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Dios en la naturaleza

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En todo lo creado se ve el sello de la Deidad. La naturaleza testifica de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad, que habita en el minúsculo insecto que flota en el aire estival, que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de los cuervos que graznan y que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.

Las leyes de la vida física

El mismo poder que sostiene la naturaleza obra también en el hombre [Heb. 1:2, 3]. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa inteligencia que tiene jurisdicción sobre el alma. De Dios procede toda la vida [Sal. 36:9]. Únicamente en armonía con él se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida. La condición para todos los objetos de su creación es la misma: una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.

Toda la naturaleza se ilumina para quien aprende así a interpretar sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida una escuela. La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el carácter...

El corazón que aún no se ha endurecido por el contacto con el mal, es pronto para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas. El oído que no se ha entorpecido por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza... Lo visible ilustra lo invisible [Rom. 1:20]. En todas las cosas que hay sobre la tierra pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.–Ed 99, 100.

El ministerio médico

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