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PARTE I

ZENÓN DE CITIO


INTRODUCCIÓN

Zenón nació en la ciudad de Citio, en la isla de Chipre. Esa ciudad había recibido un buen contingente de colonos fenicios (Dióg. Laercio, VII 1). Su padre se llamaba Mnáseas, nombre que tal vez fuera una helenización del fenicio Manasés o Menahem. Crates se refería a Zenón como «el pequeño fenicio» 1 . Su cultura era, sin embargo, mucho más griega que semítica 2 .

La fecha de su nacimiento puede situarse hacia el año 333-332 a. C. Desde joven estuvo en contacto con la literatura filosófica helénica y leyó, todavía adolescente, algunos diálogos platónicos, por lo cual dice Temistio «que la Apología de Sócrates lo condujo desde Fenicia hasta el Pórtico variopinto» (Discursos XXIII 295 D Hard). Diógenes Laercio refiere que llegó a Atenas a los treinta años, es decir, en el 303-302 a. C.; pero tal noticia choca con el testimonio de Perseo, discípulo del propio Zenón, quien afirma que llegó allí a los veintidós (Dióg. Laercio, VII 28), esto es, en el 311 a. C. Aunque en Atenas estudió, enseñó, escribió y vivió durante el resto de su existencia, nunca renunció a su condición de ciudadano de Citio (Plutarco, De stoic. repug . 4, 1034 a). Siguió primero las enseñanzas del cínico Crates (Dióg. Laercio, VII 2); entró luego en la escuela del megárico Estilpón (Eusebio, Praep. evang . XIV 5, 11). Diógenes Laercio (VII 5) dice que también tuvo como maestro a Diodoro Cronos, uno de los más sutiles dialécticos de Mégara 3 . Más importante que esto parece haber sido su contacto con los «discursos de los heraclíteos» (Eusebio, Praep. evang . XIV 5, 11). Heráclito y los cínicos son, en efecto, las dos principales fuentes del filosofar de Zenón. En tercer lugar debe situarse la enseñanza de Estilpón y los megáricos. Pero, según Numenio, también fue discípulo de los platónicos Jenócrates y Polemón (Dióg. Laercio, VII 1). Timócrates afirma que durante una década estudió con el primero, y después siguió al segundo. Estrabón recuerda que, en la escuela de Polemón, fue condiscípulo de Arcesilao (Geogr . XIII 614), lo cual es confirmado por Cicerón (Acad. Post . I 34). Pero resulta imposible que Zenón haya sido alumno de Jenócrates, porque éste falleció en el 315 a. C. y aquél, como dijimos, llegó a Atenas en el 311 a. C. De Polemón más que discípulo parece haber sido oyente ocasional.

Después de largos años de estudio y meditación, Zenón inauguró su propia escuela, aunque no era su intención hacerlo, sino que, al principio, se limitó a reunirse con quienes querían oírlo, en un pórtico polícromo, llamado Peisianactio, adornado con las pinturas de Polignoto (Dióg. Laercio, VII 2). Por eso, sus discípulos fueron denominados «estoicos» (de stoá = pórtico), aun cuando al principio se les llamaba «zenonianos», según dice Epicuro en una de sus cartas 4 .

Al menos en los primeros tiempos éstos provenían de las clases más bajas de la sociedad, como los seguidores de Diógenes el cínico. Timón de Fliunte dice que se reunía con «una banda de proletarios» (Sill ., frag. 20 W.), y Diógenes Laercio refiere que «lo rodeaban, en efecto, algunos harapientos» (VII 16).

Sin embargo, el Pórtico parece haber competido no sólo con el Jardín, sino también con el Liceo. Plutarco refiere que al observar Zenón que Teofrasto era admirado por el hecho de tener muchos discípulos, exclamó: «Su coro es más grande, pero el mío, más armonioso» (De prof. in virt . 6, 78 c).

