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0.2. El uso de Ayahuasca en contextos ceremoniales

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“Aunque entrenado en la mejor institución botánica de los Estados Unidos, Richard Schultes, después de un mes en el Amazonas, se sintió cada vez más como un principiante. Los nativos sabían mucho más. Había ido a América del Sur porque quería encontrar los dones del bosque pluvial: las hojas que curan, las frutas y semillas que nos proporcionan los alimentos que consumimos, las plantas que podían transportar a una persona a reinos más allá de la imaginación. Pero también había descubierto que al develar los conocimientos indígenas, su tarea no era sólo identificar nuevas fuentes de riqueza, sino comprender una nueva visión de la vida misma, una manera profundamente diferente de vivir…”

Wade Davis

“La antigua sabiduría puede aportar algo al mundo del mañana, y este precioso obsequio es el conocimiento de las plantas enteogénicas y su uso. Codificadas en los genes de las plantas enteogénicas se encuentran las instrucciones para la biosíntesis de moléculas que nos pueden abrir a la maravilla y al misterio inherente al universo y a nosotros mismos, con la antigua sabiduría tan rápidamente eclipsada por el brillo de nuestro conocimiento moderno, pero habitando aún en cada corazón y alma humanos, a la espera de una sustancia química o alguna otra llave para desplegarse. La Ayahuasca ha sobrevivido, más que ninguna otra droga enteogénica que conozcamos, a los ataques de la alfabetización y la aculturación hasta encontrar su propio puesto en el Nuevo Orden.”

Jonathan Ott

“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.”

Victor Hugo

“No se debe molestar a los espíritus sin una razón poderosa y, sobre todo, destinada a ayudar a los demás, y no en provecho propio.”

Hénaka Sapa (Alce Negro)

Existe evidencia del uso de Ayahuasca en algunas regiones de la selva amazónica desde hace, por lo menos, cinco mil años.

Ayahuasca es el nombre quechua con el que se designa –sobre todo en Perú– la pócima, brebaje, o simplemente “infusión”, producto de la recolección y cocción de por lo menos dos plantas amazónicas. En Brasil suele denominarse “Marirí”, y en Colombia, “Yagé”. En la lengua guaraní se la designa “Caapí”. En Argentina hemos adoptado mayoritariamente la designación quechua de Ayahuasca.

En el idioma quechua, Ayahuasca significa “enredadera de las almas”, o también “la liana que nos conecta con los muertos”. Adoptemos la definición que adoptemos, lo importante es comprender que la designación se corresponde íntimamente con la cosmovisión animista propia de las comunidades que han hecho y hacen uso de Ayahuasca en contextos ceremoniales. Ayahuasca es entonces, fundamentalmente, el espíritu muy real y muy vivo que nos posibilita a los hombres la comunicación con otros espíritus, sobre todo, con el espíritu de los muertos, de los que ya no están entre nosotros, principalmente de nuestros ancestros, con toda su sabiduría.

En efecto: se considera animista a la cosmovisión que implica la creencia en la existencia del “espíritu” en todo tiempo y en toda forma material, sea esta orgánica o inorgánica. Así, no solamente los seres humanos poseemos entonces un espíritu (un espíritu humano que “tenemos” en vida y que nos sobrevive después de la muerte biológica) sino toda otra forma orgánica animal o vegetal. Los animales tienen espíritu (el espíritu del Jaguar, el espíritu de la Serpiente), las plantas tienen espíritu (el espíritu del Peyote, el espíritu del Toé). Pero también los objetos que los occidentales –en acuerdo con nuestra propia cosmovisión “no animista”– denominamos “inanimados” (sin alma). Las piedras tienen su propio espíritu, los lugares tienen sus propios espíritus (la laguna, la montaña, el bosque, el río, la cascada, la lluvia, el sol, la luna, el trueno, el fuego, la mañana…), y por supuesto, la tierra, que está viva, que está animada. En ese sentido, la tierra, que es dadora, que es creadora, es femenina: es “la Madre tierra”. El Universo tiene su propio espíritu, y está vivo.

Otro aspecto que forma parte del sistema de pensamiento animista, es el carácter sagrado de todo lo vivo. Esto es consecuencia de la presencia viva del espíritu. No se trata solamente entonces de “respeto”, sino también de veneración. Implica una actitud mítica reverencial ante la vida, ante la presencia del espíritu.

Desde un punto de vista “materialista” (en este caso como “no-animista”) el brebaje Ayahuasca es entonces el producto de la cocción de por lo menos dos plantas: Ayahuasca, que es una liana, y de Chacruna (o Chacuruna). El nombre “científico” de Ayahuasca es “Banisteriopsis Caapí”; el de Chacruna, “Psychotria Viridis”. Con ambas, en partes iguales, se elabora la pócima Ayahuasca. De la liana, se hace uso del tronco de la planta. Se los “machaca” y se los mezcla con las hojas de Chacruna. En un recipiente con agua, se los somete a cocción durante varias horas (dos, ocho y más). Del tiempo de cocción dependerá la densidad del producto y la concentración de sus componentes químicos, y en consecuencia, de su poder psicoactivo.

