentes e innegables.

Extraído del libro “Mensajes del Astral”, psicografiado en Brasil por Hercilio Maes en el año 1956

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