Zenón mantuvo amistosas relaciones con el rey Antígono Gonatas, hijo de Demetrio Poliorcetes, que ocupaba el trono de Macedonia desde el año 276 a. C. Éste quiso llevarlo a su corte; Zenón rehusó, pero envió, en cambio, a su discípulo Perseo (Ateneo, Deipnosophistae XIII 603 d). Diógenes Laercio transcribe una carta del rey a Zenón y otra de éste al rey. La autenticidad de ambas cartas ha sido negada por W. Croenert 5 y puesta en duda por T. Dorandi 6 y otros, pero es aceptada por A. Grilli, de acuerdo con un análisis lexicográfico 7 .

No se puede decir que Zenón fuera un filomacedonio: así parecen demostrarlo su negativa a visitar la corte de Antígono y la distancia que a toda costa mantiene frente a éste.

Por lo demás, aunque se ocupó mucho de filosofía política (a la cual dedicó su primera obra), nunca intervino en la política de Atenas. Esto no obstante, los atenienses lo honraron ofreciéndole las llaves de la ciudad, lo coronaron con una áurea diadema y le levantaron una estatua. Esto último lo hicieron también los citienses, persuadidos de que, al honrar así al filósofo, se honraban a sí mismos (Dióg. Laercio, VII 3).

Después de haber dedicado largos años al estudio y la enseñanza de la filosofía, murió en Atenas en el año 262-261 a. C., a los setenta y dos años, según testimonia Perseo (Dióg. Laercio, VII 6), aunque según Diógenes Laercio sobrepasó los noventa y ocho años 8 .

El mismo Diógenes ofrece una lista de las obras escritas por Zenón. Dicha lista, sin embargo, es sin duda incompleta, como hace notar Von Fritz, porque faltan en ella diversos títulos que el propio Diógenes u otros autores antiguos atribuyen a Zenón 9 .

Muy poco se sabe acerca de la cronología y de las circunstancias en que todas estas obras fueron escritas. Sólo estamos en condiciones de afirmar que la más antigua de ellas es probablemente la República . Diógenes Laercio nos informa, en efecto, que Zenón la compuso mientras estaba aún en la escuela de Crates, o sea, cuando aún se le tenía por un cínico, y por eso dice que la escribió «sobre la cola del perro» (VII 2). En ella expone las ideas fundamentales del cinismo acerca de la sociedad, del estado y de la cultura. Se presenta como una réplica a la República de Platón, y ofrece un modelo contrario al que ésta propone 10 . Entre los antiguos gozó de tanta fama como ella, y Plutarco habla de «la muy admirada República de Zenón, fundador de la secta estoica» (Sobre la virtud o el valor de Alejandro I 6, 329 a).

El tratado Sobre la vida conforme a la naturaleza se ocupaba, sin duda, de los fundamentos de la ética e intentaba determinar en qué consiste ese vivir de acuerdo con la naturaleza. Festa cree poder identificarlo con el título que le sigue en la lista de Diógenes Laercio, o sea, con el Sobre el impulso o sobre la naturaleza del hombre , pero tal opinión no tiene muy sólidos fundamentos, ya que se basa únicamente en la idea de que es casi imposible imaginar para la primera obra un contenido diferente del de la segunda 11 . Cabe suponer, más bien, que la primera trataba de establecer cuál es la verdadera «vida conforme a la naturaleza», ya que sobre esto no estaban de acuerdo ni mucho menos sus predecesores, y mientras algunos, como Calicles, Critias y Trasímaco, creían que consiste en el dominio de los más fuertes sobre la gran multitud de los más débiles e ineptos, otros, como Hipias, Antifonte, Alcidamante y los cínicos, opinaban precisamente lo contrario y afirmaban que consiste en la igualdad entre los hombres y en la supresión de las fronteras y de las convenciones. En la segunda obra, en cambio, se ocupaba Zenón probablemente de esa fuerza natural e instintiva que lleva a todos los entes a perfeccionar su propia esencia 12 .

El tratado Sobre las pasiones discutía uno de los temas claves de la moral estoica, aquel en el cual Zenón se oponía con más fuerza a la moral aristotélica 13 .

