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Nave Espacial Theos – Alarma de proximidad

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El sistema O^COM materializó inmediatamente frente a Azakis un extraño objeto cuyos bordes, debido a la baja resolución obtenida por los sensores de largo alcance que lo detectaban, no estaban bien definidos. Definitivamente estaba en movimiento y avanzaba claramente hacia ellos. El sistema de alarmas de proximidad informaba de que la probabilidad de impacto entre la Theos y el objeto desconocido era superior al 96% si ninguno de los dos modificaba su ruta.

Azakis se apresuró a entrar en el módulo de transferencia más cercano. «Cubierta», ordenó categóricamente al sistema de control automatizado.

Después de cinco segundos, la puerta se abrió silbando y en la gran pantalla central de la sala de mandos aparecía, aún muy desenfocado, el objeto que se encontraba en trayectoria de colisión con la nave.

Casi al mismo tiempo, otra puerta cerca de él se abrió y entró Petri sin aliento.

«¿Qué demonios está sucediendo?», preguntó el amigo. «No debería haber meteoritos en esta zona», exclamó asombrado, observando también la gran pantalla.

«No creo que sea un meteorito».

«Y si no es un meteorito, ¿entonces qué es?», preguntó Petri visiblemente preocupado.

«Si no corregimos inmediatamente la trayectoria, lo podrás ver con tus propios ojos, cuando nos lo encontremos clavado en la cubierta».

Petri toqueteó inmediatamente los mandos de navegación y configuró una ligera variación de trayectoria respecto a la establecida anteriormente.

«Impacto en 90 segundos», comunicó sin emociones la cálida voz femenina del sistema de alarmas de proximidad. «Distancia del objeto: 276.000 kilómetros, acercándose».

«¡Petri, haz algo, y hazlo rápido!», gritó Azakis.

«Ya lo estoy haciendo, pero esa cosa va demasiado rápida».

La estimación de la probabilidad de impacto, visible en la pantalla a la derecha del objeto, descendía lentamente. 90%, 86%, 82%.

«No lo conseguiremos», dijo Azakis con un hilo de voz.

«Amigo mío, aún tiene que nacer un “objeto misterioso” capaz de destrozar mi nave», afirmó Petri con una sonrisa diabólica.

Con una maniobra que les hizo perder el equilibrio momentáneamente, Petri impuso a los dos motores Bousen una instantánea inversión de la polaridad. La nave espacial tembló durante un largo instante y solo el sofisticado sistema de gravedad artificial, procediendo a compensar inmediatamente la variación, impidió que toda la tripulación acabara estampada en la pared de delante.

«Buena jugada», exclamó Azakis dando una fuerte palmada en la espalda de su amigo. «Pero ahora, ¿cómo pretendes parar la rotación?» Los objetos a su alrededor habían empezado a elevarse y a girar descontroladamente en la habitación.

«Dame un segundo», dijo Petri sin dejar de presionar botones y juguetear con los mandos.

«Solo necesito conseguir…», una serie de gotas de sudor estaban cayendo lentamente por su frente.

«Abrir la…», continuó, mientras todo lo que había en la habitación revoloteaba sin control. Incluso ellos dos empezaron a levantarse del suelo. El sistema de gravedad artificial no podía seguir compensando la inmensa fuerza centrífuga que se estaba generando. Cada vez eran más ligeros.

«La… la… ¡compuerta tres!», gritó finalmente Petri, mientras todos los objetos caían al mismo tiempo al suelo. Un pesado contenedor de residuos golpeó a Azakis exactamente entre la tercera y la cuarta costilla, provocando que emitiera un sordo lamento. Petri, desde el medio metro de altura donde se encontraba, cayó bajo el cuadro de mandos, asumiendo una pose muy poco natural y totalmente ridícula.

La estimación de la probabilidad de impacto había descendido al 18% y continuaba descendiendo rápidamente.

«¿Todo bien?», se apresuró en confirmar Azakis, intentando disimular el dolor del lado golpeado.

«Sí, sí. Estoy bien», respondió Petri, intentando levantarse.

Un instante después, Azakis estaba contactando el resto de la tripulación, que informaron inmediatamente a su comandante de la ausencia de daños a cosas o personas.

La maniobra realizada había desviado ligeramente a la Theos de la trayectoria anterior, y la depresión provocada por la apertura de la compuerta había sido inmediatamente compensada por el sistema automatizado.


6%, 4%, 2%.

«Distancia del objeto: 60.000 Km», comunicó la voz.


Ambos estaban conteniendo la respiración, esperando llegar a la distancia de 50.000 Km a partir de la cual se activarían los sensores de corto alcance. Aquellos instantes parecieron interminables.

«Distancia del objeto: 50.000 Km. Sensores de corto alcance activados».

La figura desenfocada frente a ellos se definió de repente. El objeto apareció claramente en la pantalla, haciendo visible cada detalle. Los dos amigos se giraron al mismo tiempo, con los ojos desorbitados, buscando cada uno la mirada del otro.

«¡Increíble!», exclamaron al unísono.

El Retorno

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