El poder psicoactivo de la pócima Ayahuasca depende, naturalmente, para nosotros, occidentales, de los “principios químicos activos” de las plantas que la componen.

Las hojas de Chacruna contienen di-metil-triptamina (DMT) una hormona que produce nuestro cerebro naturalmente y que tiene la cualidad de ser psicoactiva. La DMT ingerida oralmente no tiene efectos psicoactivos debido a que resultan inhibidos en su potencial por la presencia natural, en el aparato digestivo, de la enzima monoamino oxidasa (MAO). Por otra parte, la liana Ayahuasca es rica en alcaloides del tipo betacarbolino. El betacarbolino más importante de esta planta es la Harmina. Este componente (la harmina) es un eficaz inhibidor de la MAO. En conclusión, al resultar inhibida la MAO, no se produce la inhibición de la DMT. La DMT puede acceder entonces, una vez digerida, al cerebro vía torrente sanguíneo.

Retomando el punto de vista de la cosmovisión chamánica, tanto la recolección de las plantas como la cocción del brebaje, tienen lugar en actitud ceremonial. Para cortar las lianas, para cortar las hojas, el ayahuasquero “pide permiso” al bosque y a las plantas. La recolección tiene un sentido que es valorado no solo por quien ejecuta la tarea de la recolección; la valoración es de toda la comunidad. Las plantas serán empleadas para producir la “medicina” que alivia el sufrimiento humano. Al retirarse del bosque, el ayahuasquero agradece y en lo posible realiza una ofrenda material, por ejemplo, arrojando sobre la tierra un poco de tabaco. Dicho sea de paso, el tabaco, en la cosmovisión indígena amazónica, es una planta maestra muy importante, quizá la más importante de todas.

De igual modo que en la recolección de las plantas, la cocción se realiza también con un sentido ceremonial. Durante el tiempo de cocción se hacen oraciones y se canta (“icarea”) al preparado. En todo momento el ayahuasquero se encuentra “en presencia” del espíritu de las plantas, en presencia del espíritu del brebaje, de Ayahuasca.

Las ceremonias en las que se ingiere Ayahuasca, suelen tener lugar durante la noche, aunque esto difiere en distintas regiones de Amazonas y también, en las distintas etnias. Estas diferencias son también muy notables en relación al modo, a las formas como se desarrollan las ceremonias. Una descripción pormenorizada de usos y costumbres excede a la intención de una introducción al tema.

En cambio, sí me parece importante tener en cuenta que al hablar en términos de “Ceremonia”, consideramos el “hecho sagrado” que preside el ritual. Lo central, lo esencial es la presencia del espíritu de Ayahuasca. A él se dirige el Sanador, orando, icareando, invocando, pidiendo, rogando… por la presencia del espíritu de Ayahuasca y su intervención. El Sanador es un mediador. La sanación llega de la mano del espíritu de las plantas, de Chacruna y de Ayahuasca.

Aunque difiere notoriamente en las distintas regiones y en las distintas etnias, la cosmovisión chamánica comparte en general –y para decirlo de un modo sumamente sencillo y esquemático– una creencia referida a la organización “espacial” de los espíritus que habitan el universo. Así, como mínimo, se reitera la idea de la existencia de por lo menos tres dimensiones (o niveles): la del mundo terrenal en el que vivimos, en el que habitan todos los espíritus de todos los seres: de hombres, animales, plantas, lugares… Un supra-mundo (ubicado espacialmente “arriba”, por encima del mundo en el que habitamos) en el que se hallan los espíritus fundamentalmente poderosos (con poderes especiales) y benéficos; y un sub-mundo (ubicado espacialmente “por debajo” del mundo que habitamos) en el que se encuentran los espíritus de los muertos y otros, también poderosos, pero animados por “hacer el mal”.

Parece evidente que esta forma de representar, de pensar “el cosmos”, a la vez que definir espacios y contenidos, implica un movimiento, una dinámica de interacción de fuerzas, de potencias tanto “benignas” como “malignas”, luchas y conflictos de “dioses” y “demonios”. Esta creencia es solidaria, como consecuencia, con las concepciones acerca de qué cosa es eso de la “salud” como también de qué cosa es eso de la “enfermedad”. Así, apelando una vez más a este grosero y simplificador esquematismo, reconocemos en la enfermedad el triunfo y el imperio de las fuerzas malignas, de las potencias demoníacas, al tiempo que puede definirse la acción de la “sanación”, de la recuperación de la salud, como la erradicación de esas fuerzas (espíritus) malignas como consecuencia del proceso inverso: el triunfo y el imperio de las potencias benignas. Desde este punto de vista, el Chamán, “hombre de poder”, capaz de convocar a los seres espirituales de “hacer el bien” –de erradicar a la enfermedad y promover la recuperación de la salud– es concebido como un mediador; por ejemplo: en el contexto de una Ceremonia, “convidando” Ayahuasca a los presentes y convocando a la intervención de su espíritu-sanador ancestral.

Cinco escritos sobre el uso de Ayahuasca en Psicoterapia

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