El Sobre lo adecuado versaba también sobre un punto esencial de la ética estoica. Con el mismo título compusieron sendos tratados Cleantes, Esfero y Crisipo. Encarando «lo adecuado» como «lo debido», escribieron luego Cicerón su De officiis y San Ambrosio su De officiis ministrorum 14 .

El Sobre la ley desarrollaba tal vez la básica contradicción entre ley natural y ley positiva, en la línea de la tradición sofística y cínica. Cleantes dejó una obra Sobre las leyes y Crisipo publicó otra Sobre la ley , en la cual ésta, considerada como regla universal y natural, era llamada «reina de todas las cosas divinas y humanas», siguiendo las huellas de Píndaro (frag. 152 Bowra).

La obra titulada Sobre la educación griega , que también podría traducirse como Sobre la cultura griega , subrayaba al parecer la necesidad de formar al hombre como «ciudadano del mundo» y no, como cree Festa, la exigencia de mantener el carácter nacional de la educación y de la cultura 15 .

El escrito Sobre la vista desarrollaba probablemente una teoría de la sensación visual en particular, teniendo en cuenta críticamente las diversas explicaciones propuestas hasta entonces sobre esta percepción (desde los pitagóricos y Empédocles hasta Platón y Aristóteles).

El tratado Sobre el Todo ofrecía, según el mismo Festa, «una explicación lógica de todo el ser y del mundo fenoménico», siguiendo como modelo a Aristóteles, pero haciendo gala al mismo tiempo de una extremada sobriedad expresiva y de un menosprecio extremista de los términos medios 16 .

El sentido del título Sobre los signos no resulta demasiado claro, ya que como dice Isnardi Parente, «podría aludir a los signos o indicios como concepto lógico-gnoseológico o, tal vez, más probablemente, a aquellos «signos» premonitorios del futuro de los que se ocupa la física» 17 .

En las Pitagóricas se puede suponer que Zenón planteaba problemas de carácter físico y ético-político en relación con el pitagorismo.

Cabría suponer que Universales era el título de una obra relacionada temáticamente con el Sobre el Todo , pero parece más probable que se refiriera a la universalidad de la virtud y de las normas morales, así como al cosmopolitismo del sabio. Ningún escritor griego utilizó este título antes de Zenón, pero Polibio habla de una «historia universal y común» (katholikḕ kaì koinḕ historía) (VIII 2, 11) y el retórico Quintiliano se refiere a los «preceptos universales» (catholica praecepta) (Inst. orat . II 13, 14).

De modo semejante, el escrito Sobre el estilo , aunque podría suponerse obra gramatical y literaria, versaba principalmente sobre cuestiones morales. Más tarde Crisipo publicará una obra con el mismo título. Zenón, por lo que nos es dado inferir, debatía allí, desde un punto de vista ético, el problema de la concordancia entre la palabra y la cosa. Y, sin duda, en el contexto cínico en que la obra se gestó no dejaba de presentar cierto carácter cuestionador y subversivo, ya que comportaba una exhortación a llamar a las cosas por sus nombres, haciendo caso omiso de las convenciones impuestas por la sociedad y las clases dominantes.

Los cinco libros de Problemas homéricos estaban dedicados, según Dión de Prusa (LIII 4), a demostrar que los poemas de Homero no pueden ser objeto de censura, si se tiene en cuenta que éste da algunas cosas como verdades y otras como meras opiniones. Sin duda, Zenón aplicaba aquí, a la interpretación de la mitología homérica, el método alegórico o tropológico y reducía las divinidades del Olimpo a fuerzas y elementos de la naturaleza. Lo mismo hacía en el ensayo Sobre la «Teogonía» de Hesíodo (Cic., De nat. deorum I 36) 18 .

Ese mismo método exegético parece haber sido expuesto, de manera genérica y con intención pedagógica, en el escrito Sobre la audición de los poetas , que, según Festa, pudo haber inspirado el De poetis audiendis de Plutarco 19 .

