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Capítulo 2
Una pantalla mágica
La televisión fascina

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La televisión fascina, hipnotiza a los adultos y aún más a los niños. La imagen se mueve, es de colores y muy viva. Muestra acción. La música y el sonido, aliados de la imagen, refuerzan su intensidad: los golpes de platillos, de tambor, despiertan en el espectador sensaciones de miedo, o de sorpresa; la melodía de un violín evoca ternura o alegría… La televisión nos lleva a un universo a veces distendido, otras veces temible… Su fuerza consiste en crear en el espectador una ilusión de vida y de presencia.

Esta ilusión es aún mayor cuando basta con tocar un botón para que la magia se ponga en marcha. El niño está en su casa, tranquilamente sentado en el suelo o en el sofá y, de repente, con un golpe de varita mágica, surge todo un universo poblado de héroes que viven mil y una historias palpitantes. A diferencia de otros tipos de espectáculos, la televisión no incluye ningún elemento que pueda ayudar al niño a poner distancia entre lo que ve en la pantalla y su vida real. En el cine, por ejemplo, el niño sale de casa para ir a una sala grande que está muy oscura y va acompañado. Al terminar la película, se encienden las luces, marcando así el retorno a la realidad. Lo mismo pasa con los otros espectáculos (marionetas, circo, teatro) donde las condiciones de entrada y de salida del imaginario son preparadas y enmarcadas por un dispositivo socializado. En la televisión, no hay nada de eso. No hay ninguna sala de espectáculos: se ve en la intimidad del salón o de la habitación. No hay ningún ritual específico para marcar el inicio y el final: como un grifo abierto, va soltando un flujo continuo de imágenes en las que el niño se orienta más o menos cambiando de cadena con el mando a distancia. El lenguaje de los profesionales, en este sentido, es bastante elocuente: se habla de canales, de tubos…

Si el adulto se descuida, el niño puede permanecer pegado durante horas frente al televisor, hipnotizado por las imágenes. Este poder puede ser nefasto, porque el niño está en pleno crecimiento. Aún no ha adquirido la madurez psicológica para descodificar lo que ve y lo que oye. Las imágenes televisivas tienen sobre él un impacto muy fuerte. Sólo al crecer es capaz de comprender y de dominar las emociones que este espectáculo despierta en él.

¿Qué hay en la tele? Cómo ayudar a nuestros hijos a elegir

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