El Arte era, a su vez, un tratado de retórica, donde, según Olimpiodoro, definía Zenón el arte como «un sistema de comprensiones ejercitadas para un fin útil a las cosas de la vida» (In Plat. Gorg ., págs. 53-54) 20 .

Las Soluciones comprendían probablemente una serie de respuestas a problemas de diversa índole (lógicos, físicos, morales, etc.) planteados por sus discípulos.

Los dos libros de las Refutaciones argumentaban quizá contra quienes proponían soluciones diferentes a las ofrecidas en la obra anterior.

Los Memorables de Crates tienden a buscar las raíces más profundas de la filosofía del mismo Zenón, al recordar la vida y las doctrinas del maestro cínico 21 .

El título Ética , que Diógenes Laercio parece unir al título anterior (como si dijera Memorias morales de Crates) se refiere, sin embargo, probablemente a una obra distinta, que constituía tal vez una síntesis de la filosofía moral de Zenón.

Entre las obras de Zenón que no integran la lista de Diógenes Laercio se cuentan, además del Sobre la «Teogonía» de Hesíodo , ya mencionado, las siguientes: Diatribas, Sobre el raciocinio, Sobre la sustancia, Sobre la naturaleza y Sentencias .

El título Diatribas tiene claras resonancias cínicas. La «diatriba» era un género literario especialmente cultivado por los cínicos y consistía en escritos relativamente breves, con frecuencia dialogados, de contenido ético social y de tono satírico o polémico. La obra de Zenón pudo haberle sido inspirada por su contemporáneo Bión de Borístenes y conservaba, probablemente, los rasgos esenciales de la «diatriba» cínica (Sext. Emp., Esbozos pirrónicos III 245) 22 .

El tratado Sobre el raciocinio contenía, en cambio, desarrollos que apenas podían encontrarse en los escritos cínicos, puesto que, al parecer, versaba sobre lógica y teoría del conocimiento. Tal vez había allí influencia megárica. Según Festa «se nos presenta, a través de los fragmentos, como una teoría del conocimiento mutuo y una introducción a la lógica propiamente dicha» 23 .

Las Sentencias comprendían apotegmas y anécdotas morales (cf. Hermóg., Progymn . 3; Teón, Progymn . 5; Ateneo, XIII 577 d). Diógenes Laercio, que no incluye este título en su catálogo de las obras de Zenón, lo menciona, sin embargo, al narrar un episodio de la vida de Crates (VI 91).

El Sobre la sustancia constituía un ensayo crítico sobre la noción de «sustancia», tal como la entendían Aristóteles y los peripatéticos contemporáneos de Zenón.

El Sobre la naturaleza , que reproduce el título de la obra de Heráclito, era un compendio de la ontología y la física del efesio, adoptadas por Zenón y por él adaptadas a la fundamentación de una ética básicamente cínica.

Nuevos fragmentos de Zenón, no conservados en su texto original griego, parecen encontrarse en lengua armenia, según L. Hatquichian 24 , y en lengua árabe, de acuerdo con F. Altheim y R. Stiehl 25 . Sin embargo, los trabajos de E. G. Schmidt 26 han adelantado argumentos de peso contra la posibilidad de atribuir a Zenón de Citio tales fragmentos 27 .

El estilo de Zenón refleja personalidad. Es un estilo lacónico, sin adornos pero no sin neologismos, que cifra el ingenio literario en una concisión contundente. El propio filósofo expresa lo que piensa al respecto cuando dice que «los discursos adecuados y correctos son semejantes a las monedas de plata de Alejandría: gratos de ver y bien dibujados, tal como esa moneda legal, pero no por eso más valiosos. Los que tienen contrarias 〈cualidades〉, en cambio, se parecen a los tetradracmas atenienses, rústicamente acuñados e incorrectos, pero muchas veces, en verdad, más consistentes que los discursos bellamente escritos» (Dióg. Laercio, VII 18).

Los estoicos antiguos

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